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Estaba sentada en el suelo del cuarto, con Sasha al frente, jugando una partida eterna de Monopoly. Mi hermana Franchesca, como siempre, estaba tirada en el sofá, mirando al techo como si la vida no le importara. Yo, en cambio, estaba perdiendo miserablemente en el juego. Cada vez que rodaba los dados, caía en las propiedades de Sasha y tenía que pagarle. No es que fuera muy buena en el Monopoly, pero algo me decía que Sasha estaba haciendo trampa de una manera muy sutil.

En medio del juego, de repente, mi hermana se levantó del sofá con una lentitud exagerada, como si tuviera todo el tiempo del mundo, y se acercó a Sasha. Sin decir ni media palabra, la agarró por el rostro y le plantó un beso en los labios, justo ahí, delante de mí.

—¡Iu!— exclamé, poniendo una cara de asco bien exagerada. Me llevé la mano a la cara como si acabara de ver algo impuro.

—Te llegará tu momento de brillar, Brit— dijo Sasha, riéndose mientras me lanzaba una mirada cómplice.

—Ja, sí, claro— respondí, rodando los ojos mientras tomaba mi fichita del Monopoly y la movía de nuevo a la casilla de la cárcel. Qué vida tan irónica.

Pero entonces, antes de que pudiera replicar algo más, la puerta de la sala se abrió y ahí estaba mi tía, secándose el cabello mojado. Se había acabado de bañar y se notaba fresca, pero traía ese aire de "vengo a anunciar algo importante" que siempre ponía cuando quería hacer que todo el mundo se moviera.

—¿Ya empacaron?— preguntó, caminando hacia nosotras con la toalla en una mano mientras se peinaba con la otra.

—Yo sí— respondió Franchesca, mascando chicle y mirando su teléfono sin un atisbo de preocupación. Era la reina del desinterés, sobre todo cuando se trataba de algo que no quería hacer.

Yo, en cambio, me quedé mirando a mi tía con los ojos entrecerrados y el ceño fruncido.

—¿Empacar para qué?— pregunté, rodando mi muñequito de Monopoly sin mucho entusiasmo. No me esperaba nada bueno de esa pregunta.

Mi tía me miró como si acabara de decir la cosa más estúpida del mundo.

—¿Cómo que empacar para qué?— se acercó más a mí, como si no pudiera creer que no estuviera al tanto. —Para ir a la casa de Richard, obviamente—.

Sentí que su voz se quedó rebotando en mi cabeza por unos minutos, pero en realidad habían sido solo segundos. Mi cerebro estaba intentando procesar lo que acababa de escuchar.

—¿Casa de Richard?— repetí como si no tuviera ni idea de lo que estaba hablando.

Sasha, que hasta ese momento había estado relajada, se tensó de inmediato. Franchesca le lanzó una mirada rápida, pero no dijo nada.

—¡Nunca escuchas cuando uno habla, Brittany, de verdad!— dijo mi tía, frustrada, soltando un suspiro. —En la cena dijimos que, para que todo sea más creíble, vamos a vivir en la casa de Richard. Como una familia feliz—.

—¿Qué estupidez es esa?— me quejé, lanzando el dado con fuerza. —No pueden ser novios y vivir cada uno en su propia casa, ¿o qué?—

—Eso pienso yo— dijo Sasha de manera seca, y enseguida entendí que era mejor cerrar la boca. La tensión entre ella y Franchesca era palpable. Se notaba que ya habían tenido una discusión seria sobre el tema, y yo solo estaba echándole más leña al fuego.

Subí a mi habitación en silencio, ya que no quería ser parte de esa conversación. Al menos la señora Carla, la señora que nos ayudaba en la casa, había hecho su milagro porque mi cuarto estaba impecable. Saqué un morral que tenía guardado y comencé a meter las cosas que necesitaba.

Ropa para salir, ropa cómoda para estar en casa, pijamas, vestidos de baño, ropa interior, maquillaje, y cualquier otra cosa que creía que podría necesitar para sobrevivir en la casa de Richard. ¿Cuánto tiempo íbamos a estar allá? Ni idea. Pero más me valía estar preparada.

Cuando bajé nuevamente a la sala, la atmósfera había cambiado. Franchesca y Sasha estaban en medio de una discusión, y las cosas parecían tensas. Sin decir una palabra, me volví a subir a mi cuarto. No tenía ganas de escuchar más drama por hoy. Prendí el aire acondicionado y me tiré en la cama, mirando el techo. Apenas había cerrado los ojos, cuando mi teléfono vibró. Era una llamada de Kylie, mi mejor amiga.

—¡Ajá, amiga!— contesté con una sonrisa.

—¿Entonces, niña?— preguntó ella, con su tono de voz alegre y algo malicioso.

—Aquí empacando— respondí, con un tono cansado.

—¿Empacando pa' qué?— preguntó, confundida.

—Me voy a vivir a la casa de los Ríos—. Lo dije como si no fuera la cosa más ridícula del mundo, pero sabía que Kylie iba a explotar.

—¿QUEEEEÉ?— gritó ella desde el otro lado de la línea, y tuve que alejar el teléfono de mi oído.

—Sí— dije, doblando los ojos con fastidio.

—¡Marica, tú te vas a vivir a la casa de Richard Ríos, papasito 3000, jugador de la selección Colombia! ¿Ese Richard?— Kylie sonaba como si acabara de ganar la lotería.

—Ajá— respondí, sin ganas de darle más cuerda.

—¡En Twitter dicen que la tiene grande!— soltó Kylie, muerta de la risa.

—¡Idiota!— le respondí, aguantando la risa. —Se te olvida que es el novio de mi hermana.—

—Pero falso— dijo ella, como si el hecho de que la relación fuera montada invalidara todo. —Además, ¿tu hermana no está con Sasha? Esto es el plan más raro que he escuchado en mi vida.—

—Dímelo a mí. Si vieras cómo está el ambiente aquí— dije, suspirando. —Franchesca y Sasha están a punto de matarse y ahora me toca a mí fingir que todo esto tiene sentido. ¡Vaya planazo!—

—Marica, pero ¿y qué más puedes hacer?— Kylie sonaba curiosa, como siempre. —¿Te toca vivir allá con ellos?—

—Sí, como si fuéramos la familia más feliz del mundo.— Me tiré de nuevo en la cama, cubriéndome los ojos con el brazo.

—Pues prepárate, porque Richard no es cualquier tipo. Si Twitter tiene razón, te va a dar algo más que una bienvenida—. Kylie soltó otra carcajada.

—Cállate— dije, medio riéndome, pero pensando que quizá no estaba tan equivocada. No sabía cómo iba a manejar todo esto, pero una cosa sí tenía clara: no me iba a aburrir.

El esposo de mi hermana - Richard RiosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora