𝗗𝗔𝗥𝗞 𝗥𝗘𝗗 | 𝗕𝗘𝗡 𝗣𝗜𝗡𝗖𝗨𝗦

━ 59.❝La entrega❞

Los cinco amigos se aferraban a la caja del camión, sus cuerpos apretados contra el metal frío. La visión del Becklespinax, inerte pero imponente, los llenaba de una mezcla de angustia y fascinación. Morgan, con el rostro pálido y los ojos llenos de un miedo que se negaba a abandonar, no podía dejar de pensar en la imagen de Valen siendo devorado por la bestia. Cada rugido fantasmal que resonaba en sus oídos la transportaba a ese momento aterrador, a la desesperación de Valen y al terror que la había paralizado.

Alexa, por su parte, observaba al dinosaurio con una mezcla de rabia y preocupación. Su ceño fruncido no se debía solo a la furia que le provocaba la criatura, sino también al miedo que sentía por sus amigos. La imagen del Becklespinax despertando, con su furia desatada, la aterrorizaba. No podía permitir que les pasara algo a sus amigos, no después de todo lo que habían pasado.

De pronto, un golpe seco resonó en la caja del camión. El dinosaurio se movió, sus pesados párpados se agitaron. Los adolescentes se tensaron, el miedo los paralizó. Alexa, instintivamente, levantó los brazos para proteger a sus amigos, pero la bestia volvió a hundirse en el sueño. Un suspiro colectivo de alivio recorrió la caja del camión. La tensión se disipó, pero el miedo aún se aferraba a sus corazones.

━━ en cualquier momento me dará un infarto. ━━ musito la rubia. ━━ ¿cuanto tiempo podrá estar dormido?

Alexa se paró. ━━ tal vez podríamos ver dónde estamos.

Alexa sigilosamente puso un pie encima del dinosaurio, los demás la miraban con nerviosismo pidiendo internamente que el depredador no se despierte, Alexandra una vez arriba se asomo para ver dónde estaban pero soltó un suspiro de frustración.

━━ lo único que veo es campo abierto. ━━ aviso la castaña.

━━ estupendo, ahora regresa antes de que pase el efecto. ━━ le dijo la rubia.

Alexa regresó al grupo, su mirada se posó en el dinosaurio, un nudo de culpa se formó en su garganta.  Un escalofrío recorrió su espalda al escuchar un gruñido amenazante.  El otro Becklespinax, encerrado en la jaula de enfrente, había sentido su presencia. Los cinco adolescentes retrocedieron, aterrorizados, con la mirada fija en el monstruo que se agitaba detrás de ellos.

El dinosaurio de la otra jaula, enloquecido por su encierro, comenzó a golpear con fuerza los barrotes, un sonido metálico que resonaba en el espacio. El miedo se apoderó de ellos,  la posibilidad de que el otro dinosaurio despertara era cada vez más real.

Observaron con horror cómo la jaula comenzaba a ceder ante la furia del dinosaurio. Sammy, Morgan y Yaz, con una rapidez asombrosa, se abalanzaron para reforzar la jaula, pero sus esfuerzos fueron interrumpidos de forma brusca. El camión se detuvo en seco,  arrojándolos al suelo.  En ese instante, las puertas del camión se abrieron de golpe, liberando al otro Becklespinax.  Los cinco amigos, sin dudarlo, vieron la oportunidad de escapar. Alexa, con la mente ágil,  identificó una pequeña puerta debajo del camión.

Con el corazón latiendo a mil por hora, se deslizaron por la abertura, buscando refugio debajo del camión.  El sonido de las descargas eléctricas resonó en el aire, un sonido que les helaba la sangre.  El dinosaurio,  atado por los cables,  rugía con dolor,  su cuerpo convulsionaba con cada descarga.  Las sombras del dinosaurio,  iluminadas por las descargas,  se proyectaban en las paredes del camión,  un espectáculo aterrador que les recordaba la brutalidad de su situación.

Los demás adolescentes observaban la escena con pena,  el dolor del dinosaurio les conmovía.  Pero Alexa,  con el ceño fruncido,  no miraba a los hombres que electrocutaban al Becklespinax,  su mirada se posaba en el dinosaurio con una mezcla de confusión y desasosiego.  No entendía la indiferencia que reflejaban sus ojos,  como si el dolor no le afectara,  como si fuera algo ajeno a él.  Una sensación de inquietud  la invadió,  un presentimiento de que algo no encajaba en esa escena de sufrimiento.