Capitulo 37: La erudita de las profundidades

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El Rey Pálido caminaba lentamente por los vastos corredores de su palacio, su mente atrapada en una maraña de pensamientos. Los tiempos eran difíciles y el peso del reino se cernía sobre sus hombros con una intensidad cada vez más asfixiante. El regreso de la infección era un presagio que no podía ignorar, y mientras reflexionaba sobre las soluciones posibles, supo que debía tomar medidas drásticas. Ya había creado la Vasija Pura, Caelum, su hijo, con el fin de contener la infección de Radiance, pero eso no era suficiente. Un plan más grande debía ponerse en marcha, uno que requeriría sacrificios inmensos.

Mientras salía del palacio, sus pensamientos se concentraron en la búsqueda de tres insectos que estuvieran dispuestos a sellar la amenaza en un sueño eterno. Monomon, la erudita de las profundidades, fue la primera en venir a su mente. Su conocimiento y devoción por el reino la hacían una candidata ideal para convertirse en uno de los Soñadores. Sabía que debía convencerla, aunque el precio que le pediría sería alto.

A través de caminos solitarios y cubiertos de brumas, el Rey Pálido llegó finalmente a la Torre de la Sabiduría, donde Monomon residía, siempre envuelta en estudios y experimentos. La estructura se alzaba sobre las aguas tranquilas, un faro de conocimiento en medio de las profundidades subterráneas del reino. El Rey, acostumbrado a su imponente presencia, avanzó sin dudar. Con un gesto, las grandes puertas de la torre se abrieron, revelando el interior de la sala de investigación, llena de artefactos y documentos que Monomon había acumulado con el tiempo.

La erudita estaba allí, flotando en su cápsula de cristal, su figura rodeada por la tenue luz que emanaba de las profundidades. Su único ojo brillaba con curiosidad y respeto al ver al Rey entrar.

—Rey Pálido —dijo Monomon, su voz calmada y grave—. No esperaba verte por aquí tan pronto. ¿A qué debo esta visita?

El Rey inclinó levemente la cabeza en reconocimiento. Sabía que Monomon no aceptaría cualquier respuesta; debía ser directo y honesto.

—Monomon —comenzó el Rey, su tono grave y solemne—. Los tiempos están cambiando, y con ellos, las sombras que una vez contenimos vuelven a acecharnos. La infección que pensábamos haber mantenido a raya ha comenzado a despertar nuevamente.

Monomon flotó en silencio, procesando lo que decía el Rey.

—Radiance —dijo con frialdad—. ¿Está volviendo?

El Rey asintió lentamente.

—He estado trabajando en una solución —continuó—. Como sabes, he creado a la Vasija Pura para contener la infección, pero temo que eso no será suficiente. El reino necesita algo más... algo que refuerce ese sello, una protección que garantice que Hallownest no caerá ante esa fuerza oscura.

Monomon asintió, comprendiendo la gravedad del asunto. Su único ojo centelleó con interés.

—Y presumo que esa protección implica sacrificios —dijo Monomon con calma—. Sacrificios que otros deberán hacer.

El Rey Pálido respiró profundamente, preparándose para lo que sabía sería una petición difícil.

—Así es —admitió—. Necesito tres Soñadores. Tres insectos dispuestos a sellar la infección y mantenerla contenida en un sueño eterno. Tú, Monomon, eres la primera que he pensado en pedir para este papel.

Monomon permaneció en silencio, su mente calculando lo que esa petición significaba. Sabía que el Rey Pálido no hacía este tipo de propuestas a la ligera. Ser uno de los Soñadores significaba perder todo: su vida, su libertad, su conexión con el mundo. Pero, al mismo tiempo, comprendía el valor del conocimiento y la importancia de proteger Hallownest.

—Un sueño eterno... —repitió Monomon en voz baja, con su mirada distante—. Es un sacrificio grande, incluso para mí. Dejaría todo lo que he construido, todo lo que aún no he descubierto.

El Rey Pálido asintió, respetando su pausa reflexiva.

—Lo sé, Monomon. Pero también sé que tu sabiduría y tu lealtad a Hallownest son incomparables. El reino necesita tu sacrificio. Necesita de tu poder y tu capacidad para entender lo que está en juego.

Monomon permaneció quieta durante un momento más, luego inclinó levemente la cabeza.

—Lo haré —dijo, aunque su tono denotaba un profundo pesar—. Si este es el camino para preservar el futuro de Hallownest, aceptaré mi destino como una de los Soñadores. Mi conocimiento servirá a un propósito mayor que mi propia existencia.

El Rey Pálido no pudo evitar sentir una punzada de culpa al escuchar sus palabras. Apreciaba profundamente a Monomon, no solo por su intelecto, sino por lo que significaba para el reino. Este sacrificio, aunque necesario, no dejaba de ser una pérdida para él también.

—Te estaré eternamente agradecido, Monomon —dijo con sinceridad—. Tu sacrificio no será en vano. Hallownest perdurará gracias a tu contribución.

—El conocimiento —respondió Monomon—, siempre debe servir a un propósito. Si mi vida puede ser la clave para sellar esa oscuridad y proteger lo que hemos construido, entonces que así sea.

El Rey asintió una vez más antes de girar para retirarse. Mientras salía de la torre y caminaba nuevamente hacia el palacio, su mente ya comenzaba a centrarse en los otros dos insectos que necesitaría. Monomon había aceptado, pero aún quedaban Lurien, el guardián de la Ciudadela, y Herrah, la reina de las arañas, por convencer.

Hollow Knight - La Última Guardiana (Novela No Oficial)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora