Sasha y yo siempre habíamos sido buenas amigas. Aparte de todo el drama con mi hermana, la verdad es que ella y yo nos llevábamos bien. La noche anterior, mientras disfrutaba de mi salchipapa a medianoche, me escribió para ver si queríamos jugar tenis al día siguiente. Claro que le dije que sí, porque aunque el tenis no era mi deporte favorito, pasar tiempo con Sasha era divertido.Me levanté a eso de las 10, tarde como siempre. Me di una ducha rápida y busqué algo cómodo para ponerme: una falda de gym, un top y mis Air Force One. Me hice dos trenzas apretadas, me puse una gorra, y listo. La verdad es que me veía lista para lo que fuera, aunque fuera solo para sudar bajo el sol.
Cuando bajé a la cocina, me encontré a la señora Sandra y a mi tía sentadas, tomando café como si estuvieran en un club social. Saludé rápidamente, agarré una manzana de la mesa y me dirigí a la puerta. Franchesca ya me estaba esperando en el carro.
—Nos vemos más tarde— dije sin mirar atrás.
Me subí al auto, y en menos de lo que canta un gallo llegamos al lugar donde jugaríamos tenis. Sasha acababa de llegar también, con esa energía positiva de siempre. Le di un abrazo fuerte, y después, como era de esperarse, ellas dos se besaron. Nunca me acostumbraré a ver a mi hermana en plan romántico, pero ya lo había superado. Entramos a las canchas de tenis con los ánimos por todo lo alto.
Una vez dentro, nos pusimos a jugar. Bueno, al menos Sasha y yo tratábamos de jugar. Franchesca, por su parte, estaba más concentrada en su teléfono que en cualquier raqueta. Cada vez que Sasha le lanzaba la pelota, ella se la devolvía sin esfuerzo, mientras seguía pegada a su pantalla, riéndose de vez en cuando. Sasha y yo intercambiábamos miradas de "¿y esta qué le pasa?", pero no decíamos nada. Después de una hora de corretear tras la pelota, estábamos sudando como locas bajo ese sol infernal.
—¡Ya no puedo más!— grité, tirando la raqueta al suelo y agachándome a respirar.
—¡Eso pasa por no entrenar!— dijo Sasha entre risas, mientras también se limpiaba el sudor de la frente.
Franchesca, claro, ni se inmutaba. Seguía en su propio mundo, caminando hacia la sombra como si no estuviera ocurriendo nada a su alrededor. Terminamos el juego, nos despedimos de Sasha, y luego la dejamos en su casa. Ya de regreso, me acomodé en el asiento del copiloto, roja por el calor y el esfuerzo, sudando a chorros.
—Pone música, Brit, me estoy muriendo del calor y el silencio— dijo Franchesca, dándome el celular para que pusiera algo bueno.
Busqué mi nueva canción favorita: *Doblexxo* de J Balvin y Feid. Apenas empezó a sonar, me puse a cantar y reír, dándolo todo en cada palabra. Mientras tanto, Franchesca solo se reía, sacudiendo la cabeza. Era imposible no contagiarse con el ritmo de esa canción. Llegamos a la casa entre risas, hablando de lo estúpida que había sido la partida de tenis. Todo era risas hasta que, al entrar, el aire cambió de inmediato.
El perfume inconfundible de mi abuela llenó la sala.
—Ay, no...— susurré para mí misma, sintiendo cómo el ambiente se volvía tenso. Apenas di un paso más, Richard apareció a nuestro lado, todo fresco como si nada.
—Hola, amor— le dijo a Franchesca con esa sonrisa que me ponía de mal genio. El tipo ni siquiera lo decía bien. Se notaba que estaba actuando.
Lo miré de reojo y seguí caminando hacia la sala. Y sí, como lo había sospechado, ahí estaba ella: mi abuela, sentada en uno de los sofás como si fuera la reina del lugar, sin una sonrisa, pero con una expresión de satisfacción que me dejaba claro que estaba feliz de estar aquí.
—Buenas— dije, sin mucha emoción.
—Hola, Brittany— me contestó, mirándome de arriba a abajo con esa cara de siempre, evaluando cada detalle de mi existencia.
No le respondí. Solo me senté en un sillón al lado de mi tía, tratando de mantener la compostura. Después de unos minutos, Richard y Franchesca aparecieron y se sentaron juntos en el sofá, bien pegaditos, como si todo fuera color de rosa. Yo solo podía pensar en lo incómodo que debía ser para mi hermana tener que aguantar todo ese show.
Mi abuela tomó la palabra.
—Vine con una buena noticia, pero me dieron una aún más agradable— dijo con ese tono que hacía que me dieran escalofríos.
—¿Sí? ¿Qué?— le pregunté, porque algo en su tono no me gustaba nada.
—Que tu hermana consiguió pareja— dijo, mirando a Richard y Franchesca, como si no supiera que todo era una farsa, yo se que en el fondo ella lo sabe
—¿Y cuál es la buena noticia que traes tú?— pregunté con más sarcasmo del que intenté ocultar.
—Coraline vendrá un tiempo— soltó, con la cara iluminada como si estuviera anunciando el regreso de un ángel.
—Ay no— dije, levantándome del sofá. El simple nombre de Coraline me ponía los nervios de punta.
Mi tía me dio un empujón con el pie, disimuladamente, y me vi obligada a volver a sentarme, aunque la rabia me hervía por dentro.
—Sería bueno que se quedara aquí con ustedes un tiempo...— continuó mi abuela.
—No se puede— le interrumpí, antes de que terminara la frase. No quería a Coraline cerca ni por un segundo.
Mi abuela, por supuesto, ya empezaba a cambiar la cara. Sabía que no le gustaba que le llevaran la contraria.
—¿Yo acaso le estoy preguntando si usted quiere o no? Vine aquí para avisar— dijo, con su tono más autoritario. —Se quedará una semana con ustedes y luego conmigo. Y luego con ustedes , y luego conmigo. Además, Brittany, necesito pasar tiempo con mi nieta querida— continuó, como
Se me hace que voy a sonar como una malparida, pero la verdad es que *Coraline era una hijueputa. Chismosa, lambona, sapa... de lo peor.
—Y espero que tú— dijo, señalándome con el dedo —la trates bien, porque ya sé que eres bien malparidita con ella.
Eso fue todo para mí. Me levanté, enojada, y me fui sin mirar atrás. No podía soportar un segundo más de su presencia ni de la noticia de que Coraline venía a invadirnos. Subí a mi cuarto y cerré la puerta de un golpe.
Agarré mi celular y llamé a Kylie. El teléfono sonó un par de veces antes de que contestara la videollamada.
—Por esa cara deduzco que nada está bien— dijo, mirándome con esa expresión de "algo pasó".
Suspiré antes de hablar.
—¿Pasó algo con Ríos?— preguntó, sonriendo con malicia.
No pude evitar que se me escapara una sonrisita boba.
—Ayer... peleamos por un estúpido sushi, pero el punto es que la Coraline viene para acá— solté con fastidio.
Kylie soltó una carcajada.
—¡Ay, Dios! ¿Te acuerdas la última vez que se agarraron por las greñas?— recordó, mientras ambas nos reíamos del desastre que había sido la última visita de Coraline. —Eso va a complicar todo, ¿no?
—Sí, creo... ahora le va a tocar fingir más a Franchesca, y con esa sapa lambona aquí, todo se va a complicar más— dije, sintiendo que las cosas iban a ir de mal en peor.
—Uy, sí. Esa vieja es muy metida— contestó Kylie, poniéndose seria por un segundo.
—¿No quieres ir mañana al cine?— le pregunté, cambiando el tema para evitar pensar en lo que se venía.
—Sí, ¿a qué hora?
—Primero déjame averiguar a qué hora viene Coraline para escaparnos justo a esa misma hora al cine— respondí, riéndome.
—Está bien— dijo Kylie, también riéndose. Estaba claro que esto se iba a poner feo, pero al menos, tenía un escape temporal.