El sol de Barú estaba en su punto más alto cuando nos dirigimos a la playa. Yo iba con Kylie, Franchesca y Sasha, lista para un día de tranquilidad después de la tensión de la mañana. Todo pintaba bien... hasta que apareció Coraline, como siempre, metiendo la cucharada en donde no la llaman.—¡Ajá! ¿Y ustedes no avisan cuando van a la playa o qué? —dijo Coraline, bajando con su toalla y ese sombrero ridículamente grande, como si fuera la reina de la fiesta.
Franchesca rodó los ojos, pero no dijo nada. Sasha tampoco parecía contenta con la invasión, pero como siempre, prefirió mantenerse en su calma silenciosa. Kylie, en cambio, solo me miró con una sonrisa burlona, como si ya se estuviera preparando para el show que vendría.
—Coraline, ni que fuera un evento formal —le dije, tratando de mantener la calma mientras me tumbaba en la arena.
—Ay, Bri, siempre tan simpática —respondió Coraline con su típica sonrisa falsa.
Richard estaba un poco más lejos, acomodando su toalla, y Coraline no tardó ni cinco segundos en ponerse a su lado. La vi de reojo cuando comenzó a "charlar" con él. Al principio, no le di importancia; ya sabía cómo era Coraline. Pero después de un rato, la cosa empezó a ponerse incómoda.
Estábamos todos relajándonos, Kylie y yo riéndonos de algo que habíamos visto en TikTok, cuando vi a Coraline tocarle el brazo a Richard de manera demasiado... cercana. Él, como siempre, se limitó a sonreír de manera incómoda, pero no hizo mucho por apartarse.
—¿Tú viste eso? —le dije a Kylie, apretando los dientes, mi tono cargado de rabia contenida.
—Ay, niña, tranquilízate. Coraline siempre ha sido así, buscando atención —respondió Kylie, intentando calmarme, pero yo ya sentía el coraje subir por dentro.
La cosa se puso peor cuando, minutos después, Coraline soltó una carcajada exagerada y, sin motivo aparente, se inclinó sobre Richard para "acomodarle" el cabello, como si fueran lo más íntimos del mundo.
—¡No, ya no más! —dije, levantándome de un salto. Mis palabras salieron más fuertes de lo que pretendía, haciendo que todos me miraran, incluida Coraline.
—¿Qué pasa, Bri? ¿Te duele algo? —preguntó Coraline, con una sonrisa de falsa inocencia.
—Nada que tú puedas arreglar —respondí, mordaz.
Richard me miró, algo confundido. Sabía que había pasado el límite de mi paciencia. Estaba harta de que Coraline se metiera en todo, especialmente con Richard, y él... no hacía nada por frenarla.
***
Después de lo que pareció una eternidad, finalmente regresamos a la villa. Nadie dijo mucho durante el trayecto. Yo iba delante de todos, sin mirar atrás, con la rabia a flor de piel. Coraline se quedó callada por fin, y Richard se mantenía algo distante. Sabía que tendría que lidiar con él más tarde, pero en ese momento solo quería meterme en mi cuarto y cerrar la puerta.
Subí a mi habitación, dejando caer mi mochila en el suelo, y me dirigí al baño. Mientras me desmaquillaba frente al espejo, el coraje aún me quemaba por dentro. Lo último que quería era ver a Richard.
Pero justo cuando estaba terminando, escuché la puerta de la habitación abrirse suavemente. Sabía quién era antes de que hablara.
—¿Estás enojada conmigo? —preguntó Richard, con esa voz calmada que tanto me molestaba en ese momento.
Apreté los dientes. Por supuesto que estaba enojada. Quería golpearlo por no ponerle un alto a Coraline, pero me limité a quedarme callada, concentrada en mi reflejo en el espejo.
—Estás enojada conmigo —repitió, esta vez con tristeza en el tono de su voz.
Me separé del espejo para agarrar otra esponja, pero antes de que pudiera hacer algo, sentí sus manos en mis caderas, anclándome en mi lugar. No me moví. Mi mirada seguía fija en el suelo, sin querer enfrentarlo, sin querer mostrar lo mucho que me afectaba todo.
—Brittany, por favor, mírame —dijo, su voz sonaba torturada, como si realmente le doliera.
Casi me doblego... Casi.
—Bri, mírame —insistió, su tono más suave, casi suplicante.
Cerré los ojos por un segundo, intentando respirar profundamente, pero el peso de sus manos en mis caderas, su cercanía, y todo lo que había pasado en la playa seguían retumbando en mi cabeza. Estaba molesta. Sentía que él debía haber hecho algo para detener a Coraline, para dejar claro que no le interesaba.
Finalmente, giré mi cuerpo, aunque no pude levantar la vista para mirarlo directamente. Mi respiración era pesada, y sentía el calor subir por mi cuello.
—Richard... no es que no lo sepas, pero Coraline siempre hace lo mismo. Y vos, ¿por qué no decís nada? —murmuré, tratando de no explotar, aunque las palabras me salían rápidas y cargadas de frustración.
Él me miró, sorprendido por mi reacción, pero no soltó mis caderas.
—Bri, te juro que no le presto atención, vos sos la que importa. Solo estaba tratando de evitar problemas... —dijo, acercándose un poco más.
—¿Evitar problemas? —dije, soltando una pequeña risa amarga—. Richard, el problema es que no haces nada. Solo dejas que ella se pase contigo, y yo soy la que tiene que aguantar.
Sus ojos se suavizaron, y sentí que sus manos apretaban mis caderas con más fuerza.
—Tenés razón. Debí haber hecho algo, pero no quiero empeorar las cosas con tu abuela. Sabés cómo se pone... —dijo él, con voz baja, intentando justificar lo injustificable.
Yo seguía con la vista baja, tratando de no ceder ante su cercanía, ante el calor de sus manos en mi piel, pero no podía evitar sentirme vulnerable. Todo lo que había pasado en la playa seguía en mi cabeza, y aunque sabía que Richard no tenía malas intenciones, el dolor de verlo con Coraline me quemaba.
—Bri, mírame, por favor —repitió.
Finalmente, levanté la mirada, encontrándome con sus ojos. Estaba arrepentido, lo veía, pero eso no hacía que la rabia desapareciera por completo.
—Solo no quiero que esto nos afecte —dijo, con un tono de sinceridad que me desarmó.
Solté un suspiro y, sin decir nada más, me separé un poco, dándole la espalda para procesar todo lo que había pasado. Sabía que esto no iba a ser fácil, pero había una parte de mí que no podía dejar de sentir lo que sentía por él, por mucho que quisiera.
Y él lo sabía.