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La lluvia golpeaba la ventana de su habitación, creando un ritmo melancólico que resonaba en el silencio de la noche. Jungkook se acurrucó en su cama, con la mirada perdida en el vacío. Los recuerdos de su infancia, como fantasmas, lo perseguían en la oscuridad.

Recordaba las risas de los niños alfas que solían jugar con él en el jardín de la mansión. Eran tres, con nombres que ya no recordaba, pero sus rostros, sus sonrisas, aún estaban grabados en su memoria.

Recordaba a la pareja de amigos de sus padres, una pareja amable y cariñosa, que siempre lo trataban con cariño. Él no recordaba sus nombres, pero sí sus rostros, sus ojos llenos de bondad, sus manos cálidas que lo abrazaban con ternura.

Y recordaba al pequeño bebé omega que había nacido en la familia de sus amigos, un bebé con ojos grandes y brillantes, con una sonrisa contagiosa que lo llenaba de alegría.

Jungkook siempre se había acordado de ellos, de esos niños alfas, de esa pareja de amigos, de ese pequeño omega. Se preguntaba cómo estarían, si seguirían vivos, si habían logrado escapar del mundo oscuro en el que él se había criado.

Pero entonces, un recuerdo lo golpeó con fuerza, un recuerdo que lo dejó helado.

Recordó el apellido de la pareja de amigos de sus padres: Park.

La mafia Park.

La misma mafia que lo había llamado a Corea, la misma mafia que ahora lo obligaba a servirles.

Un escalofrío recorrió su espalda.

¿Qué relación tenían esos niños, esos amigos, con la mafia Park?

¿Estaban ellos involucrados en el mundo oscuro que lo había consumido?

¿Habían sobrevivido a la violencia, al peligro, a la muerte?

Jungkook se levantó de la cama, su mente llena de preguntas sin respuesta.

La lluvia seguía cayendo, pero ya no lo sentía. Su mente estaba en otro lugar, en un lugar donde la memoria se mezclaba con la incertidumbre, donde el pasado se entrelazaba con el presente.

Y en ese lugar, Jungkook se encontró con una verdad que lo dejó aturdido: su destino estaba ligado a la mafia Park, a esa familia que había conocido en su infancia, a esos niños que había olvidado, a ese pequeño omega que había amado.

Jungkook se levantó de la cama, impulsado por una fuerza invisible. La incertidumbre que lo carcomía por dentro lo obligaba a buscar respuestas, a desentrañar el misterio que se escondía detrás de su pasado.

Caminó por los pasillos de la mansión, sus pasos firmes y silenciosos. Su mente estaba en blanco, solo un torbellino de pensamientos confusos.

Llegó a la oficina de su padre, una habitación oscura y fría, llena de papeles y libros. Su padre siempre había sido un hombre reservado, un hombre que guardaba sus secretos en el fondo de su corazón.

Jungkook se acercó al escritorio, donde una caja de madera antigua descansaba sobre la superficie pulida. Era el diario de su padre, un diario que él nunca había abierto.

Con manos temblorosas, Jungkook abrió la caja y sacó el diario. Las páginas amarillentas estaban llenas de letras elegantes, de palabras que hablaban de un pasado que él no conocía.

Comenzó a leer, sus ojos recorriendo las líneas con avidez. Las palabras de su padre lo transportaron a otra época, a una época en la que la mafia Park no era una amenaza, sino una familia, una familia que lo había acogido con cariño.

En el diario, Jungkook encontró cartas de los Park, cartas llenas de afecto, de amistad, de cariño. Leía las palabras de su padre, palabras que hablaban de un pasado que él no había conocido, de un pasado en el que su padre había sido feliz, en el que había tenido amigos verdaderos.

Y entonces, vio una foto.

Una foto de la familia Park, una familia que él había olvidado, una familia que ahora lo perseguía en sus sueños.

En la foto, Jungkook reconoció a la pareja de amigos de sus padres, a los niños alfas que había conocido en su infancia.

Pero su mirada se posó en un chico delgado, de sonrisa tímida y ojos grandes. Un chico que le resultaba familiar, un chico que le había robado el corazón en su infancia.

Era el pequeño omega que había nacido en la familia Park, el omega que él recordaba con tanto cariño.

Jungkook sintió un nudo en la garganta.

¿Cómo podía haber olvidado a ese chico?

¿Cómo podía haber olvidado a esa familia?

¿Cómo podía haber olvidado el amor que había sentido por ellos?

En ese momento, Jungkook se dio cuenta de que había estado equivocado.

La mafia Park no era un enemigo, era una familia, una familia que lo había amado, una familia que lo había acogido en su corazón.

Y ahora, él tenía que encontrarlos, tenía que saber qué había sido de ellos, tenía que volver a sentir el amor que había perdido.

Jungkook siguió leyendo, sus ojos recorriendo las páginas del diario con avidez. Cada palabra que leía lo acercaba a un pasado que había olvidado, a un pasado que ahora lo llamaba con fuerza.

En una de las cartas, encontró los nombres de los tres niños alfas que había conocido en su infancia: Yoongi, Hoseok y Jackson.

Sonrió al recordar sus risas, sus juegos, sus travesuras. Eran amigos inseparables, unidos por una amistad que él había creído eterna.

Y también encontró los nombres de la pareja de amigos de sus padres: Seokjin y Namjoon.

Recordó sus rostros amables, sus palabras cariñosas, su amor por su padre. Eran como una segunda familia para él, una familia que lo había llenado de cariño y afecto.

Pero no encontró el nombre del pequeño omega.

Jungkook frunció el ceño, su mente llena de preguntas.

¿Por qué no había ningún nombre del omega en las cartas?

¿Había sido un error?

¿Había olvidado el nombre del pequeño omega?

No, no podía ser.

Él recordaba perfectamente la sonrisa del pequeño omega, sus ojos brillantes, su ternura.

Jungkook cerró el diario, su mente llena de confusión.

No entendía por qué no había ningún nombre del omega en las cartas.

Pero una cosa estaba clara: tenía que ir a Corea.

Tenía que conocer a la familia Park, tenía que saber qué había sido de ellos, tenía que encontrar al pequeño omega que había amado en su infancia.

En su mente, Jungkook aceptó su destino.

Se iría a Corea, se uniría al equipo de la mafia Park, y mientras cumplía con su deber, buscaría al pequeño omega que había robado su corazón.

No importaba el peligro, no importaba el riesgo.

Él tenía que encontrar al omega, tenía que saber qué había sido de él, tenía que volver a sentir el amor que había perdido.

Mi Big Boy - Km Au Donde viven las historias. Descúbrelo ahora