Epílogo: El Último Suspiro de Hallownest

8 1 0
                                    

El tiempo en Hallownest avanzaba de forma cruel, indiferente al destino trágico que sus habitantes enfrentaban. A pesar del sacrificio de Caelum, sellando la infección en su interior como el Hollow Knight, Radiance, la diosa de la luz, encontró un resquicio para corromperlo. Años después del sellado, una pequeña grieta se formó en la máscara de Caelum, y desde esa fisura, lenta y sigilosamente, la infección comenzó a escapar. Era como si cada día un poco más de la oscuridad insidiosa que una vez destruyó Hallownest encontrara su camino de regreso.

El reino se fue marchitando de nuevo, como una flor condenada que nunca florecería completamente. Los habitantes, aquellos que habían sobrevivido a la primera plaga, se dieron cuenta de que su esperanza era en vano. La infección regresaba, más lenta, más sutil, pero igual de mortal. Hallownest, en su descomposición, parecía un reflejo del alma de Caelum: roto, sin cura, destinado a ser consumido por el destino que él había tratado de evitar.

Nox, aunque con el corazón lleno de pesar, sabía que era una orden que no podía rechazar. La promesa que le había hecho a su hermano era clara. Con la esperanza de que Caelum lograra triunfar, Nox partió, dejando atrás su hogar y a las personas que amaba. Pero, al cruzar los límites de Hallownest, algo extraño sucedió. Su memoria, que ya había sido debilitada por el poder de los sueños y la infección, comenzó a desvanecerse poco a poco. Sus pensamientos se nublaron, los recuerdos de su vida y su misión se desmoronaron como arena entre sus dedos.

A medida que avanzaba, Nox se convirtió en una sombra de sí mismo, deambulando sin propósito por tierras desconocidas. Ya no recordaba quién era ni de dónde venía, ni siquiera la misión que le fue encomendada. Ahora era solo una figura solitaria, vagando en un mundo que le era ajeno, perdido y olvidado, mientras el destino de Hallownest seguía su curso, esperando el día en que alguien, en algún lugar, recordara la promesa que había hecho.

Mientras tanto, el Rey Pálido, desesperado ante la persistencia de la infección, intentó todo lo que estaba a su alcance. La desesperación lo consumía, y su palacio, el imponente Palacio Blanco, una vez símbolo de esperanza y grandeza, comenzó a desvanecerse, desapareciendo lentamente hasta quedar solo en ruinas. Las murallas blancas y relucientes se volvieron oscuras, su esplendor se marchitó como la luz del día cuando la noche se aproxima. En sus últimos días, el Rey Pálido se retiró a las profundidades de su palacio en ruinas, aceptando finalmente su derrota. El orgullo que una vez lo definió ya no tenía lugar en un mundo que se derrumbaba a su alrededor. Y así, sin ceremonias, el Rey Pálido falleció, dejando a Hallownest sumido en una oscuridad eterna, mientras la infección se propagaba sin piedad.

Sin embargo, en lo profundo de esas ruinas, en un rincón olvidado del Palacio Blanco, yacía Elyra, la última luminaria del linaje de luz y sombra. Dormida durante años, no sabía del caos que ocurría a su alrededor. Pero el tiempo había sido cruel con ella también. Aunque su cuerpo no envejeció, su luz, esa radiante pureza que una vez brillaba con intensidad, se fue apagando lentamente.

Su resplandor, que alguna vez iluminó las oscuridades del reino, comenzó a desvanecerse poco a poco. El brillo en su piel se apagó como una estrella lejana muriendo lentamente. Su apariencia, que había sido pura y luminosa, reflejo de su esencia de luz y armonía, empezó a cambiar bajo el peso de la tristeza y la soledad.

Su piel, antes luminosa y radiante, ahora se oscureció, tomando un tono profundo, como el crepúsculo más oscuro. Su cabello, que alguna vez había sido un río de plata fluida, se volvió largo, lacio y de un negro profundo, elevándose ligeramente hacia arriba como si la misma gravedad no pudiera contenerlo. Parecía flotar con una energía contenida, pero ausente de la vibrante vida que alguna vez tuvo.

El vestido blanco que llevaba, que había sido símbolo de pureza y esperanza, ahora parecía casi etéreo, como si se desvaneciera en el aire. La falda, translúcida y fantasmal, se extendía hacia afuera, dando la impresión de que Elyra se deslizaba entre dos mundos: el de los vivos y el de los sueños. Pequeñas luces o brillos dispersos aún permanecían en la falda, pero eran apenas visibles, como las últimas chispas de una llama que se extinguía.

Del borde de la falda colgaban finas líneas, delicadas y gráciles, que se movían suavemente con el aire, casi como si fueran hebras de su esencia misma, desvaneciéndose poco a poco. Aunque su apariencia externa seguía siendo joven, el cambio que la tristeza le había provocado era innegable. Elyra, la luminaria que una vez trajo esperanza a Hallownest, ahora era un eco silencioso de lo que alguna vez fue, Aunque la tristeza la consumía, su apariencia permanecía joven, inmortal en su letargo, atrapada en un sueño sin final. Dormía profundamente en las ruinas del Palacio Blanco, y el tiempo parecía haberse detenido para ella. Nadie supo de su paradero, ni siquiera Radiance, quien seguía extendiendo la infección por el reino.

Su brillo, ahora apenas visible, reflejaba la melancolía que sentía, una tristeza tan profunda que la envolvía por completo, transformando todo lo que una vez había sido brillante en algo sombrío. Yacía allí, durmiente, en las ruinas del Palacio Blanco, sin que nadie supiera de su paradero, ni del dolor que la consumía lentamente.

Hallownest se convirtió en un reino de sombras, donde la infección dominaba, y aquellos que alguna vez fueron sus defensores estaban perdidos. Nox deambulaba sin memoria, Caelum estaba condenado a ser el receptáculo del mal, y Elyra dormía, esperando un despertar que nunca llegaría. El silencio envolvía las tierras como un sudario, mientras la infección seguía su inexorable avance, destruyendo todo lo que una vez fue.

Así, Hallownest cayó, no con una explosión, sino con un susurro.

Sin embargo, había una conexión que no se había roto del todo. Caelum y Elyra, aunque separados por el destino, compartían un vínculo inquebrantable: un collar que ambos llevaban desde que lo encontraron. Era un símbolo de su unión, un collar dividido en dos mitades, pero que encajaban perfectamente al unirse. Aunque estaban lejos el uno del otro, el poder del collar aún seguía vivo. Daba suaves destellos, un tenue brillo que iluminaba las sombras. Aunque la distancia entre ellos era grande y el destino parecía haberlos separado, el collar seguía llamando a su otra mitad.

Ese collar no despertaba a ninguno de los dos, pero servía como un recordatorio silencioso de la conexión que compartían. Era un faro de esperanza en medio de la oscuridad, una señal de que, a pesar de todo, sus destinos aún estaban entrelazados. Y aunque el reino de Hallownest cayera en la corrupción, aunque Elyra durmiera y Caelum enfrentara la infección en su interior, la luz de ese vínculo permanecía encendida, esperando el día en que ambos, de alguna manera, pudieran reencontrarse.

Hollow Knight - La Última Guardiana (Novela No Oficial)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora