.

1.1K 83 36
                                    


Caminé lento, arrastrando los pies, hasta la puerta de la habitación de Franchesca. En mis manos llevaba dos sándwiches recién hechos por la señora Carla, la doña que siempre nos ayuda en casa. Los sándwiches olían sabrosito, el queso derretido y el jamón doradito, y en la otra mano, un vaso de jugo de naranja, recién exprimido. Siempre con el toque costeño que la señora Carla le ponía a todo lo que cocinaba.

Llegué a la puerta de Fran y la toqué un par de veces, suavecito, pero ella no respondió.

—Fran, soy yo —dije bajito, con la voz calmada, no quería sobresaltarla.

—Pasa —respondió, con esa voz que me partió el alma en dos.

Abrí la puerta y la vi ahí, sentada en su cama, abrazando sus rodillas. Tenía los ojos hinchados de tanto llorar y el pelo todo desordenado, como si no hubiera dormido en días. Eso me dolió. Fran siempre había sido la más fuerte de nosotras, pero verla así me hacía sentir que todo estaba mal.

Me acerqué despacio y me senté a su lado en la cama. Puse el plato con los sándwiches en la mesa de noche y dejé el vaso de jugo ahí también. La miré, y ella me miró de vuelta, pero no dijo nada al principio.

—Yo amo a Sasha —soltó de repente, con la voz temblorosa.

—Lo sé —le dije, pasándole la mano por el pelo, tratando de calmarla un poco.

Aclaremos una cosa: Sasha es su novia. Una bacana que siempre ha estado ahí para Fran, y aunque la vieja no lo acepte, ellas dos son tal para cual.

—Todo se va a solucionar —le contesté, aunque ni yo misma sabía cómo, pero en ese momento, solo quería que ella sintiera que no estaba sola.

—Bri, es mi sueño, es mi más grande sueño que ese bufete de abogados sea mío —dijo, mirando al vacío—. He estudiado tanto, me he matado en la universidad para llegar a donde estoy hoy, y ahora todo esto... todo este esfuerzo, ¿para qué?

Le dejé un besito en la frente, ese besito de hermana menor que siempre funciona para que se sienta un poquito mejor.

—He intentado complacer a todos —continuó—. Desde que papá y mamá murieron, yo he sido la mejor en todo. Nunca he fallado, Bri, ¡nunca! Y aun así, nunca me reconocen nada. ¿Para qué me parto el lomo, si nunca es suficiente para ellos?

Y eso era cierto. Fran siempre había sido la que cargaba con todo, y ahora la abuela quería quitarle lo que más deseaba por un prejuicio absurdo.

—Coraline se va a burlar de mí —dijo, como si ese pensamiento fuera lo que más le dolía.

Ah, verdad que no les he contado. Yo soy la menor de las tres. Franchesca tiene 24, recién cumplidos, Coraline 23, y yo 20. Coraline es, digamos, la hermana "competitiva", siempre buscando la manera de salirse con la suya. Y claro, si esto llega a pasar, no perderá la oportunidad de reírse en la cara de Fran.

—Si se burla, le meto su trompa... —dije, haciendo el gesto como si le fuera a dar un puño a alguien. Fran sonrió entre lágrimas, y yo supe que al menos le había sacado una risita—. Mira, recuerda que yo y la tía siempre estamos aquí pa' ti, pa' lo que necesites, y ya verás que algo se nos va a ocurrir.

Me levanté de la cama y me dirigí hacia la puerta. Alguien estaba tocando, y ya me lo imaginaba, eso era Sasha. A Fran siempre le cambiaba la cara cuando ella estaba cerca, y yo sabía que la necesitaba ahora.

Abrí la puerta y, efectivamente, ahí estaba Sasha, con su sonrisita de siempre.

—Uy, hay junta de lesbianas hoy —dije en tono de chiste, soltando una carcajada. Sasha también se rió.

—Qué boba eres, Brittany —me dijo, rodando los ojos.

Me salí de la habitación y cerré la puerta detrás de mí, dejando que Sasha y Franchesca tuvieran su tiempo. Sabía que Fran necesitaba a su novia ahora más que nunca.

Caminé por el pasillo, pensando en lo injusto que era todo esto. Pero una cosa tenía clara: si la abuela creía que iba a rompernos, no sabía con quién se estaba metiendo.

El esposo de mi hermana - Richard RiosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora