Cap 9

857 32 4
                                        

Tatiana Mejía

Últimamente, no sé cómo explicar lo que pasa entre Richard y yo. Nos la pasamos juntos, no importa a dónde vaya, ahí está él, o si no, yo termino buscándolo sin querer. Lo peor es que, cuando ya parece que todo está bien y que por fin nos entendemos, algo sucede y terminamos peleando. A veces ni yo misma entiendo por qué discutimos tanto; de cualquier tontería hacíamos una pelea.

Ese día en el colegio, mientras hablábamos sobre una tarea de English que se venía para la semana siguiente, Richard empezó a hacer bromas. Hasta ahí, todo bien, hasta que soltó un comentario sobre mis calificaciones, algo de cómo yo siempre me “afanaba” por las notas.

—¿Vos no descansás nunca? Parecés una calculadora, sumando y sumando calificaciones —me dijo riéndose.

Yo me reí un poco al comienzo, pero luego, el comentario me tocó una fibra.

—Ah, porque entonces yo soy la calculadora y vos… el que vive raspando —le respondí, intentando no sonar muy molesta.

—¿Raspando? —dijo él, alzando una ceja—. ¿Y a vos qué te importa?

—Pues claro que me importa, somos del mismo grupo, y no quiero que tu “raspadera” me baje el promedio —le solté, esta vez sin disimular.

Él se me quedó mirando, pero no con la misma expresión burlona de siempre. Frunció el ceño y se puso serio.

—Ah, sí, ¿y por qué no decís eso cuando estamos en frente del profesor? ¿O cuando estamos solos? —preguntó, cruzándose de brazos—. Al menos yo no soy una hipócrita.

Eso sí me dolió, y lo peor era que sentía que todos nos miraban. Me acerqué para susurrarle, pero no pude evitar que mi tono sonara molesto.

—Yo no soy ninguna hipócrita, Richard. Solo que no entiendo por qué tenés que hablar de más en todo momento, ¿sabés?

Él se acercó, su rostro tan cerca del mío que por un segundo no supe si me iba a besar o a responder de nuevo con otra ofensa.

—Pues entonces, dejá de joder y hacé las cosas vos sola —respondió con una calma que me sacó de casillas.

Le di un empujón suave, pero lo suficientemente notorio para que algunos compañeros nos vieran.

—¿Sabés qué? Mejor me busco otro compañero —dije, girándome para irme, pero Richard me agarró del brazo antes de que pudiera alejarme.

—Dejá la niñería, Tati. Ni vos ni yo nos vamos a cambiar de grupo a estas alturas —me dijo, y aunque su tono seguía siendo medio arrogante, me calmó un poco.

Quedamos en silencio, todavía mirándonos, con una mezcla de rabia y algo más que no quería admitir. Solté mi brazo y él, poco a poco, bajó la mirada.

Al final, la tensión fue demasiado, y ninguno dijo nada más. Me fui a mi asiento sin volver a verlo, pero sentía su mirada detrás de mí. Era extraño; a veces sentía que me odiaba, y al mismo tiempo, que no podía estar lejos de mí.

Cuando sonó el timbre, recogí mis cosas, y al salir, vi a Richard esperándome en la puerta como si nada hubiera pasado. Caminamos juntos en silencio hasta el parque, y me pregunté si sería siempre así: peleando y haciendo las paces en cuestión de minutos.

Nos sentamos en la banca de siempre, y después de un rato, él soltó una risa.

—¿Entonces así va a ser siempre? ¿Te vas a ofender cada vez que diga algo? —me preguntó, mirándome con una sonrisa que me hizo querer golpearlo… o besarlo, tal vez.

—Eso depende de si vos dejás de ser tan insoportable —le respondí, cruzándome de brazos.

—Ah, mirá, y eso que vos también sabés ser bien terca, ¿no? —me dijo, mirándome con esa intensidad que solo él tenía—. ¿O no es cierto?

Suspiré, dejando caer mis manos sobre mis piernas.

—Tal vez lo soy, pero si no fuera por mí, ni habrías empezado ese proyecto de inglés. ¿Me vas a decir que me necesitás o no?

Se quedó en silencio un momento y luego soltó una risa suave.

—Puede ser que sí, Tati… pero ni creás que voy a decirlo en voz alta —respondió, con una media sonrisa.

Ahí, en esa banca, nos miramos y por un segundo fue como si dejáramos de pelear. Nos quedamos así, en silencio, sintiendo el peso de lo que estaba creciendo entre nosotros. Algo que no sabíamos explicar, pero que ambos sabíamos que estaba ahí, aunque ninguno quisiera decirlo en voz alta.

THE BAD BOY - Richard Rios Donde viven las historias. Descúbrelo ahora