Capítulo 8- Anneliese

29 4 13
                                    

En los días que siguieron, la agencia Lockwood no dejó de recibir casos nuevos. Estábamos al límite, cada uno de nosotros manejando más casos de los que podíamos contar. Lockwood, Lucy, George y yo continuábamos encargándonos de ellos por separado, aunque tanto Tony como mi hermano insistían en que era demasiado peligroso que yo saliera sola. Pero Lucy siempre me defendía, asegurando que tenía tanto derecho como cualquier otro de nosotros a asumir responsabilidades. Y aunque agradecía su apoyo, aquello solo aumentó las tensiones.

Nuestro frenético horario nos traía problemas. Para empezar, la falta de tiempo para investigar a fondo las apariciones antes de enfrentarlas era un descuido constante, uno que resultaba particularmente peligroso. Una noche, Tony casi acaba petrificado en una iglesia cerca de la calle Old. Había acorralado a un alma en pena detrás del altar y, en su concentración, casi no se dio cuenta de un segundo fantasma que se aproximaba por su espalda. Si hubiera leído un poco sobre la historia de la iglesia antes de ir, habría sabido que estaba encantada por los gemelos asesinados de la familia Radcliffe.

El cansancio también se convirtió en un enemigo constante, acechándonos. George, por ejemplo, fue sorprendido por un acechador en Whitechapel, justo cuando terminaba un caso en la vieja cárcel. Estaba agotado y se distrajo; el espectro lo emboscó desde una esquina oscura, y George solo escapó tirándose de cabeza al canal. Lucy no tuvo mejor suerte: se quedó dormida mientras vigilaba una pastelería supuestamente embrujada. No se dio cuenta del fantasma carbonizado que emergió lentamente del horno, acercándose con sus dedos ennegrecidos estirados hacia su cara. El repentino olor a carne quemada la despertó en el último segundo, justo antes de que el espectro lograra alcanzarla. La calavera de los susurros encontró eso hilarante cuando se lo conté más tarde.

Yo, sin embargo, había tenido más suerte. No había tenido ningún incidente importante porque había empezado a llevarme el cráneo de los susurros conmigo. A diferencia de cuando estaba con Lucy, cuando estaba conmigo, parecía más dispuesto a ayudar. Me avisaba de todos los peligros y, sorprendentemente, vigilaba mientras yo dormía. Sabía que le gustaba burlarse de mí, pero sentía que había una especie de extraña camaradería entre nosotros. Y a pesar de las críticas de Tony, seguía insistiendo en salir sola. Necesitaba esa libertad, esa sensación de estar al borde de lo desconocido. Estaba buscando algo, una conexión real con un fantasma, una oportunidad para demostrar mi valía.

Esa oportunidad no tardó en llegar.

Me citaron para un caso en un apartamento en el número veintiuno, en el bloque sur de la urbanización Bermuda, en Whitechapel. Era una familia desesperada que había pedido nuestra ayuda más de una vez, pero Tony lo había pospuesto dos veces, insistiendo en que los clientes estaban enfermos y que no era urgente. Sabía que, en realidad, solo intentaba que alguien más se encargara de él, alguien más experimentado. Pero la insistencia del cliente y la ocupación de Tony y George en otros casos dejó pocas opciones. Lucy había ido a visitar a su familia, así que me tocó a mí. Al final, Tony no pudo decir que no.

Decidí llevarme la calavera. No porque confiara completamente en su juicio, sino porque, en esos momentos de soledad, su charla, aunque a menudo desagradable, resultaba extrañamente reconfortante. Su parloteo sin fin llenaba los vacíos y, de alguna manera, me hacía sentir menos sola.

—¿De verdad vamos a esa pocilga de Whitechapel? —refunfuñó la calavera cuando le dije a dónde íbamos.

—Sí, y sería genial si esta vez te dignas a ayudarme en lugar de solo criticar —le respondí, ajustándome el cinturón y asegurándome de que mi estoque estuviera en su sitio.

Oh, claro, pequeña guardiana, te salvaré de todos los peligros... —dijo con su voz burlona, pero luego bajó el tono, casi en un susurro—. Pero esta vez, realmente deberías tener cuidado, se lo que vas a intentar.

Secretos del UmbralDonde viven las historias. Descúbrelo ahora