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El sol se filtraba a través de las cortinas, iluminando mi cuarto con una luz dorada, pero no lograba deshacerme del nudo en el estómago. La casa estaba en silencio, como si estuviera esperando algo. Hoy era uno de esos días en los que el aire se sentía más pesado, como si todo estuviera a punto de explotar. La familia reunida, como siempre, y yo con el corazón lleno de preguntas.

El sonido de los pasos de la abuela se escuchaba por el pasillo, su presencia era imponente, como una sombra que nunca te dejaba respirar. Mi tía ya había gritado desde la cocina que bajara a comer, como todos los domingos. Pero yo no tenía ganas de comer. No tenía ganas de nada. Solo quería huir de la realidad que parecía estar tan cerca de desmoronarse.

De repente, algo irrumpió en el aire. Vi a Franchesca entrar al salón, con una carta en la mano. La miré, confusa, porque jamás la había visto tan seria. En la parte superior del sobre estaba escrito *López y Asociados*. El logo de un bufete de abogados importante. Me sorprendió ver algo tan formal en sus manos. Pero lo que más me sorprendió fue la expresión que traía en la cara, como si acabara de recibir una noticia que cambiaría todo.

—¿Qué es eso, Franchesca? —le preguntó la abuela, frunciendo el ceño mientras la observaba.

Franchesca no respondió al principio. Estaba como en shock, mirando el sobre como si no pudiera creerlo. Yo me acerqué un poco, sin que nadie me notara. Algo en el aire me decía que esto no era algo normal.

Franchesca abrió el sobre con las manos temblorosas. La carta estaba escrita con caligrafía elegante y cuidada, algo que llamaba la atención inmediatamente. Al principio, todo parecía una simple formalidad. Pero luego, mientras leía, sus ojos se agrandaron. La sorpresa y la tensión se notaron en su rostro, y fue entonces cuando todo empezó a tomar forma.

—¿Qué te dicen ahí? —volvió a preguntar la abuela, visiblemente molesta por la tardanza en la respuesta.

Franchesca levantó la vista y, con un suspiro, comenzó a hablar.

—Me ofrecen un puesto en otro bufete de abogados —dijo en voz baja, pero suficiente para que todos en la sala escucharan.

Coralina, que siempre estaba al tanto de todo lo que sucedía, soltó una risa sarcástica.

—¿En otro bufete? ¡Ay, Franchesca! No te hagas la loca, tú sabes que aquí tenemos todo lo que necesitas.

Mi tía y yo estábamos en silencio

Pero Franchesca no dijo nada más, solo miró la carta una vez más, como si estuviera buscando algo que no pudiera encontrar. Vi cómo se le formaban las lágrimas en los ojos, pero se las tragaba rápidamente, sin dejar que nadie las viera.

La abuela, como siempre, tomó el control de la situación.

—¿Y qué significa eso? —dijo con una voz fría, casi como si estuviera hablando de cualquier otra cosa. —¿Vas a irte de aquí?

Franchesca miró a la abuela, y por primera vez la vi tan decidida, tan segura de sí misma.

—Ellos me ofrecen una oportunidad que aquí no puedo tener. Me aceptan tal y como soy, incluso con mi relación con Sasha, lo cual, como bien sabes, no es algo que me permitan aquí —dijo, mirando a todos en la mesa.

Prácticamente ella había confirmado su relación

El silencio se instaló en la habitación. Nadie se atrevió a hablar. Yo me senté en el sofá, observando cómo todo se desmoronaba a su alrededor. Sentí que las palabras de Franchesca flotaban en el aire, como una bomba que explotaría en cualquier momento.

—No puedes hacer esto, Franchesca —dijo la abuela finalmente, su tono se volvió más áspero. —Lo que estás diciendo es una traición. Esto significa perder todo lo que hemos construido. El bufete familiar, tu lugar aquí, tu futuro. No puedes irte por un capricho.

Franchesca se mantuvo en silencio, mirando la carta en sus manos, como si tomara cada palabra de la abuela y las estuviera sopesando. Yo no podía soportar cómo la situación la estaba afectando. Por un lado, entendía lo que ella sentía. Todo el tiempo había estado atrapada en las expectativas de la familia. Pero por otro lado, también sabía lo que significaba esta decisión: perder todo lo que le había costado construir, su lugar aquí, su futuro.

—Y tú crees que quedándome aquí voy a ser feliz, ¿verdad? —preguntó, alzando la voz por primera vez, sacudiendo la mesa. —Siempre he tenido que complacerlos a todos, siempre he tenido que seguir sus reglas. Pero ya no puedo más. Este lugar no es para mí.

Coraline , que siempre estaba de acuerdo con lo que decía la abuela, frunció el ceño.

—¡Ay, Franchesca, qué exagerada! Aquí tienes todo, ¿qué más quieres? Si te vas, perderás todo lo que la familia ha hecho por ti.

Franchesca levantó la cabeza y, con una calma que sorprendió a todos, respondió:

—No necesito que nadie haga nada por mí. Solo necesito vivir mi vida, hacer lo que me hace feliz, y eso no lo encontraré aquí.

Y entonces, en ese instante, supe que algo había cambiado. Sabía que ella estaba tomando una decisión que iba a marcar un antes y un después, una decisión que podría separarnos para siempre.

La abuela se levantó de la mesa, furiosa, mientras mi tía la seguía de cerca.

—Si decides hacer esto, no habrá vuelta atrás —dijo la abuela, mirando a Franchesca con dureza.

Pero Franchesca no dijo nada. Solo la miró con una calma serena, como si finalmente estuviera encontrando su propio camino.

Mientras la abuela y mi tía se retiraban, yo me quedé sentada allí, sin palabras. Sabía que este momento definiría el futuro de todos. Franchesca había tomado su decisión, y aunque no podía entender del todo lo que sentía, admiraba su valentía.

—Hazlo por ti, Franchesca —susurré para mí misma, sintiendo que la familia, una vez más, se alejaba por completo.

El esposo de mi hermana - Richard RiosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora