Capítulo 24-Anneliese

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La oscuridad era abrumadora, como una manta espesa que me envolvía por completo, impidiendo cualquier noción de tiempo o espacio. No sabía si estaba soñando o si el peso en mi pecho era la fría realidad aplastándome. "¿Estoy muerta?", pensé con pavor. La idea me quemaba, una sensación que crecía desde lo más profundo de mi mente y se extendía como un veneno. "No. No puede ser. Tiene que haber alguna forma de saberlo."

Intenté moverme, pero mi cuerpo se sentía entumecido, como si estuviera flotando, suspendida entre la vida y la muerte. No había dolor, no había calor ni frío, solo una sensación desconcertante de no estar en ningún lugar. Me esforcé por recordar. Tony. Su rostro surgió en mi mente, la desesperación en sus ojos cuando extendió su mano, sabiendo que no podría alcanzarme, pero intentándolo de todas formas. Ese recuerdo me golpeó con fuerza. ¿Volvería a verlo? ¿A sentir su toque? El pensamiento de perderlo fue lo más aterrador de todo.

Mis amigos. Mi hermano. No podría volver a verlos tampoco. Mi corazón se contrajo ante la idea de que el silencio que me rodeaba fuera eterno, y que este lugar, este vacío, fuera el último lugar en el que existiría. Intenté mover mis brazos, mis piernas, pero no respondían. El terror comenzó a asfixiarme, más intenso que cualquier otra emoción. ¿Era esto la muerte? El lugar donde todo desaparecía y nada volvía a tener sentido.

Pero algo cambió. Un olor comenzó a abrirse paso, afilado, penetrante. La nariz me picó y, sin previo aviso, un estornudo sacudió mi cuerpo. El dolor fue inmediato, como si mi piel y mis huesos despertaran de un letargo. Estaba tirada en el suelo, la dureza áspera bajo mi cuerpo y el frío implacable que me atravesaba como mil agujas. El dolor era una confirmación: seguía viva. A duras penas, me senté, sintiendo cómo el mareo y la náusea intentaban arrastrarme de vuelta a la inconsciencia.

Mi cabello estaba pegajoso, y al pasar los dedos por él, noté la sangre seca. "¿Cuánto tiempo he estado aquí?" No lo sabía, pero no podía quedarme en el suelo. Moví con torpeza mis manos, palpando a ciegas, buscando algún indicio de mis pertenencias. El estoque no estaba. Ni mi mochila. Ni Skully. Un vacío profundo se instaló en mi pecho. No tener el arma ni a mi compañero espectral me dejaba vulnerable, expuesta en este lugar hostil. Quería dejarme caer de nuevo al suelo, rendirme a la tentación de dormir, pero no podía. Tony, Holly, Lucy, Quill, mi hermano. Necesitaba volver.

Mi mano tropezó con una pequeña caja. Las cerillas. La primera chispa de esperanza en este oscuro abismo. Las encendí con dedos temblorosos, la pequeña llama danzante revelando un espacio cavernoso. Las paredes eran de piedra desnuda, llenas de humedad y moho, y el aire estaba impregnado del olor de tierra húmeda, como una tumba recién abierta. Sangre. Había sangre seca mezclada con el olor a moho. Me envolvió la certeza de que no estaba sola.

Los recuerdos de mi discusión con Holly me inundaron. Fue culpa mía. Fue por mí que todo esto había comenzado. Si no hubiéramos discutido... si no me hubiera dejado llevar por la rabia... Holly, ¿está bien? La culpa se arremolinaba dentro de mí, hasta que una sensación de alerta me detuvo. No estaba sola. Algo o alguien me observaba. Sentí las presencias antes de verlas, sombras en los rincones más oscuros, ojos invisibles clavados en mí. Lo reconocí. Este tipo de presión, la presencia insidiosa, me resultaba extrañamente familiar.

La luz de la cerilla era débil, pero lo suficiente para que pudiera ver alrededor. Estaba en una cámara de piedra, una prisión antigua. George había dicho que los brotes de apariciones estaban conectados con una cárcel, King's Road. Este era el lugar. Los cimientos rotos y abandonados habían sido desenterrados por el odio del espíritu que habitaba aquí. En un rincón, vi un esqueleto. No era extraño en estos lugares, pero su presencia me provocó un escalofrío. Parecía estar observándome, como si hubiera esperado a que yo llegara para hacerle compañía.

Secretos del UmbralDonde viven las historias. Descúbrelo ahora