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El día amaneció con una calma extraña, pero ya sabía que eso no iba a durar mucho. Después del episodio de la noche anterior, había decidido tomarme el día con tranquilidad, pero claro, en esta casa nunca se puede estar en paz por mucho tiempo. Coraline seguía por ahí, y su presencia me incomodaba desde el minuto en que llegó.

Bajé a la cocina para agarrar algo de desayunar. Richard estaba sentado en la barra, tomando café y mirando su celular, pero la que me sorprendió fue Coraline, quien estaba a su lado, demasiado cerca para mi gusto.

— ¡Buenos días, hermanita! — dijo Coraline con esa voz chillona que siempre me sacaba de quicio, mientras me daba una sonrisa que claramente escondía sus verdaderas intenciones.

— Ajá, buenos días... — respondí, sin mucho entusiasmo, mirando la escena frente a mí.

Coraline, como siempre, estaba perfectamente arreglada, con un vestido ajustado que dejaba poco a la imaginación, mientras se inclinaba hacia Richard con una risa que no tenía nada de inocente. Richard, en cambio, seguía mirando su celular, pero se notaba que estaba consciente de la atención que ella le estaba dando.

— ¿Dormiste bien? — le preguntó Coraline a Richard, tocándole el brazo con esas manos perfectamente cuidadas, como si no fuera obvio lo que estaba intentando hacer.

— Más o menos — respondió Richard, sin apartar la vista del teléfono, aunque una leve sonrisa se le dibujó en el rostro. El muy descarado la estaba disfrutando.

— Qué mal... — dijo Coraline, con un tono que claramente no era de preocupación real. — Deberías descansar más, ¿no crees?

Yo, en cambio, me acerqué a la nevera, agarré un yogur, y rodé los ojos con fuerza. No podía creer lo que estaba viendo.

— ¿Qué haces hoy, Richard? — insistió Coraline, inclinándose aún más cerca de él, como si no tuviera sentido del espacio personal.

— Lo de siempre, trabajo— respondió él, sin mucho interés, pero se le notaba divertido. Y eso era lo que más me irritaba.

— ¡Ay, pero no todo es trabajo! — le dijo Coraline, tocándole el hombro esta vez. — Seguro puedes sacar un tiempito para relajarte. Quizá podamos hacer algo juntos, ¿no te parece?

Casi me atraganto con el yogur.

— ¡¿Qué?! — dije en voz alta, sin poder evitarlo. Era el colmo Richard levantó la mirada de su teléfono por primera vez y me miró, con una sonrisa apenas contenida.

— ¿Qué pasa, Brit? ¿Te sientes bien? — dijo Coraline con una sonrisa falsa, mientras se giraba hacia mí.

— ¿Yo? Perfectamente. Solo que me parece curioso cómo algunos están tan interesados en el "descanso" de otros— le dije, mirándola fijamente, cruzándome de brazos.

— Ay, hermanita, no empieces. Solo estoy siendo amable con Richard. Después de todo, somos familia, ¿o no? — respondió Coraline con esa inocencia fingida que me hervía la sangre.

— Claro, claro... "familia"— le respondí, enfatizando la palabra de una manera que no dejaba lugar a dudas de lo que realmente pensaba.

— ¿Y tú qué dices, Richard? — Coraline volvió a mirarlo con esos ojos que creía encantadores, pero que a mí me daban ganas de salir corriendo.

Richard me lanzó una mirada rápida antes de responder.

— Yo digo que tengo mucho trabajo. — Se encogió de hombros, haciendo que Coraline frunciera los labios por un segundo.

— Pero puedes tomarte un descanso de vez en cuando, ¿no? — insistió ella, pasándose una mano por el cabello, claramente coqueteando.

— Coraline, no todo el mundo tiene tiempo para estar de vacaciones como tú— le dije, lanzándole una mirada fulminante.

Coraline me ignoró y volvió a centrar su atención en Richard.

— Bueno, si cambias de opinión, estaré en la piscina esta tarde. Por si te provoca unirte— dijo, dejando caer la frase como quien no quiere la cosa, antes de darle un último toque en el brazo y marcharse con su sonrisita.

Cuando se fue, me quedé mirando a Richard, que finalmente soltó una risa suave.

— ¿De qué te ríes? — le pregunté, cruzándome de brazos.

— De tu cara, Brit. Parecías lista para explotar — dijo él, levantándose de la silla.

— ¿Y qué querías que hiciera? ¿Ver cómo Coraline te coquetea en tu propia casa? — le solté, sin poder ocultar el fastidio en mi voz.

— Tranquila, Brit. No pasó nada, ella solo es así — dijo Richard, como si no fuera nada grave.

— Sí, claro. Solo espero que no te metas en líos por ser tan "amable"— le respondí, levantando las cejas.

Richard me miró por un segundo, serio, pero luego volvió a sonreír.

— ¿Y por qué te molesta tanto? — preguntó, acercándose un poco más, como si quisiera provocarme.

— Porque es mi hermana, y tú... tú eres el novio de Franchesca. No me parece bien que se te acerque tanto, ¿o sí? — le respondí, levantando el mentón.

— ¿Y eso es lo único que te molesta? — insistió, mirándome con esa intensidad que me hacía sentir incómoda.

— ¿Qué más debería molestarme? — le dije, tratando de mantener la compostura, aunque sabía perfectamente a lo que se estaba refiriendo.

— No lo sé, Brit. Tú dime— respondió él, con esa sonrisa arrogante que me sacaba de quicio.

— No te hagas el interesante, Ríos. No eres tan difícil de leer— le respondí, girándome para salir de la cocina. —Nos vemos luego.

Y me fui sin mirar atrás, pero con el estómago hecho un nudo. Coraline no iba a dejar de intentar meterse en donde no la llaman, pero si pensaba que iba a pasar por alto todo lo que estaba ocurriendo, estaba muy equivocada.

El esposo de mi hermana - Richard RiosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora