Después de pasar horas y horas en ese hospital, la madrugada ya nos estaba pasando factura. Mi cuerpo estaba más cansado que un burro cargado de ladrillos, y no aguantaba más el ambiente tenso. Ya la abuela estaba estable, Franchesca y la tía Gloria se quedaron a vigilarla, y Coraline, pues... ni me interesaba qué iba a hacer esa loca.Richard y yo decidimos que era hora de irnos a la casa. Él manejaba en silencio, y yo solo miraba por la ventana, viendo cómo las luces de la ciudad pasaban. Estaba cansada, pero también aliviada de haber salido de ese infierno hospitalario.
—¿Vos también estás pensando en lo mismo que yo? —dijo Richard, con su acento paisa bien marcado, mientras hacía una mueca de cansancio—. Qué semanita nos tocó, parce.
Yo lo miré, con la cabeza apoyada en la ventana.
—Sí, lo único que quiero es llegar a casa, ponerme la pijama y no hacer ni mierda por lo menos en una semana. Estoy reventá.
Richard soltó una risa suave, como si él también estuviera en las mismas.
—Vos no sabés cuánto te entiendo. Estoy que me tiro a la cama y no me levanto nunca más.
Llegamos a la casa y el silencio era casi reconfortante después de tanto grito y drama. Dejamos las llaves en la entrada, nos miramos un segundo, como pensando en lo jodido que había sido todo, y sin decir nada, nos fuimos directo a la sala. Me tiré en el sofá, soltando un suspiro de alivio, mientras Richard se dejaba caer a mi lado.
—Oye, ¿vos creés que la abuela va a sobrevivir a todo esto? —le pregunté, medio en broma, medio en serio.
—yo creo que tú abuela va a enterrar a todos nosotros, si te soy sincero —respondió él, riéndose—. Esa vieja es dura como una roca.
Reímos un poco, más por el cansancio que por el chiste en sí. Luego, sin pensarlo demasiado, me acerqué a él, apoyando mi cabeza en su hombro. Richard no dijo nada, solo pasó un brazo por detrás de mí y me atrajo más hacia su pecho.
—¿No te parece raro cómo las cosas terminaron así? —dije, suspirando.
—¿Qué cosa, pues? —preguntó él, bajando la cabeza para mirarme.
—Todo esto... la boda falsa, la pelea con Coraline, todo el drama con la abuela... Nunca pensé que las cosas iban a llegar tan lejos. Y encima, vos y yo aquí... así.
Richard se quedó en silencio un segundo, pensando, y luego habló.
— la vida es rara a veces. Uno piensa que tiene todo bajo control y de un momento a otro, ¡pum!, todo se va pa'l carajo. Pero mirá, aquí estamos, ¿no? Juntos, cansados, pero juntos.
Yo asentí, sintiendo el calor de su cuerpo cerca del mío. **A veces, la vida te sorprende, ¿no?** Me acurruqué más contra su pecho, cerrando los ojos, disfrutando del silencio que finalmente nos envolvía.
De repente, sentí una vibración en su estómago. **¿Qué carajo?** Abrí los ojos de golpe y Richard soltó un suspiro profundo.
—Ay, no me jodás... —dije, medio riendo.
Richard se empezó a reír también, aunque estaba claramente avergonzado.
—Parce... no me culpes, es que llevo horas sin comer nada decente, y eso fue... ¡fue inevitable!
Yo no podía dejar de reírme. El man, tan serio y todo, había soltado el peo más inesperado del mundo en el momento más tranquilo de la noche.
—¿De verdad, Richard? Trátame recontraultramega serio —dije entre carcajadas.
Él se encogió de hombros, riendo conmigo.
—Pues, si no te gusta, te podés alejar un poquito, ¿no? Aunque te advierto, con el cansancio que tengo, pueden venir más...
—¡Nooo, qué asco! —grité, dándole un pequeño golpe en el pecho.
Nos quedamos así, riendo como tontos, en medio del silencio de la casa, y de repente, todo el drama, toda la tensión, parecía disiparse un poco. Era ridículo, pero al menos, estábamos juntos en esa ridiculez.
—Bueno, vos sos el único que me puede hacer reír después de un día tan mierda como el de hoy —dije, dándole un beso en el hombro, ya más tranquila.
—Y vos sos la única que puede soportarme incluso cuando soy un desastre completo —dijo, dándome un apretón suave.
Nos quedamos así, en silencio, acurrucados, disfrutando del hecho de que, por un momento, nada importaba más que estar juntos.