Capítulo 57-Anneliese

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El pasillo fuera de la sala del tribunal era frío y silencioso, un fuerte contraste con el caos que habíamos dejado atrás. El mundo parecía detenerse por un momento, mientras nos reuníamos lejos de las miradas de mis padres, de Penelope, y de todos los demás que querían controlar mi vida. Tony me tenía en sus brazos, su abrazo fuerte y reconfortante. Sentía su mano acariciando suavemente mi cabeza, enredando sus dedos en mi cabello con ternura, y por un momento, el mundo exterior desapareció. Era lo único que necesitaba en ese instante: ese pequeño refugio.

Pero el sonido de las voces de George y Nana a lo lejos me sacó de esa pequeña burbuja de paz. Podía escuchar el tono de frustración y preocupación en su conversación.

—Esto no está saliendo como esperábamos —murmuró George, su voz cargada de desánimo. Podía imaginar su expresión tensa, con los brazos cruzados mientras miraba hacia el suelo.

Nana, siempre la voz de la calma, suspiró, aunque su tono también revelaba una ligera preocupación que rara vez dejaba ver.

—Puede que haya que sacar la artillería pesada —dijo en voz baja, pero lo suficiente para que la escuchara.

Mis músculos se tensaron al instante al escuchar esas palabras. Sabía exactamente a qué se refería Nana, y sentí cómo el miedo empezaba a apoderarse de mí. Me separé un poco del abrazo de Tony, pero sin dejar de sentir el calor de su cuerpo cerca del mío.

—No —dije de inmediato, con una firmeza que apenas reconocí en mí misma—. No necesitamos hacer eso. Puedo decirlo todo, pero eso no. No lo mencionaré y tú tampoco Nana.

Tony, que había estado en silencio hasta ese momento, inclinó la cabeza y me miró con esos ojos oscuros y preocupados. Sus manos dejaron de moverse en mi cabello, pero su contacto seguía siendo cálido y tranquilizador.

—¿Todavía hay algo que no hayáis mencionado? —preguntó, su voz suave pero cargada de la misma preocupación que veía en los ojos de George y Nana—. Si hay algo más, algo que pueda ayudar, tal vez deberías considerarlo.

Negué con la cabeza de inmediato, con más fuerza de la que había planeado.

—No —repetí, con una mezcla de angustia y determinación en la voz—. No voy a hacerlo. Es un límite que no pienso cruzar.

Nana, que había estado observando en silencio, se acercó un poco más a mí, su mirada llena de comprensión pero también de urgencia. Ella sabía lo que yo había pasado, sabía más de lo que nadie podía entender. Pero incluso ahora, no estaba dispuesta a exponer ese secreto, ese último vestigio de lo que había sido mi vida antes de Sitcup.

—Anneliese —dijo Nana, con una voz suave pero cargada de significado—, sé que es difícil. Sé que no quieres que esto salga a la luz, pero a veces, para proteger lo que amamos, debemos estar dispuestos a sacrificarnos un poco más.

Sentí el nudo en mi garganta apretarse, y aparté la mirada, luchando por mantener la calma. No quería llorar, no quería perder el control ahora, cuando todo dependía de mantenerme fuerte. Pero la idea de revelar aquello que había ocultado por tanto tiempo me aterraba. Era una parte de mí que había decidido mantener enterrada, un dolor que no quería compartir con nadie, ni siquiera con Tony.

—Entiendo lo que dices, Nana —dije finalmente, en un susurro—. Pero no puedo. No puedo usar eso para ganar. No de esa manera.

Tony, siempre atento a mis emociones, me acarició la mejilla suavemente, sus dedos trazando una línea reconfortante en mi piel. Sabía que estaba preocupado, sabía que quería lo mejor para mí. Pero también sabía que respetaba mis decisiones.

—Si es un límite para ti —dijo Tony, con voz baja—, entonces no lo cruzaremos. Pero si se pone aún peor quiero que. consideres usarlo.

Lo miré a los ojos, agradecida por su comprensión. Sentía el apoyo de todos a mi alrededor, y eso me daba la fuerza para mantener mi decisión firme.

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