Capítulo 56: Un Respiro en la Aldea de las Mantis

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El aire denso y cargado de la arena de combate aún llenaba los pulmones de Caelum. Cada respiro era una mezcla de alivio y agotamiento, una reacción visceral al haber sobrevivido y triunfado en una de las batallas más exigentes de su vida. A pesar de la victoria, su cuerpo estaba marcado por el desgaste. Las heridas, aunque no profundas, ardían con la fuerza de cada latido de su corazón. Aún podía sentir el eco de las zarzas de vacío vibrando a lo largo de sus brazos, como si su propio ser aún estuviera aferrado al caos de la pelea.

Las tres señoras Mantis lo miraban con ojos calculadores y respetuosos. La mayor, que lideraba a las otras dos, dio un paso adelante, evaluando a Caelum con la misma mirada fría que le había dado al principio, pero esta vez con una chispa de reconocimiento en sus ojos.

—Has demostrado ser más que digno de pisar nuestras tierras, Vasija Pura —dijo, inclinando ligeramente la cabeza—. No solo has luchado con honor, sino que también has aguantado una prueba que muy pocos sobrevivirían.

Las otras dos asintieron en silencio. A pesar de su dureza, sabían reconocer a un guerrero digno cuando lo veían.

—Pero estás herido y agotado —continuó la señora mayor—. No ganamos nada si permitimos que un aliado caiga en nuestras tierras. Llamaré a dos de nuestros sirvientes. Te llevarán a descansar. Es lo mínimo que podemos ofrecerte tras tu demostración de habilidad y fortaleza.

Caelum, aunque aún con la adrenalina surcando sus venas, sabía que había alcanzado su límite físico. Por más que quisiera seguir adelante, su cuerpo le exigía descanso. Aceptó la oferta con un asentimiento respetuoso.

Las señoras Mantis intercambiaron una mirada silenciosa antes de llamar a dos de sus sirvientes. Rápidamente, dos figuras esbeltas y ágiles, envueltas en armaduras simples pero funcionales, aparecieron entre las sombras del recinto. Se acercaron a Caelum con respeto, pero sin perder la prudencia de quien se enfrenta a un guerrero temido.

—Llévenlo a una de las cabañas y asegúrense de que descanse —ordenó la señora mayor—. Ha demostrado su valía, y ahora es nuestro invitado.

Los sirvientes se acercaron con cautela, sosteniendo a Caelum por los brazos para ayudarlo a caminar. Aunque no necesitaba el apoyo, su cuerpo ya comenzaba a sentir el peso de las heridas y el agotamiento, y aceptó la ayuda sin resistencia. Mientras lo guiaban fuera del campo de batalla, las señoras Mantis se quedaron atrás, observando con atención su retirada.

La aldea de las Mantis era tan imponente como había imaginado. Construida en un laberinto de túneles y estructuras elevadas, el lugar emanaba una sensación de fortaleza y disciplina. Los guerreros Mantis que patrullaban las inmediaciones lo observaban en silencio, sus ojos brillando con una mezcla de curiosidad y cautela. Sabían quién era y qué representaba: el arma viviente del Rey Pálido, la Vasija Pura. Sin embargo, no había hostilidad en sus miradas, solo respeto por un guerrero que había probado su fuerza contra sus líderes.

Caelum fue llevado a una de las cabañas de la aldea, una estructura sencilla pero funcional, con techos de madera y paredes talladas en la roca. Los sirvientes lo guiaron hasta una cama firme pero cómoda, y lo ayudaron a recostarse.

—Descansa —le dijo uno de ellos en un tono firme, pero sin dureza—. Has peleado bien. Aquí estarás seguro.

Caelum asintió mientras sus músculos se relajaban contra la cama, sintiendo cómo su cuerpo finalmente cedía al cansancio. Por un momento, dejó que sus pensamientos vagaran. La adrenalina aún corría por su sistema, pero estaba comenzando a desvanecerse, reemplazada por una profunda fatiga que amenazaba con arrastrarlo al sueño.

Pero el descanso nunca venía fácil para él.

Los ecos de la batalla aún resonaban en su mente, los movimientos de las Mantis, sus ataques precisos, sus propias respuestas rápidas, todo seguía repitiéndose en su cabeza como un sueño que no quería soltar. Era extraño. Estaba entrenado para ignorar el agotamiento, para continuar a pesar del dolor y del cansancio. Y sin embargo, en ese momento, en la quietud de esa cabaña, su cuerpo finalmente le exigía lo que rara vez le permitía: descanso.

A pesar de la tranquilidad del lugar, Caelum no podía desconectar del todo. Su mente volvía una y otra vez a Elyra. ¿Estaría bien en su ausencia? Sabía que su hermano, el Caballerito, la protegía ahora, pero no podía evitar sentir una punzada de preocupación. Había prometido regresar, y esa promesa pesaba más que cualquier otra cosa. Sabía que Elyra lo esperaba, y aunque ella confiaba en él, Caelum entendía que su misión con la tribu Mantis no sería fácil ni rápida.

"Tengo que hacer esto por ella," pensó mientras cerraba los ojos por un momento. El peso de su promesa a Elyra era lo que lo mantenía alerta a pesar de su agotamiento.

Las voces en la aldea continuaban, pero se apagaban gradualmente en sus oídos. La quietud lo rodeaba, y aunque sabía que estaba en tierras de guerreros implacables, había una extraña sensación de seguridad en ese lugar. Por primera vez en mucho tiempo, Caelum se permitió a sí mismo dejar que su cuerpo descansara, sabiendo que lo necesitaría para lo que venía.

En lo profundo de su mente, el eco de las zarzas de vacío seguía palpitando, pero por ahora, ese eco no era más que un recordatorio de su deber. Había ganado esta batalla, pero sabía que aún quedaban muchas más por librar. Y en ese breve momento de quietud, en la oscuridad de la cabaña de las Mantis, se permitió el lujo de dormir, aunque solo fuera por un breve respiro.

Hollow Knight - La Última Guardiana (Novela No Oficial)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora