Capítulo 19-Lockwood

21 3 7
                                    


La noche se extendía a nuestro alrededor con un aire festivo, luces brillando en las ventanas y la multitud aglomerada a lo largo de las calles, esperando el desfile. A nuestro lado, Penélope Fittes parecía una figura etérea en su abrigo oscuro, ciñéndolo con elegancia alrededor de su cuello. Nosotros intercambiamos miradas cautelosas mientras ella hablaba con una mezcla de cortesía y calculada formalidad.

—Una noche magnífica —dije, forzando una sonrisa mientras el bullicio de la gente crecía a nuestro alrededor.

Penélope asintió con un leve movimiento de cabeza.

—Sí, un intento extraordinario de entretener a la gente —respondió, con una nota de desgana en su voz—. Ha sido idea de Steve.

El señor Rotwell, de pie a pocos pasos de nosotros, soltó un gruñido bajo.

—Dulces y desfiles —gruñó, mirando su reloj—. Y todo el mundo contento.

Lo vimos alejarse, caminando a grandes zancadas. Penélope sonrió con amabilidad, pero era fácil adivinar que toda la parafernalia del desfile no le entusiasmaba.

—¿Y cómo le va a la agencia Lockwood? —preguntó, girándose hacia mí con un interés superficial.

—Pues intentamos aportar nuestro granito de arena —respondí, con una cortesía calculada.

—He oído hablar del encargo de Fiona Wintergarden. Bien hecho —añadió, como si estuviera distribuyendo cumplidos en pequeñas dosis.

George, siempre con su curiosidad aguda, aprovechó la oportunidad.

—Yo estoy ocupado investigando —dijo—. Quiero conseguir grandes cosas. Espero poder unirme a la Sociedad Orfeo algún día. ¿La conoce?

La señora Fittes dudó por un segundo, luego amplió su sonrisa de manera enigmática.

—Por supuesto que sí.

—Yo no estoy seguro —añadí, fingiendo interés—. ¿Qué es?

—Es una asociación independiente —explicó ella con su tono siempre educado—. Empresarios que intentan comprender el funcionamiento del Problema. Yo apoyo su labor. ¿Quién sabe lo que podríamos descubrir si usáramos nuestro ingenio? Sería un placer recibirle algún día, señor Karim.

—Gracias. Aunque no tengo claro si soy tan inteligente.

Ella rió, una risa elegante y ensayada.

—Señor Lockwood, debe conocer a uno de mis acompañantes. Este es sir Rupert Gale.

Mi mirada se dirigió al hombre detrás de ella. Un joven de cabello rubio largo y rizado sobre la frente, con un bigote meticulosamente arreglado y unos ojos azules tan intensos que parecían perforar el aire. Su postura era relajada, casi despreocupada, apoyado en un bastón brillante que rápidamente pasó a su mano izquierda para estrechar la mía.

—Sir Rupert.

El tono relajado con el que hablé no revelaba ni por un segundo la tensión que sentía al ver a ese hombre de nuevo. La última vez que nos cruzamos, nos había perseguido por una cañería en el tejado de una fábrica, blandiendo una espada dorada con la habilidad de un maestro. Y también había intentado matarme. Él también sabía quiénes éramos.

—Un placer. —La mano enguantada apretó la mía con fuerza—. ¿Nos hemos visto antes?

—Me parece que no —respondí, manteniendo mi tono ligero—. Sin duda lo recordaría.

—Lo cierto es que se me da bien recordar las caras —insistió sir Rupert Gale—. Nunca las olvido.

—Ah, hay cientos de personas con hocicos feos como el mío.

Secretos del UmbralDonde viven las historias. Descúbrelo ahora