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El ambiente en la familia seguía siendo tenso después de la cena. Sabía que no pasaría mucho tiempo antes de que todo explotara. Después de la escena incómoda en el restaurante, donde mi abuela dejó clara su sospecha sobre la relación entre Franchesca y Richard, las cosas no podían seguir así. Pero además de ese peso, ahora tenía que lidiar con Coraline, que no paraba de meterse donde no la llamaban.

Al día siguiente, desperté con una sensación de pesadez en el pecho. Sabía que las cosas con Richard se estaban complicando más de lo que jamás imaginé. A pesar de que la relación entre él y Franchesca era una farsa, me daba cuenta de que mis sentimientos por él seguían creciendo. Y lo peor de todo era que Coraline, la eterna metida, no dejaba de tratar de interponerse.

Salí de mi habitación y lo primero que escuché fue la risa de Coraline proveniente de la sala. Me acerqué con cautela y, como me temía, estaba sentada en el sofá, hablando con Richard como si nada.

—No puedo creer que todavía estés con Franchesca —le decía, su voz cargada de veneno disfrazado de broma—. Siempre pensé que vos y yo haríamos mejor pareja. ¡Es que tenemos mucho en común!

Rodé los ojos desde la puerta, ya harta de sus insinuaciones. ¿Por qué insistía tanto? No podía ser más evidente que lo hacía solo para fastidiar. Richard, atrapado, no respondía de inmediato, pero su incomodidad era palpable.

—Coraline, no creo que ahora sea el mejor momento para hablar de eso —respondió Richard, tratando de mantener la calma.

—Ay, ¿por qué no? Vos sabés que siempre me has gustado. ¿Qué tiene Franchesca que yo no? —dijo, mientras se inclinaba hacia él, demasiado cerca para mi gusto.

Sentí cómo la sangre me hervía. No podía seguir escuchando más de esas estupideces. Sin pensarlo, entré en la sala, tratando de no mostrar lo que realmente sentía.

—Richard, ¿podemos hablar un momento? —dije, ignorando completamente a Coraline.

Él me miró, sorprendido pero agradecido por la interrupción. Se levantó rápidamente del sofá y caminó hacia mí.

—Claro, Bri, vamos a hablar —dijo, sin siquiera mirar a Coraline, lo cual me dio una pequeña sensación de satisfacción.

Nos dirigimos al patio trasero, donde finalmente pudimos tener un poco de privacidad. El aire fresco me ayudaba a despejar la cabeza, pero la tensión seguía presente entre nosotros. Richard me miró, y durante un largo rato, ninguno de los dos dijo nada.

—Gracias por sacarme de ahí —dijo finalmente, soltando un suspiro—. Coraline no entiende que no quiero nada con ella.

—Eso está claro, pero ella no parece querer aceptar un no por respuesta —dije, cruzando los brazos, aún molesta por lo que había escuchado.

—Sabes que lo de Franchesca y yo no es real, pero Coraline... no sé cómo manejar esta situación sin que explote —dijo Richard, claramente agobiado.

Lo miré, y aunque estaba molesta, no pude evitar sentir una pizca de compasión. Richard estaba atrapado en esta mentira tanto como nosotras.

—¿Y qué vas a hacer? Porque no podés seguir dejando que Coraline se te acerque así, ¿no? —pregunté, incapaz de ocultar la irritación en mi voz.

Richard me miró fijamente, y en sus ojos pude ver algo que no esperaba: culpa. Parecía que estaba cuestionando todo, incluyendo su papel en esta farsa.

—No lo sé, Bri. La verdad... no sé cómo seguir con esto sin que todos salgan heridos. No quiero lastimar a Franchesca, ni mucho menos hacer que Sasha sufra más. Y tampoco quiero meterte a vos en este lío —dijo, pasando una mano por su cabello con frustración.

—Ya estoy metida, Richard —dije, sintiendo cómo la tensión se acumulaba en mi pecho—. Y la verdad es que... esto ya me está afectando más de lo que pensé.

Él se acercó un poco más, sus ojos buscando los míos, y sentí ese calor familiar que me recorría cada vez que estábamos cerca. Era difícil ignorar la atracción que sentía por él, aunque sabía que nada bueno podía salir de todo esto.

—Bri, no quiero hacerte daño. Lo último que quiero es complicarte más la vida —dijo en voz baja, su rostro a pocos centímetros del mío.

Sentí su respiración rozar mi piel, y por un momento, el mundo entero se detuvo. Sabía que estaba mal, que todo esto estaba mal. Pero a la vez, no podía negar lo que sentía. Mis ojos bajaron a sus labios por un segundo, pero rápidamente me forcé a mirar hacia otro lado.

—Esto no puede seguir así, Richard —dije, tratando de mantener el control—. Tenemos que encontrar una forma de salir de esta mentira antes de que todo se vuelva un desastre.

Él asintió, pero no se alejó. Seguía cerca, demasiado cerca.

—Lo sé, Bri. Pero hay algo que necesito decirte... —comenzó a hablar, pero en ese momento, la puerta trasera se abrió de golpe.

Era Coraline, por supuesto.

—¡Ah! ¿Aquí están? —dijo con esa falsa sorpresa en su voz—. Solo vine a ver si Richard quiere acompañarme a hacer unas compras.

Quise rodar los ojos, pero me contuve.

—No, Coraline. Tengo cosas que hacer —respondió Richard con una firmeza que me sorprendió.

Por un momento, Coraline se quedó callada, claramente no esperando esa respuesta. Me miró con una mezcla de sospecha y molestia, pero no dijo nada más. Finalmente, dio media vuelta y se fue.

El silencio volvió a reinar entre Richard y yo, pero esta vez era más incómodo.

—Ves, es eso lo que digo. Ella no va a parar hasta que... —comenzó a decir Richard, pero lo interrumpí.

—Hasta que le digas las cosas claras. No podés seguir dejándola jugar con esta situación. Si no sos directo, va a seguir insistiendo.

Richard asintió, y por un segundo, pareció realmente afectado por todo. Nos quedamos en silencio, ambos sabiendo que había mucho más en juego de lo que queríamos admitir.

El esposo de mi hermana - Richard RiosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora