El día había llegado. Coraline llegaba a las 8 de la noche al aeropuerto, y no estaba ni un poquito emocionada. Sabía que el drama iba a empezar apenas pusiera un pie en la casa. Pero como yo no tenía intenciones de verla llegar, hice planes con Kylie para ir al cine. La película empezaba a las 8:20, el tiempo perfecto para desaparecer justo cuando Coraline aterrizara.
Salí de la casa ya vestida, con una camiseta negra, unos jeans y mis Converse, lista para escapar al centro comercial. Mientras caminaba hacia el carro, me encontré con Richard, que estaba en la entrada como si nada. Lo miré con desdén, porque ya su sola presencia me irritaba.
—¿No has visto a mi tía?— le pregunté sin ganas de iniciar una conversación.
—Creo que salió para el aeropuerto con tu hermana y tu abuela— respondió él, con esa calma que siempre tiene.
Rodeé los ojos, ya sabiendo que no iba a librarme del tema tan fácilmente. Me di la vuelta para irme sin más, pero Richard no se quedó callado.
—¿A dónde vas?— preguntó, con una sonrisa que podía oír en su tono de voz, aunque no lo estuviera viendo.
—¿Qué te importa, Ríos?— le solté, con una mezcla de fastidio y sarcasmo.
Escuché cómo se reía, esa risa que me sacaba la piedra. No contento con eso, me alcanzó y se puso a caminar a mi lado, como si de verdad le importara adónde iba.
—¿Te llevo?— preguntó con una ceja alzada, y en ese momento supe que no se iba a quitar de encima.
—¿Llevarme a dónde? No necesito que me lleven a ningún lado— dije, acelerando el paso.
—Ya, pero igual te llevo— insistió él, sin dejar de sonreír, seguro de sí mismo.
Suspiré, rendida. No tenía ganas de pelear y, para ser sincera, no me vendría mal ahorrarme el transporte.
—Bueno, llévame. Pero no preguntes más, ¿sí?— respondí, resignada.
Nos montamos en el carro, y el silencio que yo esperaba no duró mucho. Apenas encendió el motor, Richard empezó con su interrogatorio.
—¿Y qué? ¿Vas a escapar del drama de Coraline todo el tiempo o qué?— preguntó, mirándome de reojo mientras manejaba.
—Más bien intento sobrevivirlo, que es diferente— respondí, mirando por la ventana. —¿Tú has lidiado con ella alguna vez?
—No, pero he oído historias. ¿Tan mala es?— preguntó con un tono entre curioso y burlón.
—Malísima. Es la reina del chisme, la lambona oficial de la familia, y encima, todo lo que sale de su boca es veneno— le contesté, recordando cada pelea, cada comentario malintencionado. —Pero claro, para mi abuela, Coraline es un ángel caído del cielo.
—Debe ser difícil vivir con tanta gente perfecta a tu alrededor— dijo Richard, como si supiera lo que yo estaba sintiendo.
—No tienes ni idea— contesté, medio riéndome, pero no de felicidad. Solo pensarlo me daba más rabia.
Llegamos al centro comercial y me bajé del carro sin decirle más. Richard, como siempre, con su aire de "me las sé todas", me dedicó una sonrisa antes de irse. Preferí no decir nada y me fui directamente a encontrarme con Kylie.
***
Entré al cine y ahí estaba Kylie, con su bolsa de palomitas en una mano y un refresco en la otra, sonriéndome desde lejos. Nos saludamos con un abrazo rápido y nos metimos a la sala.
—¡Al fin llegas!— me dijo, mientras nos acomodábamos en nuestros asientos.
—Sí, sí. Me costó deshacerme de Ríos— respondí, soltando un suspiro.
—¿Ríos? ¿Richard? ¿Te trajo él?— preguntó ella, levantando una ceja con esa mirada que sabía lo que estaba pensando.
—Ay, no empieces, Kylie— le dije, negando con la cabeza. —Me ofreció llevarme y le dije que sí para no discutir. Ya sabes cómo es.
—Ajá, sí, sí. No te hagas la loca. Tú sabes que te gusta un poquito— dijo ella, riéndose.
—¿Gustarme? ¿Richard? Estás loca— respondí, rodando los ojos. —Él solo está en esta situación para ayudar a Franchesca, y yo... yo no lo soporto.
—Claro, claro— dijo ella, dándole un mordisco a sus palomitas y riendo con la boca llena. —Pero ¿y si después de todo este drama...?
—Kylie, no empieces con tus novelas— la interrumpí antes de que siguiera imaginando cualquier tontería.
Nos reímos y la película comenzó. Las dos nos concentramos en la pantalla y, por unas horas, logré olvidar el drama de Coraline, mi abuela, y toda la presión que había en casa. Fue un alivio, una escapada mental que necesitaba.
***
Cuando llegué a casa, ya eran como las 11 de la noche. Abrí la puerta lentamente, esperando pasar desapercibida. Mi objetivo era llegar a mi cuarto sin que nadie se diera cuenta de que había llegado. Pero, claro, eso no iba a pasar.
—¡Hermanita!— gritó Coraline con su voz chillona desde la sala.
—Coraline...— respondí entre dientes, obligándome a parecer más educada de lo que realmente me sentía.
—Me alegra tanto verte, qué mal que no fuiste a buscarme al aeropuerto— dijo ella, haciendo una cara de falsa tristeza que me dio ganas de darle un golpe.
—Te queda muy mal esa cara de tristeza falsa, Coraline— respondí, sin poder ocultar mi fastidio.
Mi abuela, que estaba sentada en un sillón, me miró con esa mirada fría que siempre me lanzaba cuando no le gustaba mi actitud.
—Te queda muy mal a ti no habernos acompañado — dijo, haciéndose eco de mis palabras con un tono serio.
Ya había llegado al límite. Me di la vuelta y, mirándola directamente, le contesté.
—Señora Elizabeth, la verdad es que no me interesa lo que a usted le parezca que me queda mal— le solté, con la voz fría.
Un silencio tenso invadió la sala. Todos se quedaron callados, como si estuvieran procesando lo que acababa de decir. Sentí que Richard me observaba desde su lugar, pero no me atreví a mirarlo.
—Bueno, que tengan buenas noches. Y me alegra que estés bien, Coraline— dije con un tono seco, antes de retirarme a mi habitación.
Al final del día, Coraline seguía siendo mi hermana, y aunque no la soportara, hacía tiempo que no la veía. Pero eso no significaba que tuviera que fingir que todo estaba bien.
Subí las escaleras y cerré la puerta de mi cuarto, dejándome caer en la cama. Mi cabeza seguía dando vueltas con todo el drama de la familia, pero al menos había sobrevivido el primer encuentro con Coraline. Eso ya era algo.