Capítulo 23

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En cuanto llego a casa, me limpio las heridas y me vendo la mano. La tengo hinchada y me duele horrores así que me trago dos analgésicos a palo seco. El problema es que no tengo nada para el dolor de corazón.

Aún siento la bilis subir por mi garganta cuando recuerdo a Khaotung corriendo a los brazos de Pod después de besarnos. Sólo de pensar que ahora mismo puedan estar juntos haciendo, vete tú a saber qué, es que me pongo malo.

Me sirvo un whisky, que me lo bebo de trago, porque aún me duele la mano y porque también quiero ahogar este malestar que siente mi alma. No entiendo porqué me siento así. He tenido a Khaotung durante años, para mí, y no lo quise. Y ahora que está con otro hombre, los celos me están matando. Pero, ¿por qué? Necesito más whisky. Esta vez, bebo directamente de la botella.

Cierro los ojos y recreo el beso. Ha sido raro por la situación, claro. Pero quitando el llanto y la pelea, ha sido perfecto. Ha encendido una llama en mi interior que no he conseguido sofocar todavía. Ni siquiera después de destrozarme la mano. ¿Por qué no recordaba lo ricos que son sus labios? Llevaba años sin besarle de verdad y ahora mismo me querría partir la cabeza por imbécil.

Su pequeño cuerpo, entre mis brazos, presionado por mi beso contra ese lavabo.

¡Oh! Joder, se me va a poner dura.

Me levanto mientras le doy otro trago a la botella y empiezo a dar vueltas por la sala como un chalado en una celda, intentando mantener mis más primarios instintos a raya. Me tiro del pelo, frustrado. ¿Siempre le tuve delante y fui tan estúpido que ni le vi?

Bebo y bebo intentando dar respuesta a todas estas preguntas que me rondan por la cabeza. Frustrado, voy dando zancadas hasta mi habitación. Abro el armario con excesiva fuerza y empiezo a sacar la ropa de Khaotung a manotazos y la tiro por los aires. Las prendas caen desordenadas por la cama y por el suelo. El olor de su perfume, aún impregnado en ellas, flota en el aire y entonces me doy cuenta de que hoy no olía así.

Hoy no olía a mí.

Grito exasperado, mientras sigo sacando todas sus cosas. Maldigo en voz alta hasta que me canso. Me siento en la cama y agarro una de sus camisetas. Me la llevo a la nariz y aspiro. Ahí está. Él, un desconocido, que me apoyó cuando más lo necesitaba. Mi novio, que se encargó de acompañarme, a mí y a mis padres, en los momentos más difíciles. Mi marido, que lo sacrificó todo para que yo no tuviera que hacerlo.

La primera lágrima me cae como un jarro de agua fría. Me toco la cara y me doy cuenta de que estoy llorando por él. Porque ya no está en casa, esperándome como cada día. Porque ya no va a ajustarme la corbata antes de que me marche a trabajar, ni se quedará esperando junto a la puerta para que le regale un beso, que nunca le daba. Porque ya no escucharé como me dice que me ama mientras pega su pequeño cuerpo al mío, cuando cree que estoy profundamente dormido. No hará nada más porque ya no está aquí, conmigo. Lloro desolado por no haber apreciado lo que tenía. Por no haber amado a alguien con quien lo tenía absolutamente todo. Me pregunto si fui tan necio porque en el fondo tenía miedo de ese amor infinito que Tung tenía por mí. Completamente amargado, me bebo lo que queda de botella de un solo trago dejando que el alcohol me queme la garganta y las entrañas.

Qué gran verdad es esa que dice que no nos damos cuenaude lo valioso que es lo que tenemos, hasta que lo perdemos.

No sé en qué momento, me desplomo sobre la cama, completamente ebrio.

[...]

Me despierto con una resaca de mil demonios. Además, la mano me está matando. Tengo un aliento que huele a ciénaga y lo peor es que no puedo dejar de pensar en Tung ya que me quedé dormido sobre su ropa.

Escala de Grises 🔞 FirstKhaotugDonde viven las historias. Descúbrelo ahora