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Al llegar de nuevo a mi casa, lo único que quería era encerrarme en mi habitación. Me puse a pensar en qué podría hacer al día siguiente para despejar la malparida cabeza. Todo me parecía un caos: la situación con Richard, el drama con la familia, y todo lo que había pasado en Barú. Estaba agotada mentalmente, así que pasé el día desempacando, intentando que la rutina me ayudara a no pensar tanto.

Hacia las 3 de la tarde, escuché la puerta abrirse suavemente. Me levanté con desgano y abrí cuidadosamente, esperando que no fuera la abuela o, peor, Coraline. Para mi sorpresa, era Franchesca. Tenía una bandeja en la mano.

—Hola, te traje un poco de comida —dijo con una pequeña sonrisa, aunque sus ojos estaban un poco rojos, como si hubiera llorado.

Traía salmón con arroz y aguacate, acompañado de una limonada fresquita. Mi estómago, aunque estaba revuelto, agradeció el gesto.

—Pasa —le dije, abriéndole más la puerta y haciéndole una seña para que entrara.

Franchesca puso la bandeja en mi escritorio y se sentó en el pequeño sofá que tengo en la habitación. Había una tensión en el aire, pero sabía que teníamos que hablar. Nos entendíamos sin decir mucho, pero esta vez ella rompió el silencio.

—¿Estás enojada conmigo por lo de Richard? —preguntó de repente, su voz suave pero cargada de culpa.

Me quedé mirándola unos segundos, sorprendida por la pregunta. Claro que estaba molesta, pero no era con ella.

—¿Quéee? Claro que no, Fran —le dije, mirándola directamente a los ojos para que viera que no mentía.

Me senté en el sofá junto a ella con mi plato de comida en las manos, comenzando a comer. El salmón estaba delicioso, aunque apenas podía disfrutarlo con todo lo que pasaba por mi cabeza.

—Entiendo tu situación, y sé que es más difícil para ti que para mí —dije finalmente, entre bocados—. Pero yo sé que te gusta Richard, Bri. Lo veo en tus ojos.

—Y yo sé que te gusta Sasha y que todo esto es tan confuso para ti... —respondí, sin querer entrar en ese tema. No era momento de hablar de lo que sentía por Richard, aunque mi hermana tenía razón. Él me gustaba, más de lo que quería admitir.

Franchesca suspiró, jugando nerviosamente con las mangas de su camisa. Parecía tan vulnerable en ese momento, tan distinta de la Franchesca que todos conocían.

—A veces no sé qué hacer —dijo en voz baja, como si hablara consigo misma.

Me acerqué más y le puse una mano en el brazo mientras llevaba una cucharada de arroz a la boca.

—Falta poco, Fran. Yo sé que vas a poder con esto. No te preocupes. Todo va a salir bien.

De repente, soltó una bomba que no esperaba.

—Sasha quiere terminar —dijo de golpe, y mis ojos se abrieron como platos. No podía creer lo que estaba escuchando.

Sabía que la situación con Sasha no era fácil, pero no esperaba que llegara a ese punto. Entendía a mi hermana, pero, más que todo, entendía perfectamente a Sasha. Debía ser muy hijueputa ver a la persona con la que has estado por años fingir estar enamorada de alguien más, y encima casarse.

Franchesca continuó hablando, como si cada palabra le doliera más que la anterior.

—Y ahora me voy a casar... y no va a ser con el amor de mi vida —dijo, su voz quebrándose un poco.

Me quedé en silencio, dejando que esas palabras se asentaran en el aire. Aunque el casamiento fuera solo por conveniencia, sabía lo difícil que debía ser para Franchesca. La situación no tenía nada de fácil para nadie.

—Pero te casarás por la registraduría. Después puedes divorciarte y casarte con Sashita. Y quién sabe, tener minis Sashas y minis Franches —intenté aligerar el ambiente, aunque sabía que la situación no tenía gracia.

Franchesca soltó una pequeña risa, un poco amarga pero al menos había logrado hacerla reír.

—Es mi sueño —susurró mientras se levantaba del sofá, caminando hacia la puerta.

La vi alejarse en silencio mientras me tomaba la limonada. A veces, las personas somos egoístas y nos centramos solo en nuestros problemas, sin darnos cuenta de lo que otros están pasando. Franchesca llevaba una carga inmensa, y aunque yo estaba atrapada en mis propios sentimientos por Richard, ella también estaba viviendo su propio infierno.

Suspiré profundamente, tratando de encontrar alguna claridad en medio de todo este caos.

El esposo de mi hermana - Richard RiosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora