THE BAD BOY - Richard Rios

Cap 7

Tatiana Mejía

Ese día en el colegio comenzó como cualquier otro: en mi cabeza solo estaba la idea de terminar el año escolar con las mejores calificaciones, como siempre. Estábamos en los últimos meses, y cada trabajo, cada proyecto, era una oportunidad para asegurarme de que cerraría el año con honores. Pero, entre todo ese enfoque, Richard aparecía en mis pensamientos, y eso me tenía un poco… ¿cómo decirlo? Desconcertada.

No sé, había algo en él que hacía difícil ignorarlo, aunque intentaba recordarme constantemente que él era solo un chico problemático que no tenía nada que ver conmigo. Aun así, las palabras que me dijo el otro día resonaban en mi cabeza: “¿Por qué te importa tanto lo que los demás piensen?”. Tenía razón, aunque no me atrevía a admitirlo ni ante mí misma.

A la hora del descanso, decidí buscar a Richard. Necesitábamos terminar los últimos detalles del proyecto y, la verdad, no quería que esto se alargara más de lo necesario. Lo encontré en su lugar de siempre, apoyado contra la pared del pasillo, riendo con su grupo de amigos. Por un momento, pensé en no acercarme. Después de todo, ¿qué hacía yo, Tatiana Mejía, acercándome a él? Pero mi necesidad de hacer bien el trabajo fue más fuerte.

Me acerqué y toqué su hombro suavemente para llamar su atención. Él se giró, con esa expresión medio burlona que parecía ser parte de su personalidad.

—¿Qué pasó, Tati? —dijo, medio sonriente—. ¿Te hacía falta el chico malo?

Rodé los ojos, intentando mantenerme seria.

—Necesitamos terminar el proyecto, Rios. Quiero asegurarme de que todo quede bien antes de la entrega —respondí, sin darle más vueltas.

Él sonrió y, en lugar de burlarse, asintió.

—¿Tan enfocada en las notas, ah? Ya falta poco para que acabe el año, y vos seguís con esa obsesión por sacar diez en todo —me dijo, con un tono entre broma y algo que parecía casi… admiración.

—Pues sí, Richard, a diferencia de otros, algunos de nosotros sí pensamos en nuestro futuro —le contesté, sin poder evitar soltar una pequeña indirecta.

—¿Vos creés que yo no pienso en el mío? —me miró directamente a los ojos, desafiándome—. Capaz que no como vos, pero tengo mis propias metas, ¿sabés?

Por un segundo, me quedé sin palabras. Jamás había considerado que él también tuviera aspiraciones, y menos que se esforzara por lograrlas.

Nos dirigimos juntos a la biblioteca para revisar el último par de cosas del proyecto. A medida que avanzábamos, Richard me observaba de reojo y, en un momento, soltó la pregunta que parecía haber estado guardando.

—¿Por qué siempre tenés que ser tan perfecta? —dijo, mientras hojeaba sus apuntes sin mirarme.

Me quedé en silencio, tratando de encontrar una respuesta. Al final, suspiré.

—No es que quiera ser perfecta… es solo que este año es importante, quiero que todo salga bien. Mi enfoque siempre ha sido sacar buenas notas, cumplir, hacer las cosas bien.

—¿Siempre pensás en lo que los demás esperan de vos, no? —preguntó, como si ya conociera la respuesta.

Lo miré sin saber bien qué decirle. ¿Era tan obvio? Quizás siempre había puesto tanto esfuerzo en cumplir con las expectativas de todos que olvidé las mías propias. Pero esas palabras, dichas por Richard, parecían tener un peso distinto.

—Es que no todo el mundo puede darse el lujo de no preocuparse, Richard. Para algunos, las notas sí importan —le respondí, tratando de sonar firme, aunque sentí que él había tocado algo más profundo en mí.

Al finalizar el repaso del proyecto, el profesor pasó cerca y se detuvo a felicitarnos. Nos miró a los dos con aprobación, diciéndonos que nuestro trabajo le había parecido excelente y que le encantaría que lo presentáramos en un evento escolar de cierre de año.

Sentí una mezcla de orgullo y nervios. Ese era el reconocimiento que buscaba, pero sabía que la exposición sería un reto. Al mirar a Richard, él solo me sonrió y me dio una palmadita en el hombro, como si quisiera decirme que estaría ahí para lo que viniera. Y, de algún modo, eso hizo que el peso de la responsabilidad pareciera más llevadero.