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Después de ese almuerzo incómodo donde la abuela prácticamente había dictado sus reglas de moralidad, todos estábamos más que listos para escaparnos un rato. Sabíamos que no podíamos quedarnos atrapados en esa villa con las opiniones estrictas de la abuela y la mirada curiosa de Coraline.

Cuando regresamos a la villa, la abuela y mi tía decidieron quedarse en la casa para "descansar" después de comer. Y, sinceramente, mejor. Ya sabíamos que la abuela no era fan de los planes nocturnos, y la tía siempre seguía lo que ella decía. Así que, cuando se fueron a sus cuartos, nosotros aprovechamos la oportunidad para planear una escapadita a la playa.

—Nos vamos a la playa, ¿cierto? —preguntó Franchesca, con una sonrisa cómplice mientras miraba a Sasha.

—¡Obvio! —respondí, sin pensarlo dos veces—. No vine a Barú para quedarme encerrada. Y menos escuchando a la abuela hablar de la "pureza".

—Ustedes dos son lo peor —bromeó Kylie, tirada en el sofá, mientras revisaba su teléfono—. Yo solo espero que no nos pille la abuela.

—Ay, no seas tan dramática, Kylie. Ella se va a acostar temprano como siempre —dije, encogiéndome de hombros—. Esto es entre nosotros.

Richard, que estaba apoyado en la pared, cruzado de brazos, no dijo nada, pero me lanzó esa mirada que siempre me dejaba pensando.

—Bueno, si vamos a ir, váyanse cambiando ya, que la noche se nos va a venir encima rápido —dijo Franchesca, dirigiéndose al cuarto.

Subí a la habitación a cambiarme. Había traído varios bikinis, pero esa noche elegí el más atrevido de todos. Era pequeñito, de esos que muestran más de lo que tapan, de color negro con detalles dorados, y me hacía sentir súper sexy. Sabía que con él iba a captar más de una mirada, pero, sinceramente, me daba igual. Era nuestra noche.

Me miré en el espejo, ajustando el bikini y soltando mi pelo. El bronceado que había conseguido los días anteriores hacía que mi piel resaltara aún más. Estaba lista para disfrutar.

Cuando bajé, ya lista, Richard estaba en la sala, hablando con Kylie. Al verme, dejó de hablar de repente y me lanzó una mirada rápida de arriba abajo. Noté cómo se le tensaba la mandíbula por un segundo, pero se recompuso rápido.

—¿Y esa pinta? —preguntó con una sonrisa burlona, aunque sus ojos seguían fijos en mi cuerpo.

—¿Qué pasa? ¿Te asustas o qué? —le respondí, dándome la vuelta para que viera bien el bikini.

—Nah, me gusta. Te queda... bien —dijo, aunque se notaba que estaba tratando de no decir demasiado.

Yo sonreí, sabiendo perfectamente el efecto que tenía en él, y me acerqué para salir con los demás hacia la playa.

***

La noche en Barú era perfecta. El sonido de las olas chocando contra la orilla, el cielo despejado lleno de estrellas y la brisa fresca que nos rodeaba. No había nadie más en la playa, solo nosotros, y esa sensación de libertad era como un respiro después de todo el día con la abuela.

—Esto es lo que necesitábamos —dijo Franchesca, estirando los brazos mientras caminábamos por la arena—. Un poco de tranquilidad.

—Total —respondí, mientras caminaba descalza por la arena, sintiendo cómo el agua rozaba mis pies.

Nos acercamos a la orilla y dejé mi toalla en la arena, junto con mis sandalias. Sin pensarlo dos veces, me metí al agua, disfrutando del contraste entre el calor del día y la frescura del mar.

—Ay, Dios, esto está buenísimo —dije, soltando una carcajada mientras el agua me envolvía.

Kylie, que siempre estaba lista para divertirse, me siguió al agua rápidamente.

—¡Vente, Richard! —grité, moviendo los brazos para que se acercara.

Él, con esa calma que siempre lleva, se quitó la camisa y dejó ver su cuerpo perfectamente trabajado. No era la primera vez que lo veía así, pero el contexto, la noche, el agua, todo hacía que se viera más... tentador. Sentí que el corazón me latía un poquito más fuerte cuando se metió al agua.

Se acercó a mí nadando, hasta que quedó justo a mi lado. El agua nos llegaba por la cintura, y sentí la piel erizarse cuando su brazo rozó el mío de forma accidental. O eso pensé.

—¿Te gusta la playa de noche? —me preguntó, con esa voz baja que casi sonaba como un susurro por el sonido del mar.

—Sí, es perfecta... —respondí, mirando las estrellas. Pero antes de que pudiera decir algo más, sentí su mano deslizarse suavemente por mi cintura bajo el agua.

Esa mirada suya, fija, penetrante, me hizo sonreír.

—¿Qué? ¿No has visto una mujer en bikini antes? —le dije con una sonrisa juguetona.

—He visto muchas... pero ninguna como tú —respondió él, con ese tono serio pero con la sonrisa burlona que siempre me hacía sentir cosas.

Me reí, soltando una carcajada suave, y me alejé un poco hacia el agua, dejándolo con la palabra en la boca. Sentí el agua fría subir hasta mis caderas y, cuando me di la vuelta, Richard ya estaba cerca, demasiado cerca.

—¿Te estás escapando de mí? —preguntó con voz baja, acercándose aún más hasta que nuestras pieles casi se rozaban bajo el agua.

—¿Escapándome? Para nada —respondí, mirándolo a los ojos, sintiendo cómo su presencia me envolvía.

El ambiente estaba cargado. Podía sentir su respiración cerca, y el agua hacía que todo se sintiera más suave, más lento. Sus manos, antes de que pudiera darme cuenta, se posaron en mi cintura. No lo aparté. De hecho, no quería apartarlo.

—Eres más difícil de ignorar de lo que pensaba —dije, casi sin aliento.

—Vos tampoco lo hacés fácil, Bri —respondió él, deslizándole una mano suavemente por mi espalda, trazando un camino invisible por mi piel.

El toque era lento, firme, como si supiera exactamente lo que estaba haciendo. Sentí cómo el calor subía por mi cuerpo, a pesar de estar en el agua. Mi corazón latía fuerte, y aunque sabía que estábamos jugando con fuego, no podía evitarlo. Había algo en la forma en que me miraba, algo en su toque que me dejaba sin aire.

—Richard... —murmuré, mientras su otra mano bajaba suavemente hasta mi cadera, trazando círculos sobre mi piel.

—Tranquila, Bri —susurró él, acercándose aún más, su voz baja y profunda—. Solo estamos disfrutando de la noche... y el uno del otro.

Mis pensamientos estaban desordenados. Sabía que lo que estaba pasando no debía, que todo era más complicado de lo que parecía. Pero en ese momento, bajo el cielo estrellado y con su cuerpo tan cerca del mío, nada más importaba.

Me acerqué un poco más, sentí su aliento rozar mi cuello, y un escalofrío recorrió todo mi cuerpo. No dije nada. No necesitábamos palabras. Su mano continuó recorriendo mi cuerpo bajo el agua, como si el mundo se hubiera detenido alrededor nuestro.

Pero entonces, escuché una risa a lo lejos. Era Kylie, que estaba jugando con Franchesca y Sasha un poco más allá. Me separé de Richard en ese instante, recordando dónde estábamos y con quién. Sentí su mirada fija en mí, como si estuviera esperando que diera el próximo paso.

—No podemos hacer esto... —dije, con la voz apenas audible, tratando de recomponerme.

—Quizás no ahora... —respondió él, con una sonrisa de lado, antes de dar un paso atrás—. Pero la noche es larga, Bri.

Nos quedamos en silencio por un momento, el agua salada todavía rozando nuestras piernas, y su mirada nunca apartándose de mí. Sabía que esto apenas estaba empezando, y aunque quería detenerlo, había una parte de mí que no podía.

El esposo de mi hermana - Richard RiosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora