A la mañana siguiente, el dolor de cabeza me despertó antes de que el sol estuviera completamente fuera. Mi cuarto olía a una mezcla de perfume y alcohol, y mi garganta estaba seca como si hubiera pasado toda la noche hablando. Richard no estaba por ningún lado, pero su camiseta todavía estaba tirada sobre mi cama. "Genial", pensé, "lo último que necesito es recordar lo que pasó anoche".
Me estiré en la cama, mirando el techo, mientras mi mente repasaba lo sucedido: el baile, las copas, Coraline metiéndose donde no la llamaban, y ese momento con Richard en mi cuarto. Había sido intenso, aunque no sé si el alcohol lo hacía sentir más de lo que realmente fue. Pero no podía negar que cada vez que él me miraba, algo en mí se descontrolaba.
Justo cuando estaba a punto de levantarme, escuché unos golpes en la puerta.
—¡Brittany! —gritó mi tía desde el otro lado—. Nos vamos en una hora, apúrate.
Suspiré, sabiendo que el almuerzo con mi abuela no iba a ser nada fácil, especialmente con Coraline y todo lo que había pasado la noche anterior. Me levanté de la cama, recogí la camiseta de Richard y la tiré en el cesto de la ropa sucia, tratando de no pensar mucho en lo que había pasado.
Después de una ducha rápida, me vestí con algo sencillo pero elegante para la ocasión. Sabía que mi abuela no aceptaba menos. Bajé las escaleras y ahí estaban todos ya listos: Franchesca, Sasha, y por supuesto, Richard, que me lanzó una mirada rápida y se rio cuando vio que yo también lo miraba.
—¿Todo bien? —preguntó Richard con su tono despreocupado.
—Todo bien, sí —le respondí, aunque mi mente seguía repasando lo de la noche anterior.
Nos subimos al auto, y como siempre, Franchesca iba manejando a toda velocidad, haciendo que el trayecto fuera más corto de lo que esperaba. El aire entre todos era un poco incómodo, pero Sasha trataba de mantener la conversación ligera, hablando sobre cosas sin importancia. Yo, por mi parte, me mantuve en silencio la mayor parte del viaje, mirando por la ventana, mientras mi cabeza todavía daba vueltas por la resaca.
Al llegar a la casa de mi abuela, el ambiente cambió de inmediato. Era un lugar demasiado formal para una mañana después de una fiesta. Mi abuela, con su actitud siempre seria, nos recibió en la puerta.
—Llegaron justo a tiempo —dijo, mirándonos uno a uno con esa mirada evaluadora que siempre usaba.
—Sí, abuela —respondió Franchesca con una sonrisa falsa, intentando mantener la compostura.
Coraline llegó, haciendo su típica entrada dramática como si todo el mundo estuviera esperando por ella. Se sentó justo enfrente de Richard, lanzándole una de esas sonrisas coquetas que siempre usaba cuando quería llamar la atención.
—¿Qué tal la noche, chicos? —preguntó, aunque claramente se dirigía solo a Richard.
Franchesca, que estaba sentada a su lado, la fulminó con la mirada, pero Coraline parecía no darse cuenta o simplemente no le importaba. Yo estaba entre Franchesca y Richard, y trataba de mantener la compostura, pero cada vez que Coraline abría la boca me daban ganas de soltar algún comentario sarcástico.
—Bien, Coraline —respondió Richard, sin mucho entusiasmo, como si estuviera cansado de la actitud de ella.
—¿Seguro? —insistió Coraline—. Porque me contaron que anoche algunos tuvieron un poco más de acción que otros... —dijo con una sonrisa maliciosa.
Yo apreté los dientes, sintiendo cómo la tensión en la mesa aumentaba. **Esto es lo que me faltaba**.
Franchesca intervino, con ese tono calmado pero firme que usaba cuando quería mantener el control.