.

578 66 17
                                    



Estaba sola en la cocina, el sonido del cereal crujía entre mis dientes mientras intentaba enfocarme en cualquier cosa que no fuera él. *Richard*, el único que lograba sacarme de quicio con solo respirar en la misma habitación. Sabía que mi tía y Coraline estaban fuera, y Franchesca... bueno, ella tenía otros planes con Sasha, claramente más entretenidos que pasar la tarde conmigo.

La puerta se abrió de golpe, interrumpiendo mis pensamientos. Sabía que no era ninguna de ellas. Me asomé y, efectivamente, ahí venía Richard, todavía en su uniforme de entrenamiento, pero con las medias a medio poner.

—Me caes pésimo —dije sin más, cruzando los brazos cuando se acercó y se puso a mi lado, como si tuviera todo el derecho del mundo de estar ahí.

—Perfecto, jamás intenté caerte bien —respondió con esa calma que me sacaba de mis casillas.

—Eres un odioso de mierda —le lancé, haciendo un gesto para que se apartara.

Él se rió bajo, mirándome con esos ojos brillantes que siempre tenían algo de burla. —Y tú eres una niñita caprichosa, consentida... insoportable.

—Te mueres por mí, ¿cierto? —Lo provoqué, acercándome lo suficiente como para sentir su respiración en mi piel.

Él se inclinó ligeramente, rozando sus labios con los míos. —Como no tienes una jodida idea —murmuró, y justo cuando pensé que iba a besarme, me aparté con una sonrisa traviesa.

—¿Qué haces? —preguntó, siguiéndome mientras yo volvía a concentrarme en mi tazón de cereal.

—Comiendo —contesté, haciendo un esfuerzo por no reírme, y continué masticando mientras lo miraba de reojo.

—¿Ya nos perdonamos? —preguntó, esa chispa juguetona en su tono.

—No —respondí, intentando mantenerme seria, pero fallando miserablemente.

Sin previo aviso, me quitó la cuchara de las manos y se la llevó a la boca, saboreando un poco del yogurt.

—Está rico este yogurt —dijo, alzando una ceja, claramente provocándome.

—Sí, lo sé —murmuré, tratando de mantener la compostura, pero lo que hizo después me dejó sin palabras. Se acercó a mis labios y, sin previo aviso, pasó su lengua brevemente por ellos, como si probara el sabor del yogurt que quedaba en mi boca.

—Ya déjame quieta —dije, apartándome, pero una sonrisa tironeaba de mis labios.

—No —respondió, tomando mi rostro entre sus manos con suavidad y, antes de que pudiera decir nada más, me besó. Al principio fue un beso suave, casi tierno, pero luego la tensión que habíamos acumulado todo este tiempo estalló. Respondí con la misma intensidad, aferrándome a su cuello, sintiendo cómo sus manos recorrían mi espalda.

Nos separamos solo por un segundo, ambos con la respiración agitada. Richard me observó, su mirada recorriendo mi rostro, buscando algo en mis ojos. Sentí cómo me levantaba ligeramente y, antes de darme cuenta, me había sentado en el mesón de la cocina, mis piernas rodeando su cintura sin pensarlo dos veces.

—Esto no significa que te haya perdonado —le susurré con una sonrisa traviesa, mirándolo a los ojos

Me mordió el labio duro

Ayyy — me queje

Me quito la camisa y se quedó admirando mis pechos , pasó la mano por detrás de mi espalda y me desabrocho el brasier quitándomelo en un instante . Me miro con deseo y luego se mordió el labio

Se acercó a mi cuello,me empezó a besar y yo soltaba pequeños jadeos , bajo a mis tetas y dejo besitos por ahí

hasta que me mordió un pezon y le di un zape

Saco la cuchara que estaba en el plato al lado de nosotros y con el yogurt que se escurría de la cuchara empezó a dejarlo caer sobre mis tetas

Que haces? — le pregunté extrañada

el se acercó lentamente mientras se lamía los labios y empezó a devorar mis tetas , lamiéndolas con el yogurt y debo de decir que era la mejor sensación de mi vida

Después de un rato, me bajé del mesón y recogí mi camisa que estaba tirada por la cocina. Sin decir una palabra, caminé hacia mi habitación, sabiendo que él venía detrás de mí. No hacía falta mirarlo para sentir su presencia, esa que siempre me incomodaba y me atraía al mismo tiempo.

Cuando llegamos a mi cuarto, él se tiró en mi cama, como si fuera suya, y sin pensarlo dos veces, se quitó la camisa, quedando solo en pantaloneta. Me mordí el labio, tratando de no prestarle demasiada atención, aunque era casi imposible ignorarlo.

—Voy a ducharme —le solté, sintiendo la incomodidad en el aire.

—Haz lo que quieras —respondió con indiferencia, pero su sonrisa burlona no pasaba desapercibida.

Entré al baño, cerré la puerta y dejé que el agua caliente corriera por mi piel, llevándose cualquier rastro de la tensión que había quedado entre nosotros. Me sentía pegajosa, y no solo por el yogurt. Al salir, me puse una pijama cómoda, esperando que él se hubiera ido o al menos se estuviera comportando.

Pero no. Cuando salí, lo encontré recostado en mi cama, comiéndose tranquilamente el tazón de cereal que yo había preparado. Me detuve en seco, con los ojos entrecerrados.

—¡Atrevido! Eso era mío —le dije, acercándome a él con los brazos cruzados, como si pudiera intimidarlo.

—*Era* —respondió, haciendo énfasis en la palabra y dejando el plato vacío a un lado.

Antes de que pudiera reaccionar, me jaló del brazo con suavidad pero firmeza, haciéndome caer sobre él. Terminé sentada a horcajadas, mi rostro apenas a unos centímetros del suyo. *Face to face*, como él diría.

—¿Qué haces? —le pregunté, aunque la respuesta era bastante clara.

Con una mano me sostenía por la cintura, y con la otra sujetaba el tazón de cereal, mirándome con esa sonrisa pícara que siempre lograba desarmarme.

—Ya que es tuyo —dijo, llevándose una cucharada a la boca y luego ofreciéndome otra—, ¿quieres? —preguntó con tono burlón.

Intenté mantenerme seria, pero la cercanía, su forma de mirarme y el hecho de que, de alguna manera, siempre lograba salirse con la suya, me hicieron reír.

—Eres imposible —le dije, mientras aceptaba el bocado, mirándolo a los ojos, sabiendo que, en el fondo, yo tampoco estaba intentando resistirme.

El esposo de mi hermana - Richard RiosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora