Cap 31

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Tatiana Mejía

Las cosas entre Richard y yo no volvieron a ser como antes de la noche a la mañana. Era imposible olvidar todo lo que había pasado, pero había algo que sí podíamos hacer: reconstruir. Esta vez, con la claridad de saber qué queríamos y qué no permitiríamos en la relación.

La primera prueba fue Max. Ese cachorrito inquieto parecía estar en todos lados, siempre queriendo nuestra atención. Richard y yo habíamos decidido compartir el cuidado de él, lo que significaba que, aunque aún había momentos de tensión entre nosotros, Max era nuestro punto en común. Cuando discutíamos, ahí estaba él, mirándonos con esos ojitos que parecían pedirnos que hiciéramos las paces. Y más de una vez fue él el que calmó la situación.

Un sábado por la mañana, Richard pasó a recogerme con una sonrisa que prometía algo especial. Vestía un conjunto sencillo, pero su energía irradiaba emoción. Miré a Max, que jugueteaba a mi lado, y luego a Richard.

—¿Hoy nos vamos de paseo o qué? —le dije, medio en serio, medio en broma.

Él asintió, con esa sonrisa pícara que siempre lograba sacarme una sonrisa también. —Hoy es un día para los tres. Te lo prometí, ¿no?

Nos dirigimos hacia una finca a las afueras de la ciudad, un lugar rodeado de naturaleza donde podíamos estar solos y dejar que Max corriera libre. Al principio, me quedé sorprendida. Richard había pensado en todo: comida, música, y hasta una manta para que pudiéramos tirarnos a ver el cielo, como en esas películas románticas que él solía decir que detestaba.

Nos instalamos bajo un árbol, y mientras Max corría de un lado al otro, aprovechamos para charlar y ponernos al día. Hablamos de cosas simples, de nuestras clases, de nuestros planes a futuro. Era extraño; después de todo lo que habíamos pasado, sentía que estábamos empezando de nuevo, como si cada palabra fuera una oportunidad de conocer al otro mejor.

—¿Sabes? Nunca pensé que volvería a confiar en ti de esta manera —le confesé en un susurro, mirando cómo Max mordisqueaba una rama cerca de nosotros.

Él me miró, serio, y tomó mi mano. —Sé que no ha sido fácil, Tati. Y sé que todavía no me has perdonado completamente… pero no voy a rendirme hasta que sientas que este es el lugar en el que debes estar.

Sus palabras resonaron en mí de una forma que no esperaba. Quizás porque sabía que esta vez él hablaba en serio. No era solo una promesa vacía; era un compromiso, uno que estaba dispuesto a cumplir cada día.

Al caer la tarde, nos recostamos en la manta y, entre risas, empezamos a recordar los primeros momentos de nuestra relación. Esos tiempos en los que todo era nuevo y emocionante, cuando las peleas y las inseguridades parecían inexistentes. Sentía nostalgia, sí, pero también esperanza. Porque aunque ya no éramos los mismos de antes, sentía que había una nueva versión de nosotros que valía la pena descubrir.

—Entonces, ¿qué piensas de esto? —me preguntó de repente, mirando hacia Max, que estaba agotado y se había tumbado a nuestro lado.

—¿De Max? —dije, jugando a hacerme la desentendida.

Él soltó una carcajada. —De nosotros. De esta… segunda oportunidad.

Me tomé un segundo para responder, mirando hacia el horizonte. —Creo que, si seguimos siendo sinceros, si realmente hacemos un esfuerzo… podemos tener algo mejor que lo que tuvimos antes.

Me giré y lo miré a los ojos. Richard sonreía, pero era una sonrisa distinta, una llena de determinación y, esta vez, de respeto.

—Te prometo, Tati, que no volveré a decepcionarte.

Y aunque las promesas ya no tenían el mismo peso que antes, en ese momento, sentí que podíamos lograrlo.

Richard Rios

Había pasado un tiempo desde aquella tarde en la finca con Tatiana y Max. Los días se sentían más ligeros desde que ella había decidido darme otra oportunidad. Cada momento juntos parecía más valioso, más intenso. Sin embargo, también había una parte de mí que no podía dejar de sentir el peso de la incertidumbre; sabía que teníamos que trabajar en nuestra relación si queríamos que esta vez fuera diferente.

La semana siguiente, decidí sorprender a Tatiana. Quería hacer algo especial que demostrara cuánto me importaba y lo agradecido que estaba por su confianza renovada. Después de un par de días planeando, decidí que una cena en casa sería perfecta. Solo nosotros dos, sin distracciones, donde pudiera mostrarle cuánto había cambiado.

El día de la cena, llegué a la cocina con un entusiasmo que no podía contener. Había estado viendo videos de cocina en internet, intentando aprender a preparar algo que realmente la impresionara. Opté por un plato sencillo pero elegante: pasta al pesto con un toque de pollo y una ensalada fresca. Mientras cocinaba, el aroma de la albahaca y el ajo llenaba la casa, y cada segundo me sentía más emocionado por lo que vendría.

Cuando Tatiana llegó, se le iluminó la cara al entrar al apartamento y ver la mesa decorada con velas y flores frescas. —¿Richard? ¿Esto es para mí? —preguntó, sonriendo con esa sonrisa que había extrañado tanto.

—Claro que sí. ¿Te gusta? —respondí, sintiendo cómo el nerviosismo se transformaba en confianza al ver su reacción.

—Me encanta. Esto es muy… diferente de ti —dijo, bromeando, pero con ternura en sus ojos.

La cena transcurrió entre risas y anécdotas, mientras compartíamos un vino que había elegido cuidadosamente. Hablamos de nuestras metas, nuestros sueños y cómo, de alguna manera, habíamos terminado en el mismo lugar, pero con un enfoque renovado. Ella me contó sobre sus clases de administración y sus ambiciones para el futuro. Sentía que esta vez las palabras de Tatiana estaban llenas de un propósito que antes no había notado.

—Y tú, ¿cómo te va con la ingeniería industrial? —me preguntó, inclinándose hacia mí con curiosidad.

—Va bien. Es un reto, pero me gusta. Estoy aprendiendo a manejar proyectos y a trabajar en equipo. Aunque, para ser honesto, a veces echo de menos el fútbol —admití, tratando de ser sincero.

Ella asintió, comprendiendo mi lucha. —Es parte de crecer, Richard. Todos tenemos que sacrificar algo.

Tras la cena, nos trasladamos al sofá, donde Max se acomodó entre nosotros, como si también quisiera participar en nuestra intimidad. Mientras veíamos una película, mis pensamientos volaban hacia el futuro. Sabía que teníamos mucho por delante y que los viejos hábitos no desaparecerían de la noche a la mañana. Pero también entendía que esta vez, la decisión de estar juntos venía de un lugar más profundo.

Cuando la película terminó, sentí que el momento era perfecto. Me giré hacia Tatiana y le tomé la mano. —Tati, quiero que sepas que estoy comprometido a hacer esto bien. Quiero que nuestra relación sea más fuerte y más saludable que nunca.

Ella me miró, y vi en sus ojos una mezcla de emociones. —Richard, estoy dispuesta a intentarlo, pero no quiero que esto sea solo un juego. Ambos sabemos lo que hay en juego aquí.

Asentí, comprendiendo la seriedad de sus palabras. —No te preocupes, no voy a jugar contigo. Este es un nuevo comienzo para nosotros. Quiero que sepas que cada día voy a trabajar para ganarme tu confianza.

Fue entonces cuando Max decidió levantarse y dar un pequeño ladrido, como si entendiera lo que estaba pasando entre nosotros. Tatiana soltó una risita, y en ese instante, me di cuenta de que, aunque el camino por delante sería complicado, había algo más fuerte que nos unía. Había amor, deseo de cambio y, sobre todo, una conexión que, aunque se había puesto a prueba, estaba lista para florecer de nuevo.

Así que, con la determinación en el corazón y Max a nuestro lado, sabía que estábamos listos para enfrentar cualquier cosa que viniera. La vida nunca sería perfecta, pero mientras estuviéramos juntos, sabría que siempre habría una razón para sonreír.

THE BAD BOY - Richard Rios Donde viven las historias. Descúbrelo ahora