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Me levanté de la cama a las 7 de la noche, después de haber dormido toda la hijueputa tarde. ¿Pero qué le vamos a hacer? Era lunes, y los lunes no trabajo. Ah, y los martes tampoco, así que no me daba mala vida.
El celular vibró sobre la mesa de noche. Era el grupo de WhatsApp con Franchesca y mi tía.
**Tía:** *Hoy a las 8 tenemos que ir a cenar con Sandra y su familia.*
¿Qué? ¡Las 8 es en una hora! 🙄, pensé y le respondí de una:
—¡Tía! ¿A las 8? ¿Y apenas lo dices?—
**Tía:** *Ay, sí... se me había olvidado, pero es importante. Ponte bonita.*
Me eché pa' atrás en la cama y suspiré profundo. Me levanté, resignada, y me metí a bañar en tiempo récord. Necesitaba estar lista ya mismo, y cuando revisé mi clóset, me decidí por el vestido negro. Ese mismo que tengo guardado para cuando quiero que todo el mundo me mire. De esos que son un golpe visual apenas lo ves. Era cruzado en la parte de arriba, dejando los hombros y parte del abdomen al descubierto, con unas cadenitas brillantes cayendo entre el escote. Bien ajustado en la cintura, y abajo, pegadito a las caderas. Me lo puse y me miré al espejo con una sonrisa. ¡Lista para romper!
Me hice una coleta alta y me puse unos tacones para darle el toque final. Bajé corriendo a la sala donde mi tía y Franchesca ya estaban esperando, con esa cara de fastidio que ponen cada vez que me demoro.
—¡Ajá, ya!— dije, ajustando la cadenita del vestido mientras las veía a las dos con los brazos cruzados.
—Te tomas tu tiempo, ¿no?— dijo Franchesca en tono burlón.
—Ay, relájate, Fran, que vamos a cenar, no a una reunión de estado— le respondí con una sonrisa de lado.
Nos montamos en el carro, y como siempre, Franchesca manejaba como si la hubieran contratado de piloto en la Fórmula 1. Llegamos al restaurante en 10 minutos exactos. Al entrar, yo iba detrás, más pendiente del celular que de lo que pasaba alrededor, hasta que escuché la voz de mi tía saludando efusivamente. Levanté la cabeza y ¡coño!, ¡Dios mío! Ese man que estaba frente a nosotras parecía salido de una revista de modelos.
El tipo medía fácil dos metros, con un traje negro que le quedaba pintado. La cara era seria, pero no de mala gente, más bien de esos que te ponen nerviosa porque no sabes qué están pensando. Y el perfume... ¡Juro que podía olerlo desde la entrada! Era como si el aire hubiera cambiado cuando él apareció.
Nos sentamos en la mesa, yo me acomodé último, todavía medio desubicada. Mi tía se encargó de las presentaciones:
—Bueno, les presento a mis sobrinas: Franchesca, la mayor, y Brittany, la menor. Son tres, pero Coraline, la del medio, está estudiando en Francia— dijo, toda sonriente.
El man, sin apartar la vista de mi hermana, asintió y soltó:
—¿Y qué estudia Coraline?—
—Ni idea— respondió mi tía con una risa despreocupada, y él también se rio, aunque breve, como si estuviera midiendo sus reacciones.
Yo no dije ni una palabra durante la cena. Pedí lo que fuera, ni me importaba el menú. Solo observaba cómo él inspeccionaba a Franchesca como si estuviera en una entrevista de trabajo. Ella estaba igual, nerviosa pero tratando de disimular. Se dieron la mano en algún momento, y yo noté la mirada calculadora de mi hermana, como si tratara de descifrar si él sabía exactamente por qué estaba aquí.
Entre tanto, los dos intercambiaban miradas fugaces, con ese tipo de tensión que te deja incómoda. Yo estaba segura de que no iba a ser tan fácil.
De repente, él hizo algo inesperado. Mientras mi hermana le hablaba de su trabajo y de lo importante que era el bufete de abogados para la familia, él se inclinó ligeramente hacia ella, como si fuera a decir algo importante. Pero en vez de eso, susurró:
—No te preocupes. Todo se resolverá, Franchesca. Sé lo que está en juego, y no voy a fallar.—
¡Uy, mija! Ahí fue cuando yo abrí los ojos como platos y tuve que tomar un sorbo de agua para no atragantarme. El tono de su voz, tan seguro, tan... misterioso. A mi hermana no le quedó otra que asentir, aunque en sus ojos vi una mezcla de sorpresa y miedo. Este man no era cualquier jugador, era alguien que sabía moverse en este tipo de terrenos.
Para romper el silencio, mi tía comentó casualmente:
—Bueno, ya saben que esto es temporal, ¿no? Es solo para que mi mamá no moleste y te dé el bufete, Franchesca. Después de que todo esté firmado, ustedes pueden hacer lo que quieran.—
Él asintió despacio, pero su mirada no dejaba de estar fija en mi hermana. Algo en su manera de mirarla, con esa intensidad, me decía que las cosas no iban a ser tan simples como "temporal".
Suspire.
Cuando la cena terminó, yo casi suspiré de alivio. Todo había sido demasiado tenso, pero nadie dijo nada en voz alta. Nos despedimos con sonrisas y abrazos, como si todo estuviera bajo control. Pero mientras nos íbamos, no pude evitar notar que Franchesca estaba más nerviosa que antes. Y yo también sentía un peso en el pecho.
Esto se iba a poner raro. Muy raro....