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Al siguiente día me levanté bien temprano para salir con Kylie. Quería desconectarme un rato de todo lo que estaba pasando en casa y con Richard. Nada mejor que una salida con mi mejor amiga para despejar la malparida cabeza. Me duché rápido y me puse una mini falda de jean, unas botas largas que siempre me hacían sentir poderosa, y un top de tela fresca para que el calor no me matara.

La casa estaba vacía cuando salí. Era raro no ver a Coraline por ahí, pero agradecí el silencio. Necesitaba un respiro. Llegué a la casa de Kylie, y como la buena amiga que es, ya tenía el desayuno listo: huevos revueltos, panqueques, fruta y limonada fresquita. Me senté en la mesa y comenzamos a comer mientras hablábamos.

Salimos directo al centro comercial nuevo que habían abierto, el más grande de la ciudad. Había escuchado que tenía locales de ropa lindísima, así que mejor manera de quitarme la depresión que despilfarrar un poco de plata.

***

Al llegar al centro comercial, la emoción nos invadió. Todo era enorme, lleno de vitrinas de colores, luces, y tiendas con las últimas modas. Kylie y yo caminamos por los pasillos mientras nos emocionábamos con cada cosa que veíamos.

La primera parada fue en una tienda de ropa casual donde compré un top blanco con tiras finas. Kylie, por supuesto, se emocionó y terminó comprando media tienda. Se probó faldas, jeans, vestidos y hasta un abrigo de piel que, siendo honestas, no iba a usar en el calor de nuestra ciudad, pero le quedaba divino.

—¡Mira esto! —dijo Kylie mientras me mostraba una chaqueta de cuero con tachas—. Esto grita 'bad bitch', ¿o no?

—Totalmente —le respondí mientras ella se la probaba y posaba frente al espejo—. Te queda brutal, amiga. ¡Te la llevas!

Después de la primera tienda, seguimos recorriendo más locales. Nos probamos vestidos, camisetas, chaquetas, y hasta ropa interior. Kylie siempre tenía comentarios que me hacían reír a carcajadas. Entramos a unas seis tiendas, probándonos todo lo que podíamos y compartiendo historias de lo que había pasado en Barú. Era justo lo que necesitaba para despejarme de los problemas.

—Bueno, Bri. No hemos parado, pero creo que necesitamos un break antes de seguir. ¿Qué te parece un helado? —sugirió Kylie, mirándome con cara de hambre.

—Uy, sí, un helado suena perfecto —respondí.

Nos fuimos a una heladería donde me pedí uno de chocolate con almendras y Kylie pidió uno de frutos rojos. Nos sentamos en una banca del centro comercial, hablando mientras disfrutábamos del helado. Me hacía bien estar lejos de casa, lejos del drama y sentirme normal, aunque fuera solo por un rato.

—Ay, amiga, me hacía falta un día así —dije, mirando el centro comercial lleno de vida.

—Lo sé, niña. Y te digo algo, después de este día, cuando volvás a tu casa, vas a ver todo con otra perspectiva. A veces solo necesitamos salir de todo ese lío para pensar con claridad —dijo ella, siempre tan sabia.

—Ojalá sea así —murmuré, más para mí misma que para ella.

Después de recargar energías, seguimos caminando. Entramos en algunas tiendas más, pero la que más me llamó la atención fue una tienda especializada en ropa de cuero. Apenas entré, mis ojos se fijaron en un vestido corto, pegadito, y absolutamente hermoso. Era de cuero negro, con un diseño que abrazaba el cuerpo de una forma que hacía que te sintieras empoderada. Sabía que tenía que ser mío.

—Amiga, este vestido... este vestido está hecho para mí —le dije a Kylie, mientras lo levantaba con una sonrisa.

—¡Es una bomba! Tienes que probártelo —respondió ella, emocionada.

Me lo llevé al probador, y cuando me lo puse, no pude evitar sonreír. El vestido me quedaba perfecto, realzaba mis curvas y me hacía sentir como si pudiera conquistar el mundo. Salí del probador y Kylie abrió la boca de par en par.

—¡Bri, no mames! Te queda espectacular. Este vestido va a hacer que alguien se derrita por vos, ya sabés quién —dijo, guiñándome el ojo.

Me reí, aunque en el fondo sabía que tenía razón. Richard no se iba a resistir cuando me viera con esto.

Después de comprar el vestido, salimos del centro comercial. No les miento, llevaba como doce bolsas en las manos. Entre Kylie y yo habíamos gastado un dineral, pero cada peso valía la pena. Estaba cansada pero feliz, una combinación que necesitaba con urgencia.

Pero cuando pensé que el día de drama había terminado, mi teléfono sonó. Era un mensaje de Franchesca.

**"Habrá una cena hoy en el restaurante Gussiland. Va a venir la familia completa."**

Suspiré profundamente, ya sintiendo la pesadez de la noticia.

**"Lo que me faltaba... ¿Qué tantas hijueputas cenas y comidas, ah? Me tienen harta."**

Mandé el mensaje de respuesta mientras Kylie se reía a mi lado.

—¿Otra cena? Estos no paran, ¿ah? —dijo, riendo mientras me miraba cargar las bolsas.

—Mija, te lo juro, si tengo que sentarme en otra cena familiar con Coraline metiendo la cuchara, voy a explotar —le dije, rodando los ojos.

Sabía que la noche no iba a ser fácil, pero con todo lo que había comprado, al menos tenía un buen vestido para enfrentar lo que viniera.

El esposo de mi hermana - Richard RiosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora