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Después de esa noche desastrosa en el restaurante, no pude dormir bien. Me quedé dando vueltas en la cama, pensando en todo lo que había pasado: la farsa del "casamiento" de Franchesca y Richard, el dolor en los ojos de Sasha, el maldito coro de "¡Beso!" de Coraline... Todo había sido demasiado.

El día de la partida llegó con el amanecer. La luz de Barú iluminaba la villa y, aunque normalmente ese tipo de mañana me haría sentir feliz y relajada, hoy solo sentía una mezcla de agotamiento y confusión. Sabía que las cosas con Richard se habían vuelto más complicadas de lo que jamás imaginé.

Bajé a la cocina en busca de un café, con la esperanza de que el café negro me ayudara a despejar la cabeza. Al llegar, encontré a mi tía y a la abuela, ya vestidas y listas para organizar todo para la partida. Mi abuela, siempre tan controladora, tenía una lista de cosas que revisar antes de irnos.

—¿Dormiste bien, niña? —preguntó mi tía mientras sorbía su café.

—Sí, sí, lo normal... —mentí. En realidad, mi mente no había dejado de pensar en Richard, en lo que había pasado anoche en mi habitación.

—Perfecto, porque tenemos que estar listos en una hora —intervino la abuela sin levantar la vista de su lista.

—Sí, claro —respondí de manera automática, mientras me servía una taza de café.

La tensión en mi cuerpo era palpable. Sabía que tenía que enfrentar a Richard después de lo que había pasado la noche anterior, pero no estaba lista para eso. No quería quedarme mucho tiempo ahí. Quería aire, espacio para pensar. Así que me fui directo a la terraza, donde el sonido del mar parecía más relajante que nunca. Me apoyé en la baranda y respiré profundamente, dejando que la brisa me despeinara un poco. Sentía el peso del día encima de mí. Estaba cansada de las mentiras, de la farsa que habíamos montado para que la abuela no sospechara de Franchesca y Sasha.

Sabía que no podía seguir así.

—¿Bri? —La voz de Richard me sacó de mis pensamientos.

Me giré para verlo. Él estaba parado en la entrada de la terraza, su expresión era seria, sus ojos buscando los míos, como si intentara leerme. No quería hablar con él, pero al mismo tiempo, sabía que teníamos que aclarar todo lo que había pasado.

—¿Podemos hablar? —preguntó, acercándose con cautela.

Lo miré durante un par de segundos antes de suspirar y asentir. Sabía que, aunque intentara evitarlo, esto tenía que pasar.

—Dale, hablemos —dije, cruzando los brazos, preparándome para lo que estaba por venir.

Richard se acercó más y se apoyó en la baranda a mi lado. Por un momento, ninguno de los dos dijo nada. Solo estábamos allí, mirando el mar, dejando que la brisa y el sonido de las olas llenaran el silencio.

—Lo de anoche... —comenzó él, pero no terminó la frase. Se detuvo, como si no supiera cómo seguir.

—¿Qué pasa con lo de anoche? —dije, mirándolo de reojo.

—Sé que todo esto te está afectando más de lo que pensaba. Y no quiero que te sientas así, no quiero hacerte daño —dijo con voz seria.

Sentí un nudo en la garganta, pero me obligué a mantener la calma.

—Richard, no es solo lo de anoche. Es todo. Esta mentira que estamos viviendo... Me está afectando, sí. Y también está afectando a Franchesca y a Sasha —dije, dejando salir parte de la frustración que había estado acumulando.

—Lo sé, Bri. Lo sé... —dijo, pasándose una mano por el pelo, claramente frustrado también—. Pero no sé cómo salir de esto sin que todo explote.

El esposo de mi hermana - Richard RiosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora