Richard Rios
El segundo mes de la universidad había comenzado, y aunque estaba acostumbrado al ajetreo del día a día, la rutina universitaria era un cambio significativo. La emoción de los primeros días se había transformado en el desafío de adaptarse a un nuevo entorno, pero había algo que me mantenía motivado: Tatiana. La química entre nosotros era más fuerte que nunca, y esos momentos que compartíamos hacían que todo valiera la pena.
Mis días comenzaban temprano, casi como si volviera a mis años de colegio. Pero esta vez, la alarma sonaba para recordarme que debía estar listo para las clases de ingeniería industrial. Me levantaba, me duchaba y elegía una camiseta que me hiciera sentir cómodo, junto a unos jeans que a veces parecían ser mi uniforme. Desayunaba algo rápido: un tazón de avena con plátano y un café bien cargado para despejar la mente.
A veces, Tatiana y yo nos enviábamos mensajes por WhatsApp mientras estábamos en clase, compartiendo memes y preguntándonos qué tal nos había ido en el día. La distancia física no parecía afectar la conexión que teníamos, y eso me hacía sentir afortunado.
En la universidad, las clases eran un mar de información. Mis profesores eran apasionados por lo que enseñaban, y yo intentaba absorber todo lo que pudiera. Tenía materias como Matemáticas Aplicadas y Análisis de Sistemas, que me resultaban fascinantes. Pero también había otras más complicadas, como Economía, donde los conceptos a veces me dejaban con la cabeza hecha un lío.
Después de las clases, siempre intentaba encontrar tiempo para estudiar en la biblioteca o en la cafetería. A veces, Tatiana se unía a mí, y juntos hacíamos un espacio para repasar. Era genial poder combinar el estudio con la compañía de alguien tan especial. Me gustaba ver su dedicación; siempre se esforzaba al máximo en sus clases de administración. Ella tenía un enfoque tan claro sobre lo que quería lograr, y eso me inspiraba.
Una tarde, mientras estaba sentado en la cafetería revisando algunos proyectos, recibí un mensaje de Tatiana. "¿Vas a estar en la clase de Economía hoy?" me preguntó.
—Sí, voy para allá. ¿Por qué? —respondí.
—Porque te voy a sorprender. Solo espera —me dijo, y la curiosidad me invadió.
Cuando entré al aula, la vi sentada al fondo, sonriendo con complicidad. Llevaba una blusa blanca con flores y unos jeans ajustados que le quedaban de maravilla. Al terminar la clase, se acercó a mí con un brillo especial en sus ojos.
—¡Sorpresa! —dijo, extendiendo las manos como si hubiera revelado un gran secreto. —¡Traje mecato!
Reí, sabiendo que ese gesto era totalmente de ella. Siempre pensaba en lo más pequeño para hacerme sentir mejor. Tenía unas galletas de chocolate y un par de jugos que había comprado en la tienda de la universidad.
—Eres una genia —le dije, y le di un abrazo, disfrutando del aroma dulce de su perfume.
Nos sentamos juntos en un rincón de la cafetería, hablando sobre nuestra semana y compartiendo las galletas. Mientras comíamos, me di cuenta de lo feliz que me hacía tener esos momentos simples con ella. A veces, las cosas más pequeñas son las que más cuentan.
A medida que pasaban los días, las cosas comenzaron a volverse más serias. Teníamos proyectos y tareas que debíamos entregar, y la presión de las calificaciones empezaba a hacerse notar. Pero era un desafío que estábamos dispuestos a enfrentar juntos.
Un viernes por la tarde, Tatiana y yo decidimos hacer un maratón de estudio en mi casa. Mi papá estaba fuera, así que tuvimos todo el lugar para nosotros. Saqué los libros y las hojas de trabajo, y ella trajo su laptop para trabajar en un proyecto de administración.
Mientras revisábamos nuestras cosas, no pude evitar mirarla. Ella estaba concentrada, con el ceño fruncido mientras escribía en su computadora. Me encantaba ver su dedicación, y eso me motivaba a seguir adelante. Sabía que, aunque estábamos en carreras diferentes, siempre encontraríamos la manera de apoyarnos.
Después de varias horas de estudio, decidimos tomar un descanso. Estábamos agotados, pero satisfechos con lo que habíamos logrado. Mientras tomábamos un poco de agua, sentí cómo la tensión entre nosotros aumentaba. Nos miramos, y un silencio cómodo llenó el espacio.
—¿Qué te parece si nos relajamos un poco? —le sugerí, sintiendo el impulso de acercarme más.
Ella sonrió, y antes de que me diera cuenta, la tenía cerca, nuestro aliento entrelazado. Sin pensarlo, la besé suavemente, como si el mundo alrededor se desvaneciera. Sus labios eran cálidos y suaves, y el beso se intensificó a medida que nos dejábamos llevar por la pasión.
Nos dejamos llevar por la corriente del momento. Ella se movió más cerca, y nuestras manos comenzaron a explorar. Era un juego entre la intimidad y el deseo, y no quería que ese momento terminara. Nos abrazamos, compartiendo calor y risas, mientras nuestras almas se conectaban de una manera única.
El tiempo pasó volando, y en un instante, me di cuenta de que ya no estábamos estudiando. Solo éramos nosotros dos, en nuestra burbuja de felicidad. La conexión era palpable, y cada caricia era un recordatorio de lo que habíamos construido juntos.
Al día siguiente, desperté con el sol entrando por la ventana. Tatiana aún dormía a mi lado, y no podía dejar de sonreír al recordar la noche anterior. Nunca había sido tan fácil ser feliz. La vida universitaria estaba llena de retos, pero cada desafío valía la pena mientras pudiera compartirlo con ella.
Después de un rato, Tatiana comenzó a moverse y abrió los ojos. Me sonrió, y su mirada iluminó la habitación.
—Buenos días, soñador —dijo, y su voz sonaba melodiosa.
—Buenos días, reina. ¿Listos para un nuevo día?
Ella se rió, y juntos nos levantamos, listos para enfrentar lo que el día tenía reservado para nosotros. Sabía que el camino no sería fácil, pero mientras tuviéramos uno al otro, todo sería más llevadero. La universidad era solo el comienzo, y juntos, íbamos a conquistarla.
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THE BAD BOY - Richard Rios
FanfictionUn amor apasionado se enfrenta a la traición, donde cada decisión puede llevar a la reconciliación o a la ruptura.