Después de aquel desastroso almuerzo, en el que mi dignidad había quedado tirada por el suelo, me encerré en mi habitación. La noche ya había caído y yo seguía acostada, perdida en mis pensamientos. No podía quitarme de la cabeza lo injusto que había sido tener que pedir disculpas por algo que ni siquiera debía. Coraline había ganado una vez más y, como siempre, yo quedaba como la mala de la historia.
Miré al techo, estresada por el simple hecho de que las cosas no salían como yo quería. Cuando mis padres estaban vivos, yo recibía amor por igual de todos. Pero después de que murieron, todo el cariño de mi abuela fue para Coraline. Afortunadamente, teníamos a mi tía, que siempre había estado a nuestro lado, y gracias a la fortuna que dejaron mis papás, al menos no pasamos trabajo.
Suspiré, mientras me echaba mis cremitas en la cara, tratando de distraerme con mi rutina de skincare. Justo cuando estaba por terminar, escuché un golpeteo en la puerta. Al principio pensé que sería **Franchesca** o incluso **Sasha**, pero cuando abrí la puerta lentamente, me encontré con **Richard**. Me sorprendió verlo ahí, pero lo dejé pasar, cerrando la puerta con seguro detrás de él, por si **Coraline** decidía aparecer de repente, como solía hacerlo.
Él llevaba un plato en las manos, y cuando me acerqué, lo vi más de cerca.
—Te traje nuggets con papitas —dijo con una sonrisa de esas que desarmaban cualquier resistencia.
No pude evitar que se me escapara una sonrisa. Acepté el plato con gusto y lo coloqué sobre la mesita de noche antes de volver a acomodarme en la cama.
—¿Y eso? —pregunté, mirándolo con curiosidad mientras me acomodaba.
—Es que la comida de la noche era sushi, y sé que no te gusta —respondió él, encogiéndose de hombros.
Me reí.
—Ay, Richard, ¿y eso cómo lo sabes? —le pregunté entre risas.
—Pff, niña, si la otra vez casi me matas con la mirada cuando te ofrecí sushi. No soy tan despistado —respondió con su típico acento paisa, mientras se acomodaba al pie de la cama.
—Tienes razón, esa vaina cruda no es para mí —dije riendo, mientras agarraba un nugget y lo mordía.
Nos quedamos en silencio por un momento, pero no era incómodo, solo era un descanso de todo lo que había pasado en el día. Se sentía bien estar con alguien que no me juzgaba, que no me echaba en cara mis "errores" como lo había hecho la abuela.
—¿Y tú? ¿Ya comiste? —le pregunté, todavía disfrutando de las papitas.
—Sí, pero no fue nada del otro mundo —respondió, estirándose en la cama como si estuviera agotado.
—¿Sushi? —le pregunté, haciéndome la divertida.
—Sushi —respondió con una mueca, y ambos reímos.
Después de un rato, noté que me estaba observando con una expresión más seria. Richard no era de esos que te miraban por mirarte; cuando lo hacía, era porque tenía algo en mente.
—¿Qué pasa? —le pregunté, notando que su mirada no se apartaba de mí.
—No sé, solo... me parece increíble cómo te tratan, ¿sabes? —dijo, entrelazando los dedos en su regazo—. No es justo lo que pasó hoy con tu abuela.
Sentí un nudo en el estómago cuando mencionó el almuerzo. Sabía que tarde o temprano íbamos a hablar de eso.
—La verdad... —empecé a decir, encogiéndome de hombros—. Ya estoy acostumbrada. Desde que mis papás murieron, todo el cariño de mi abuela se lo llevó Coraline. No es que me guste, pero al menos sé qué esperar.
—No deberías acostumbrarte a eso, Brittany. Es... una mierda, con todo respeto. —respondió él, y noté la sinceridad en sus ojos.
—Yo sé, pero ¿qué hago? No puedo cambiar las cosas —dije, suspirando y recostándome más en la cama—. A veces siento que si Franchesca no estuviera, ya ni siquiera me molestaría en seguir aguantando esta situación.
Richard frunció el ceño, como si estuviera pensando en algo serio.
—Pero tienes a Franchesca. Y... me tienes a mí —dijo, su tono más bajo pero lleno de intención.
Eso me tomó por sorpresa. **¿A mí?** Lo miré, parpadeando varias veces, mientras trataba de procesar lo que acababa de decir.
—¿A ti? —pregunté, casi con incredulidad.
—Sí, a mí. Sé que mi situación con Fran es solo una fachada, pero... contigo me siento diferente, Brittany —dijo él, inclinándose hacia mí ligeramente, como si estuviera compartiendo un secreto.
El ambiente en la habitación cambió. Las luces tenues y el silencio envolvente hacían que todo se sintiera más... intenso. Mi corazón empezó a latir más rápido. Sabía que estábamos cruzando una línea, y aunque quería mantener la compostura, me sentía atraída hacia él como nunca antes.
Richard se levantó de la cama, acercándose más a donde yo estaba sentada. No sabía qué decir ni qué hacer, así que solo lo observé.
—Mirá, no estoy diciendo que tenemos que hacer algo ahora. Pero no podés seguir dejando que esa gente te haga sentir menos. Vos valés mucho más que eso —dijo, con una intensidad que me hizo sentir un nudo en el estómago.
—Gracias... —respondí, sintiendo un calor en las mejillas.
Nos miramos en silencio por un momento, hasta que él hizo algo inesperado. Se inclinó hacia mí, su rostro apenas a unos centímetros del mío, pero no se movió más cerca. Solo me miraba, como esperando una señal de que estaba bien.
Justo cuando estaba a punto de hacer algo, el sonido de pasos por el pasillo nos interrumpió. Nos congelamos.
—Brittany, ¿estás despierta? —la voz de Franchesca sonó desde el otro lado de la puerta.
—Sí, Fran, ya voy a dormir —respondí rápidamente, levantándome de la cama para abrir la puerta.
Richard se quedó en silencio, pero me lanzó una mirada cómplice antes de levantarse también.
—Bueno, me voy antes de que las cosas se pongan más raras —dijo él, sonriendo con esa media sonrisa que tanto me desconcertaba.
—Nos vemos mañana... —murmuré, sin saber muy bien qué acababa de pasar.
Salió de la habitación, dejándome con las luces tenues y mi cabeza llena de pensamientos. Me tumbé en la cama otra vez, con el plato de nuggets a medio terminar, pero ya no podía pensar en comida. Solo podía pensar en lo que Richard había dicho... y en lo cerca que habíamos estado.
A pesar de lo que había pasado ese día, algo en mí se sentía... menos sola.