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Dedicado a ustedes bebas 💘 las amo , voten y comenten mucho

Después de salir de la discoteca, apenas me había quitado los tacones cuando vi a Coraline acercándose con su típico aire altanero. Me dolían los pies como si hubiese caminado sobre brasas, así que estaba demasiado cansada para preocuparme por lo que venía.

—Voy a llevar a Sasha. ¿Me esperas acá o te vas conmigo? —preguntó Franchesca mientras se acomodaba su cabello.

Antes de que pudiera responder, Richard intervino con ese tono casual que usaba cuando quería hacerse el interesante.

—Yo te puedo llevar —dijo, guiñándome un ojo, asegurándose de que nadie más lo notara.

Coraline no tardó en lanzarse al ruedo.

—Llévame a mí, Richi —dijo ella, poniéndose entre nosotros como si fuera la única opción.

Franchesca rodó los ojos, visiblemente cansada de la actitud de Coraline.

—Por Dios, Coraline, tú trajiste tu auto —dijo mi hermana, con una paciencia que ya se le estaba agotando—. La única que no tiene carro es Bri, y está cansada, no todo se trata de ti.

Solté una risa ahogada, probablemente producto del alcohol, y miré a franchescacomo diciendo "al fin". Coraline rodó los ojos y se dio media vuelta, visiblemente molesta. Sabía que   Fran rara vez hablaba de esa forma, pero cuando lo hacía, significaba que estaba al borde.

—Entonces vete con él —dijo Sasha con una sonrisa cómplice.

Yo asentí, recogí mis tacones y me subí al auto de Richard. Apenas cerré la puerta, arrancó el coche como si estuviera en una carrera. Llegamos en un abrir y cerrar de ojos, pero yo ya me sentía mareada.

—¿Por qué manejas así? Me estoy mareando —le dije, soltando una risita nerviosa.

—Uy, lo siento —respondió él, estacionando y bajando para abrir la puerta. Me tomó de la cintura para ayudarme a salir. Su toque me envió un escalofrío por la espalda.

Miré alrededor y me di cuenta de que el auto de Coraline no estaba por ningún lado. Entramos en la casa,

—Me prestas tu cargador... es que el mío se me quedó —dijo con una sonrisa traviesa.

—Ay, claro, un tipo como tú que juega en la selección Colombia no tiene un cargador... entiendo perfectamente —respondí con sarcasmo.

—¿Me lo vas a prestar o no? —replicó él, sonriendo aún más.

Le señalé con la cabeza para que me siguiera, y cuando llegamos a la habitación, cerró la puerta detrás de él. Se sentó en mi cama, mirándome con esos ojos oscuros que parecían traspasarme.

—Vení, bri —dijo, haciéndome un gesto para que me acercara.

Mi corazón comenzó a acelerarse, y sentí que las piernas me temblaban. Pero a pesar de los nervios, me acerqué y me senté sobre él, colocando una pierna a cada lado de su cuerpo. Nunca antes había hecho algo así, pero con él, todo se sentía natural, como si ese fuera el lugar donde pertenecía.

Richard acercó su rostro al mío, pero no me besó. En lugar de eso, sus labios rozaron la esquina de mi barbilla y luego comenzaron a bajar lentamente por mi cuello. Sentí su aliento caliente en mi piel, y un suave cosquilleo recorrió todo mi cuerpo.

—Richard... —murmuré con la voz temblorosa, incapaz de controlar el efecto que él tenía en mí.

—¿Hmm? —respondió él sin detenerse, continuando con sus besos que me dejaban sin aliento.

Agarré el dobladillo de su camiseta, tirando de ella con suavidad.

—Quítatela —le dije, sin pensarlo demasiado.

Él sonrió, y sin decir una palabra, se quitó la camiseta de un tirón. Sus músculos estaban tensos bajo mi toque, y no pude evitar explorar cada centímetro de su pecho y abdomen. Sentir su piel fría y húmeda bajo mis dedos era intoxicante, y cada segundo que pasaba, más crecía la tensión entre nosotros.

—Bri, me estás volviendo loco —siseó él, claramente afectado por el contacto.

Yo continué, ignorando sus palabras, demasiado concentrada en la sensación de sus músculos bajo mis manos. Las respiraciones de ambos se hacían más pesadas, y la temperatura en la habitación parecía aumentar con cada segundo.

De repente, me bajé de sus piernas, pero justo en ese momento, la puerta se abrió de golpe.

—¡Pum! —El sonido de la puerta me hizo saltar, y vi a mi tía de pie en el umbral, mirándonos con los ojos abiertos como platos.

—Ehh... —intenté decir algo, pero las palabras no salían. Tenía la camiseta de Richard en las manos, y él estaba sentado, sin camisa, justo frente a mí.

Mi tía nos observó por unos segundos, y luego, para mi sorpresa, se echó a reír.

—No voy a preguntar nada —dijo, soltando una carcajada mientras yo intentaba recomponerme.

—Mañana vamos a almorzar con tu abuela. Y tú también vas, Richard—añadió, señalándolo con el dedo.

Antes de que pudiera siquiera procesar lo que acababa de pasar, la mamá de  Richard, la señora Sandra, apareció en la puerta.

—Ay, huelen terriblemente a alcohol —dijo, frunciendo el ceño pero sin darle demasiada importancia a la situación.

—Hola, señora Sandra —dije, tratando de parecer lo más inocente posible.

—Hola, cariño —respondió ella, como si no acabara de encontrarme en mi habitación con su hijo, él sin camisa y yo con la suya en las manos.

—Richard, a tu habitación. Mañana iremos a almorzar —dijo con un tono firme pero sin perder la calma.

Y ustedes que hacen despiertas— dijo el

Estábamos en un cumpleaños de una amiga jugando y apostando — contesto ella antes de que richard saliera por la puerta y ella cerrara

Yo me despedí rápidamente, deseándoles buenas noches, y apenas cerraron la puerta, me dejé caer en la cama. Sentí como si el mundo girara a mi alrededor, la cabeza solo me daba vueltas y vueltas

El esposo de mi hermana - Richard RiosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora