Tatiana Mejía
Este fin de año, Richard y yo decidimos que queríamos compartir la celebración con nuestras familias. Después de todo, cada uno de ellos había sido parte importante de nuestro año y, bueno, para qué negarlo, también queríamos que nuestras familias se conocieran un poco más.
La celebración empezó en mi casa, como habíamos quedado. La casa estaba llena de luces, decoraciones y ese ambiente navideño que, en diciembre, se siente en cada rincón. Mis papás, hermanos, primos, todos estaban emocionados, y la energía de la noche hacía que todo pareciera mágico.
Richard llegó temprano y, como siempre, fue un éxito. Mis tías apenas lo vieron lo rodearon, preguntándole de todo: sobre el fútbol, sobre su familia, y, por supuesto, sobre cómo nos habíamos conocido. Él se reía y respondía con la mejor disposición, mientras me lanzaba miradas cómplices, como diciéndome: "¿A esto me trajiste?"
Ya cuando se acercaban las 10 p.m., mi familia sacó las velitas para el ritual de fin de año. En mi casa, siempre prendíamos una velita para cada deseo, y Richard se unió a la tradición sin pensarlo dos veces. A su lado, tomé una velita y, mientras la encendía, pensé en lo agradecida que estaba por haberlo conocido.
-¿Y vos qué pediste? -le pregunté, curiosa, mientras él sostenía su velita encendida.
-Que sigamos juntos, pase lo que pase -me respondió con una sonrisa tranquila.
Sonreí y, sin pensar mucho, lo abracé. Estar rodeados de nuestras familias, de esa calidez, me hacía sentir en casa. Richard y yo nos mirábamos como si el mundo fuera solo nuestro, y supe que ese año iba a ser aún mejor que el que acababa.
La Llegada del Año Nuevo
A medida que se acercaba la medianoche, nos preparamos para la cuenta regresiva. En mi casa, cada uno de nosotros cogió las doce uvas y nos reunimos en el patio. A las 11:58 p.m., todos estábamos listos, con las uvas en la mano, esperando a que el reloj marcara las 12.
-Cinco... cuatro... tres... dos... ¡Uno! -gritamos todos al unísono, y en ese instante, Richard y yo nos miramos y nos dimos un abrazo lleno de emoción.
-¡Feliz Año, mi amor! -le susurré mientras lo abrazaba fuerte.
Nos quedamos ahí, mirándonos y sonriendo, mientras los fuegos artificiales iluminaban el cielo. Era como si el universo mismo celebrara con nosotros. Con cada estallido, nos sentíamos más unidos, y en el fondo sabía que ese nuevo año nos iba a traer muchas aventuras juntos.
Después de los abrazos y los deseos de Año Nuevo en mi casa, Richard y yo fuimos a la casa de su familia, donde la celebración seguía. Allí, sus papás y hermanos nos recibieron con alegría, y el ambiente era igual de especial. Su mamá, una mujer de carácter fuerte y corazón grande, me abrazó como si ya fuera parte de su familia.
Durante el resto de la noche, compartimos risas, bailes y más de una anécdota. Entre cada baile, Richard y yo nos lanzábamos miradas, como diciéndonos que este Año Nuevo iba a ser nuestro. Cuando me abrazaba, sentía que todo estaba en su lugar, y que el año que comenzaba sería uno de los mejores.
Mientras avanzaba la madrugada, nos sentamos juntos, viendo cómo los demás seguían disfrutando de la fiesta. Con su brazo sobre mis hombros y mi cabeza recostada en su pecho, sentí que nada más importaba. Estaba justo donde quería estar, rodeada de nuestras familias y del amor que habíamos construido juntos.
Después de las doce, con las copas alzadas y las sonrisas iluminando cada rincón, mi familia estaba en plena celebración. La música sonaba fuerte, y todos bailábamos, disfrutando de cada segundo. Mis papás se movían al ritmo de la salsa con una energía que daba envidia, mis hermanos reían y se tomaban fotos, y yo, entre tanto alboroto, me sentía feliz de ver a Richard formando parte de todo esto.
Richard, a quien pocas veces había visto bailar, se dejó llevar. A cada rato me tomaba de la mano y me sacaba a bailar, aunque se le notaba que no era precisamente un experto en el tema.
-Bebé, no sé bailar esto -me susurraba al oído, intentando llevar el paso con poca gracia.
-¿Y a mí qué me importa? Lo importante es que estamos juntos -le respondía, riéndome.
Él se reía también, aceptando el desafío, y nos dejábamos llevar, moviéndonos al ritmo de la música y de la emoción de la noche.
Ya entrada la madrugada, cuando todos en mi casa empezaban a calmarse y algunos se sentaban a descansar, Richard y yo nos escapamos un rato al jardín. Ahí, bajo las estrellas y lejos del bullicio, prendimos la última chispita mariposa de la noche. La luz de la chispita iluminaba nuestras caras, y nos mirábamos como si nada más importara.
-Mirá, vamos a hacer una promesa -dijo Richard, mientras sostenía la chispita y me miraba con esos ojos que tanto me gustaban.
-¿Qué promesa? -le respondí, un poco intrigada y con una sonrisa traviesa.
-Que este año va a ser nuestro. Pase lo que pase, siempre vamos a estar el uno para el otro.
Nos tomamos de las manos, dejando que la luz de la chispita mariposa reflejara en nuestros rostros. Me sentía afortunada de tener a Richard a mi lado, y en ese instante supe que lo que teníamos era real y profundo, algo que pocos entienden. La chispita se fue apagando lentamente, y cuando ya solo quedaban unas pocas brasas, él se inclinó y me dio un beso, suave y lleno de promesas.
Después de ese momento, nos despedimos de mi familia y nos fuimos a casa de Richard, donde la fiesta seguía viva. Al llegar, sus papás y hermanos nos recibieron con la misma calidez de siempre. Su mamá, con esa energía tan especial, nos ofreció una copa de vino, y entre brindis y risas, me sentí completamente bienvenida en su familia.
Ya era más de la 1:00 a.m., pero parecía que la noche apenas comenzaba para ellos. En casa de Richard, la tradición era diferente: cada año, al llegar la madrugada, todos compartían sus deseos y metas para el nuevo año. Me pareció hermoso cómo cada uno hablaba con sinceridad, compartiendo sus ilusiones y sus anhelos, y cuando llegó el turno de Richard, él tomó mi mano y, con una sonrisa, dijo:
-Este año espero que podamos cumplir muchos sueños juntos, Tati. Que sigamos construyendo nuestro amor, y que cada día sea mejor que el anterior.
Yo lo miré, sin decir nada, pero con el corazón a mil. No necesitábamos más palabras; su familia sonrió y nos brindaron sus mejores deseos. Fue un momento especial, y supe que esas palabras no eran solo de compromiso, sino una promesa de lo que estaba por venir.
Ya casi estaba amaneciendo cuando, finalmente, la celebración empezó a calmarse. Richard y yo nos quedamos en la terraza de su casa, viendo cómo el cielo comenzaba a teñirse de un suave tono naranja. Nos sentamos juntos, en silencio, abrazados, mientras el día empezaba a despuntar.
-Mirá qué lindo está -dijo él, señalando el horizonte.
Yo solo asentí, recostada en su hombro, sintiéndome en paz. Habíamos pasado nuestro primer Año Nuevo juntos, rodeados de nuestras familias, y aunque todo había sido perfecto, sabía que lo mejor de esa noche estaba en esos pequeños momentos compartidos entre él y yo.
Y ahí, en ese instante, bajo el primer amanecer del año, entendí que nuestro amor estaba apenas comenzando a florecer, y que el futuro nos tenía preparadas muchas más historias por vivir juntos.

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THE BAD BOY - Richard Rios
FanfictionUn amor apasionado se enfrenta a la traición, donde cada decisión puede llevar a la reconciliación o a la ruptura.