Capítulo 28-Lockwood

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Noviembre

El primer mes fue un borrón. No entendía nada. Liese había dicho que dimitía de la agencia y luego se había ido sin más. Ni una explicación, ni una conversación sobre lo que pasaba nada, se había ido y yo no sabía que pasaría entre nosotros. Me quedé parado en la entrada de la agencia, mirando la puerta cerrarse detrás de ella y Lucy. ¿Qué significaba aquello? ¿Dimitir? Eso no podía ser real y no podía aplicarse a lo nuestro, ¿verdad?

Nunca imaginé que la decisión de dejar la agencia fuera tan repentina, tan devastadora. Ni siquiera me dio una explicación real. Un momento, estábamos juntos, en la cocina, comiendo y compartiendo planes para el futuro y, al siguiente, ella simplemente dimitió y desapareció con Lucy. No lo entendía, nadie lo hacía. George trataba de racionalizarlo, Holly mantenía el silencio, pero yo... yo me sentía completamente perdido.

Los primeros días después de su partida, intenté convencerme de que había sido solo una pausa. Quizás necesitaba espacio. Negación. Esa fue la primera fase. Me repetía una y otra vez que volvería, que no podía simplemente alejarse de la agencia, de mí, sin más. Cada vez que oía la puerta de la agencia abrirse, mi corazón se detenía por un segundo, esperando ver su rostro al cruzar el umbral. Pero no fue así. Y con cada día que pasaba, la sensación de vacío se hacía más insoportable.

Seguí con los casos, manteniendo a George y Holly cerca, esperando verla aparecer. Pero los días pasaban, y la negación empezó a transformarse en algo más profundo.

 Pero los días pasaban, y la negación empezó a transformarse en algo más profundo

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Diciembre

El tiempo no se detiene. Pasó noviembre y llegó diciembre. El frío empezó a calar más profundo, y la casa de Portland Row se llenó de luces navideñas cortesia de Holly, aunque el espíritu festivo estaba ausente.

Navidad se acercaba, y ella no volvía. Seguía sin tener noticias suyas. George me lo dijo claramente: No va a regresar, es mi hermana y no me coge ni el teléfono. Pero no podía aceptarlo. ¿Cómo podía haberse ido sin siquiera mirarme a los ojos? Sin decirme por qué. Cada esquina de la casa me recordaba a ella. Su risa en la cocina, la forma en que cruzaba la puerta de la oficina, su sonrisa al final de un día largo cuando nos acostabamos.

De noche, me quedaba en la cama, mirando el techo, intentando entender qué había salido mal. La tristeza me golpeó duro. Intentaba no mostrarlo frente a los demás, pero lo sabían. Siempre lo sabían.

La cena de nochebuena fue otro recordatorio doloroso, yo pensaba que estas navidades serían geniales, la casa llena de vida con todos juntos, pero no fue así. No estuve solo, Holly y George la pasaron conmigo, pero esas dos sillas vacías en la mesa me dolían y sabía que el día de navidad sería peor. Era consciente de que George la vería, que en casa de su hermano Trevor estaría ella, y aunque lo intenté, no pude evitar preguntarme cómo se sentía. Mientras George se preparaba para salir, yo estaba de pie en la entrada de la casa, sin decir nada. Sabía que ellos dos eran hermanos, y que George, a su manera, trataba de entender qué había pasado. Aunque nunca lo admitiera, lo veía en la manera en que sus hombros se tensaban cuando mencionaba su nombre. Antes de que se fuera le di la caja contenía un estoque, delicado y perfecto, hecho a medida para alguien que había aprendido a manejar armas con precisión letal, estaba hecho para ella, era para Anneliese. Le pedí que se lo diera pero que no mencionase que era de mi parte, él no se negó.

Secretos del UmbralDonde viven las historias. Descúbrelo ahora