Charles
Estaba sentado en la sala de espera del hospital, mi corazón latiendo con ansiedad. Había estado allí durante horas, esperando noticias sobre el estado de Alex después del accidente.De repente, el médico salió de la habitación, su rostro serio.
— Señor Leclerc... — comenzó.
No necesitaba escuchar más. Su expresión lo dijo todo.
— ¿Qué? — pregunté, mi voz temblando.
— Lo siento... Alex no pudo sobrevivir — dijo el médico.
Un grito desgarrador salió de mi garganta, como si mi corazón se estuviera rompiendo en dos. Caí de rodillas, incapaz de mantenerme en pie.
La sala de espera se convirtió en un borrón, todo se volvió negro. Solo podía sentir el dolor que me consumía.
Todos se acercaron a mí, intentando tranquilizarme, pero no los dejé. No quería que nadie me tocara, no quería que nadie me hablara.
— Déjenme solo — grité, cubriéndome la cara con las manos.
Recuerdos de Alex inundaron mi mente. Nuestro primer encuentro, nuestra primera cita, nuestro primer beso. Cada momento que habíamos compartido juntos.
Recordé la forma en que ella sonreía cuando me veía correr, la forma en que me abrazaba después de una victoria. Recordé la forma en que ella me hacía reír, la forma en que me hacía sentir vivo.
Y ahora, todo eso se había ido. Alex se había ido.
No podía creerlo. No podía aceptarlo.
Me quedé allí, en el suelo, llorando sin parar. La imagen de Alex se repetía en mi mente, su sonrisa, su risa, su mirada.
¿Cómo podría vivir sin ella? ¿Cómo podría correr sin saber que ella estaría allí, esperándome en la meta?
No podía respirar, no podía pensar. Solo podía sentir el dolor que me consumía.
Y en ese momento, supe que nada volvería a ser igual. Mi vida había cambiado para siempre.
La Fórmula 1, el campeonato, nada importaba ya. Solo importaba Alex, y ella se había ido.
Después de lo que pareció una eternidad, finalmente logré reponerse del shock que me había dejado sin aliento. Me levanté del suelo, aún con lágrimas en los ojos, y miré a mi alrededor.
Vi a Toto, mi jefe y amigo, de pie en la esquina de la sala de espera. Su rostro estaba pálido y sus ojos estaban llenos de dolor.
Pero lo que me llamó la atención fueron sus puños. Estaban ensangrentados y magullados.
— ¿Toto? — pregunté, acercándome a él.
— Lo siento, Charles — dijo, sin mirarme. — No pude... no pude protegerla.
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DAYLIGHT|| Charles Leclerc
Lãng mạn《Solo hay dos momentos en que quiero estar contigo: Ahora y para Siempre》❣️🌹