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Mi novio y yo salimos a mercar hoy

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Mi novio y yo salimos a mercar hoy

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Después de la conversación con la abuela en el hospital, salimos de la habitación sintiendo que algo en la dinámica familiar había cambiado para siempre. La abuela había dado su bendición a Franchesca y Sasha, algo que no hubiéramos creído posible hasta hacía unos días. El ambiente en la sala de espera era mucho más ligero, aunque todos sabíamos que la tensión con Coraline seguía presente, como una nube gris a punto de explotar.

Richard estaba esperándonos fuera de la habitación, con las manos en los bolsillos, y cuando nos vio salir, nos dirigió una sonrisa alentadora.

—¿Cómo les fue? —preguntó mientras se acercaba, mirándonos a todas, pero sobre todo a mí.

Franchesca fue la primera en responder, su voz sonaba más firme de lo que había estado en mucho tiempo.

—Nos fue bien, Richard. La abuela nos dio su bendición —dijo, y aunque lo dijo con calma, la emoción brillaba en sus ojos—. Por primera vez en mucho tiempo, siento que puedo respirar.

—¡Parce, eso es increíble! —exclamó Richard, claramente emocionado—. Ya era hora de que las cosas se acomodaran pa' ustedes. ¡Me alegra un montón, de verdad!

—Gracias, Richard —dijo Franchesca, sonriéndole con gratitud—. Pero he estado pensando en algo más.

La miré de reojo, preguntándome qué tenía en mente ahora. Después de todo, los últimos días habían sido un torbellino de decisiones difíciles.

—Voy a quedarme en el bufete familiar —dijo, mirando a Richard, a mí y luego a Sasha, que estaba parada cerca de la puerta—. Ahora que la abuela me apoya, ya no tengo por qué seguir huyendo. Este bufete es parte de nuestra familia, y quiero que siga siendo así. Además, es lo que he trabajado toda mi vida por conseguir.

Richard la miró, asintiendo.

—Yo lo sabía, parce. Siempre supe que ibas a quedarte. Es lo que vos querías, lo que te ganaste con todo tu esfuerzo —dijo, su acento paisa sonando más fuerte con la emoción—. Y ahora, sin toda esa mierda de tener que fingir con nosotros dos, podés enfocarte en lo que más importa.

Franchesca sonrió, visiblemente aliviada.

—Sí, y por fin puedo estar con Sasha sin tener que preocuparme por lo que dirá la familia. Voy a manejar el bufete de la misma manera, pero ahora siendo fiel a mí misma, sin esconder nada.

Sasha se acercó, su rostro mostrando una mezcla de orgullo y alivio.

—Estoy muy orgullosa de ti —dijo Sasha, tomando la mano de Franchesca—. Sabía que podías manejar el bufete, pero también sabía lo importante que era para ti hacerlo siendo quien realmente eres.

Franchesca la miró con una ternura que pocas veces dejaba salir delante de los demás. Verlas así, sin miedo de mostrar su amor, me llenó de orgullo.

—Me alegra que hayas tomado esa decisión, Fran —le dije, acercándome y dándole un abrazo—. Sé que es lo correcto para ti, y también para todas nosotras. Estarás en el bufete, pero siendo libre.

En ese momento, Coraline, que había estado callada y a un lado, soltó un suspiro.

—Supongo que todo se arregló para ustedes —dijo, cruzándose de brazos—. Y yo aquí, como siempre, la que se quedó afuera.

Me volví hacia ella, suspirando. Sabía que esto no iba a ser fácil para Coraline, pero también sabía que ella se había metido en esto sola.

—Cora, esto no es una competencia —le dije con calma—. Tú también puedes cambiar. Ya viste que la abuela nos ha dado su bendición. Puedes empezar de nuevo si quieres.

Coraline me miró con desconfianza, pero no dijo nada. Sabía que tenía que ser ella quien decidiera su camino, pero al menos ahora estaba todo en la mesa.

—Yo no tengo ni idea de qué hacer con mi vida ahora mismo, pero me alegra que tú lo tengas claro, Franchesca —añadió, su tono menos desafiante que de costumbre.

Franchesca asintió, pero esta vez no dijo nada. Sabía que Coraline también estaba buscando su lugar en todo esto, aunque nunca lo admitiera en voz alta.

—Bueno, entonces... ¿qué hacemos ahora? —preguntó Richard, rompiendo un poco el silencio incómodo que había quedado en el aire.

—Ahora —dije, sonriendo un poco—. Nos vamos a casa, nos preparamos para lo que viene, y Franchesca toma su lugar en el bufete. Todo con calma, sin presiones.

—¿Y Coraline? —preguntó Sasha, mirando a la hermana mayor con curiosidad.

—Coraline tiene que tomar su propia decisión —respondí, mirando a mi hermana con algo de compasión—. Nadie puede hacerlo por ella.

Coraline se encogió de hombros, sin querer comprometerse a nada por el momento.

—Ya veremos —dijo finalmente, antes de darse la vuelta y salir de la sala de espera.

Todos la observamos irse, en silencio. Sabíamos que la relación con Coraline seguiría siendo complicada, pero por ahora, lo importante era que Franchesca había encontrado su camino, y yo... bueno, yo tenía que descubrir qué quería hacer con Richard.

Mientras salíamos del hospital, Richard pasó su brazo por mi cintura y me miró con esa sonrisa traviesa que siempre me sacaba de quicio, pero que al mismo tiempo me encantaba.

—Yo digo que, después de todo esto, nos merecemos un respiro, ¿cierto? —dijo con su acento paisa bien marcado—. Vamos a vivir la vida, parce, y dejar de preocuparnos tanto por lo que no podemos controlar.

Yo le devolví la sonrisa y asentí.

—Tenés razón, Richard. Ya es hora de que pensemos en nosotras mismas y dejemos de lado todo este drama.

Y así, mientras el sol de la tarde iluminaba la entrada del hospital, supe que un nuevo capítulo comenzaba para nosotras, uno donde la felicidad y la libertad serían nuestra prioridad.

El esposo de mi hermana - Richard RiosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora