Cap 23

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Tatiana Mejía

Después de nuestra escapada a Barranquilla, la vida en Medellín volvió a su rutina habitual. Aunque mi corazón todavía latía con la emoción de esos días, sabía que la realidad nos esperaba con los brazos abiertos, lista para darnos una buena cantaleta.

Cuando llegué a casa, mi mamá me miró con esa expresión de “te he estado esperando”. Ya sabía que iba a recibir una lección de vida. Me senté en la mesa de la cocina, con un aire despreocupado, pero la tensión se podía cortar con un cuchillo.

—Tatiana, ¿dónde estabas? —empezó, su tono era firme, pero no podía ocultar su preocupación.

—Salí a pasear con unos amigos —respondí, intentando sonar casual.

—¿Amigos? ¿Tan lejos? —replicó, alzando una ceja—. No me habías dicho nada de un viaje.

Y así comenzó la cantaleta, como una película que ya había visto varias veces. Me habló sobre la responsabilidad, la comunicación y lo importante que era ser honesta. Mientras la escuchaba, no pude evitar pensar en Richard. A él no le habían dicho nada. Su padre confiaba en él; era un joven como cualquier otro que estaba a punto de dar el siguiente paso en su vida.

Los días pasaron, y aunque había regresado a la rutina, la conexión con Richard seguía viva. Empezamos a enviarnos mensajes. Al principio, eran pequeños textos de buenos días y buenas noches, pero pronto se convirtieron en conversaciones más profundas. Hablábamos de nuestras vidas, de nuestros sueños y de cómo sería la vida en la universidad.

—¿Cómo te fue con tu mamá? —le pregunté un día.

—Me dejó en paz. Ya sabes, siempre confía en mí. —Me enviaba un emoji de guiño, pero detrás de esa sonrisa había un aire de alivio.

Mientras hablábamos, descubrimos que ambos teníamos decisiones importantes que tomar. Las vacaciones estaban llegando a su fin, y el inicio de la universidad se acercaba rápidamente.

Richard Rios

Finalmente, decidimos que era hora de elegir nuestras carreras. Aunque sabíamos que no íbamos a estudiar juntos, era un paso importante para cada uno de nosotros. Tatiana siempre había sido una estudiante aplicada, alguien que se enfocaba en su futuro. Optó por Administración de Empresas, algo que le permitía combinar su pasión por ayudar a otros y su capacidad para organizar.

—Creo que quiero manejar mi propio negocio algún día —me dijo, mientras lo discutíamos en un café del centro.

—Eso es bacano. Te imagino dirigiendo una empresa y siendo la jefa de todos —reí, y ella se sonrojó un poco.

Por otro lado, yo elegí Ingeniería Industrial. Siempre había sido un tipo con habilidades para resolver problemas y optimizar procesos. La idea de poder trabajar en proyectos que impactaran a las empresas me emocionaba. Sabía que en este campo había buenas oportunidades laborales y un buen ingreso, algo que siempre había sido importante para mí.

—Vas a ser un crack en eso —dijo Tatiana con una sonrisa, y su apoyo significaba el mundo para mí.

La última semana de vacaciones llegó y, a pesar de la emoción por lo que venía, había un toque de melancolía. Sabía que pronto las cosas cambiarían, que nuestras vidas tomarían diferentes rumbos, y aunque eso no significaba que dejaríamos de vernos, el hecho de que tuviéramos horarios diferentes y responsabilidades distintas pesaba en mi mente.

Un día, decidimos encontrarnos en el parque del barrio. Nos sentamos en una banca, bajo la sombra de un árbol grande que siempre había sido nuestro refugio.

—No puedo creer que las vacaciones se estén acabando —dijo Tatiana, mirando hacia el cielo.

—Sí, se pasaron volando. Pero al menos tenemos la universidad por delante, ¿no?

—Claro, eso es lo emocionante —contestó, sonriendo.

El sol comenzó a ponerse, y el ambiente se tornó cálido y suave. Fue en ese momento que, sin pensarlo mucho, la tomé de la mano. Era un gesto simple, pero significaba tanto para nosotros. Ella se volvió hacia mí, y vi en sus ojos una mezcla de amor y tristeza.

—Prométeme que, aunque estemos ocupados, siempre vamos a encontrar tiempo para nosotros —dijo, con una expresión seria.

—Te lo prometo. Siempre serás una prioridad para mí, Tatiana.

Sin pensarlo dos veces, la acerqué y la besé. Fue un beso suave, pero lleno de emociones. Sabía que, a pesar de lo que se avecinaba, nuestro amor podría resistir cualquier cosa.

THE BAD BOY - Richard Rios Donde viven las historias. Descúbrelo ahora