El día había llegado. La casa de Richard. Ni siquiera sabía cómo sentirme al respecto. Todo era tan surrealista, tan fuera de lo común, que ya no sabía si estaba viviendo mi vida o una telenovela de las malas. Estaba en la sala, esperando con mi mochila a un lado, mientras Franchesca terminaba de despedirse de Sasha en la puerta. Las dos estaban como si el mundo fuera a acabarse en cualquier momento, con abrazos interminables y palabras en susurros.—No te preocupes, bebé. Esto es solo temporal— decía Franchesca, acariciando el rostro de Sasha.
Sasha, que generalmente era la dura, estaba con la cara triste. Eso de vivir separadas por un tiempo no le estaba gustando nada, y aunque no lo decía en voz alta, se le notaba en los ojos.
—Ya, Franchis, deja la despedidera— les grité desde el sofá, sacudiendo la pierna con impaciencia. —Vamos a estar aquí al ladito. Ni que te fueras a otro país—.
—Ay, Brittany, tú no entiendes nada— me replicó mi hermana, sin dejar de mirar a Sasha.
—Ajá, lo que tú digas— respondí, mirando al techo.
Por el rabillo del ojo, vi cómo Sasha le dio un último beso a mi hermana y se fue caminando, despacio, mirando hacia atrás como si Franchesca fuera la única persona en el mundo. ¿Y yo? Yo ya estaba harta de todo ese dramatismo. No era para tanto, en serio. Pero bueno, qué iba a saber yo del amor, ¿verdad?
***
Nos subimos al auto. Mi tía iba manejando, y Franchesca, aún con cara de tragedia griega, iba en el asiento del copiloto. Yo, como siempre, iba atrás, mirando por la ventana y pensando en cómo demonios iba a sobrevivir a esta locura de vivir en la casa de Richard.
El trayecto fue corto, pero cada minuto que pasaba sentía que la presión me iba aumentando en el pecho. Al fin y al cabo, íbamos a vivir con el mismísimo Richard Ríos, estrella de fútbol, el hombre que las redes no dejaban de comentar. ¿Y yo? Yo solo iba de invitada en este circo.
Cuando llegamos, la casa era exactamente lo que esperaba. Una mansión de esas que solo ves en revistas, con un jardín que parecía de película y una fachada de esas que te hace pensar que cada ladrillo costaba más que mi vida entera. Franchesca salió del carro con ese aire de "ya me acostumbré a esto", mientras yo me quedé unos segundos más, mirando la casa como si fuera a tragarme.
—¡Vamos, Brittany!— me gritó mi tía desde la puerta de la entrada.
Suspiré y agarré mi mochila. ¿Qué más podía hacer? Me tocaba entrar en esta película.
Entramos, y ahí estaba él, en todo su esplendor. Richard Ríos. Estaba parado en medio del enorme salón principal, con una camisa negra ajustada que parecía hecha a medida. Su cabello perfectamente peinado y esa mirada que te perforaba como si supiera todo sobre ti con solo mirarte. Casi me tropecé al entrar, pero logré mantener la compostura.
—Bienvenidas— dijo Richard con una sonrisa medio forzada. Se notaba que esto tampoco era lo suyo, pero estaba haciéndolo por cumplir.
—Gracias, Richard— respondió mi tía con esa sonrisa que siempre ponía cuando quería caer bien.
Franchesca ni siquiera lo miró, simplemente asintió con la cabeza y se fue caminando como si conociera la casa de memoria. Yo me quedé ahí, en la entrada, sintiendo cómo el aire se hacía más denso con cada segundo que pasaba. Richard me miró directamente, y aunque no dijo nada, sentí que podía leer mis pensamientos.
—Tu cuarto está listo— dijo, con esa voz grave que hacía que todo lo demás se desvaneciera. —Al final del pasillo, a la derecha—.
—Ajá, gracias— respondí sin saber muy bien qué más decir.
Subí las escaleras casi corriendo, como si necesitara un momento para respirar. Cuando llegué al cuarto, era enorme. Más grande de lo que necesitaba, con una cama king-size, un televisor gigante y un balcón que daba al jardín. Me tiré en la cama de un solo golpe, mirando el techo.
—¿En qué me metí?— susurré para mí misma.
No había pasado ni diez minutos cuando mi teléfono vibró. Era un mensaje de Kylie.
**Kylie:** *¿Ya llegaste a la casa de Richard Papasito Ríos?*
**Yo:** *Ajá, ya estoy aquí.*
**Kylie:** *¿Y qué tal? ¿Cómo está él? ¿Se le ven los músculos?*
Rodé los ojos. Kylie siempre igual.
**Yo:** *Kylie, ni que viniera a vivir con él por eso.*
**Kylie:** *Ay por favor, no te hagas. ¿Y qué tal la casa?*
**Yo:** *Enorme. Me siento como en una película rara. Y Franchesca está más interesada en su teléfono que en todo esto.*
**Kylie:** *Pues claro, porque Richard no le interesa para nada. A ver, ¿qué tal él en persona? ¿Te miró? ¿Te dijo algo?*
**Yo:** *Solo dijo que mi cuarto estaba listo.*
**Kylie:** *Ufff, imagínate que te dijera algo más...*
—¡Cállate, Kylie!— murmuré mientras le respondía con un emoji de ojos en blanco.
Justo en ese momento, escuché un golpe en la puerta. Me levanté de la cama y abrí. Ahí estaba Richard, apoyado contra el marco de la puerta, mirándome con una mezcla de curiosidad y algo más que no podía identificar.
—¿Todo bien?— preguntó, aunque no sonaba preocupado. Más bien parecía que quería romper el hielo.
—Sí, todo bien— respondí, tratando de no sonar nerviosa.
—Si necesitas algo, solo avísame. La casa es grande, pero nos acostumbramos rápido— dijo con una sonrisa que me dejó descolocada.
—Ajá, gracias— respondí rápidamente, y él asintió antes de girarse y desaparecer por el pasillo.
Cerré la puerta y me tiré de nuevo en la cama. Mi corazón estaba latiendo un poco más rápido de lo normal. Estaba claro que este tiempo en la casa de Richard no iba a ser tan simple como lo pintaban. Entre la tensión de Franchesca y Sasha, los secretos que parecía guardar mi tía, y la presencia constante de Richard, esto se estaba poniendo raro de verdad.
Y ahí estaba yo, en medio de todo, sin tener ni idea de cómo manejarlo.