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Estaba durmiendo profundamente, cuando de repente un calor insoportable empezó a invadir mi cuarto. Abrí los ojos y sentí que me sofocaba. Se fue la malparida luz. Miré el teléfono con esa lucecita que apenas alumbraba mi cara y vi la hora: las **2 am**. Ya empezaba a sentir el sudor en la piel, pegándose a las sábanas.

—¿Qué porquería es esta?— murmuré mientras agarraba el celular, que para colmo tenía apenas un 15% de batería. Le escribí a **Kylie**:

**Yo:** *mk, se fue la luz...*

Kylie no tardó en responder.

**Kylie:** *¿Y allá no hay planta?*

**Yo:** *¡Como que no! ¿Qué hijuepu' calor es este?*

**Kylie:** *JAJAJA. Ojalá se prenda en candela Coraline...*

Reí en voz alta. Sabía que lo decía por puro fastidio, pero qué ganas tenía de que algo pasara con Coraline y su actitud de reina. Aunque en ese momento ni Coraline me importaba, solo quería aire.

**Kylie:** *Vaya, duerma con Ríos antes de que te lo quite...*

Leí ese mensaje y me quedé unos segundos mirándolo, pensando en la locura que acababa de escribir.

**Yo:** *Ay, Dios, si duermo con él, ¡no duermo!*

**Kylie:** *JAJAJAJA Velaaa, ve y dice que no, que el man es feo.*

Rodé los ojos. ¿Feo? El tipo era cualquier cosa menos feo, pero eso no quería decir que me cayera bien.

**Yo:** *Estoy hablando locuras por el calor. Además, no creo que Coraline sea tan mala de meterse con el "novio" de su hermana...*

**Kylie:** *¿O sí?*

Me quedé en silencio por un segundo, considerando la pregunta.

**Yo:** *¿O sí?*

Suspiré, me levanté de la cama sudando como si estuviera en pleno mediodía y bajé a la cocina a buscar agua. Agarré la jarra del refrigerador y, sin pensarlo mucho, me tomé casi la mitad de un solo sorbo. Después, me eché agua fría en la cara, tratando de refrescarme.

—¿No me va a dejar agua?— escuché la voz de Richard detrás de mí. Me giré lentamente, y ahí estaba, mirándome con esa media sonrisa que siempre le sale natural.

—Lo siento, Ríos. Es que hace mucha sed— le dije, aún sosteniendo la jarra.

—"Ríos" suena bonito cuando lo dices— comentó él, acercándose para agarrar la jarra, y noté que estaba frío, como si hubiera estado en un lugar con aire acondicionado.

—¿Por qué estás tan frío?— le pregunté, sorprendida.

—En la oficina hay planta— me dijo, como si fuera lo más obvio del mundo.

—¿En serio, marica?— solté, sin poder creerlo.

—Sí— respondió tranquilo, sirviéndose agua. —¿Quieres dormir ahí?

—¿Contigo?— solté de inmediato, sin pensar.

—No, idiota— respondió entre risas. —Me voy a salir yo a estar en el calor para que te quedes tú.

Solté una pequeña risa, aún con el calor abrumándome.

—Voy por mi cargador y nos vemos allá— le dije.

Él asintió, pero antes de que me fuera, me detuvo con un comentario inesperado.

—Con una condición— dijo, mirándome con una ceja levantada.

—¿Cuál?— pregunté, cruzándome de brazos.

—Que nos caigamos bien— dijo, serio pero con un tono juguetón.

—¿Para qué quieres ser mi amigo, Ríos?— le pregunté, dándome la vuelta para mirarlo de frente.

—No quiero ser tu amigo. Solo me parece que si vas a vivir en mi casa, al menos hay que llevar una buena convivencia— dijo él, como si fuera la cosa más lógica del mundo.

—Lo voy a intentar— le respondí, con una risita mientras me daba la vuelta.

Subí corriendo las escaleras a mi cuarto, agarré mi cargador y el teléfono, y bajé otra vez lo más rápido que pude. Cuando llegué a la oficina, Richard ya estaba ahí, de espaldas a la puerta, haciendo algo en su escritorio. Cuando lo vi... **Dios mío, qué espalda**, pensé. Sin querer, solté un pequeño suspiro y, justo en ese momento, él se giró y me vio, aunque noté que me puse un poco roja.

—El tema es que solo hay un sofá— dijo, señalándolo con un gesto de la cabeza.

—Podemos dormir juntos, no pasa nada— le respondí rápidamente, tratando de actuar como si nada me incomodara.

—¿Segura?— preguntó, mirándome a los ojos, con una expresión más seria.

Asentí. Después de todo, estaba en su casa, en su oficina, y lo más importante: **había aire acondicionado**. No me iba a poner de pretensiosa por un simple sofá.

Nos acomodamos juntos en el sofá, espalda contra espalda, con una tensión silenciosa en el aire, pero sin decir nada. Al menos, el calor ya no era el problema.

***

Me desperté al día siguiente, no muy cómoda pero al menos descansada. El aire fresco de la oficina nos había salvado la noche. Aún medio dormida, vi que Richard ya no estaba, y con el silencio en la casa, aproveché para levantarme, estirándome lo más posible antes de regresar a mi habitación.

El día se veía igual de pesado. La luz había vuelto, pero sabía que eso no significaba que el calor se había ido. Las cosas en la casa, en cambio, estaban por volverse más complicadas... especialmente ahora que Coraline estaba de vuelta.

El esposo de mi hermana - Richard RiosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora