Richard Rios
La universidad había comenzado con energía, pero la atmósfera entre Tatiana y yo seguía un poco tensa. Era como si la sombra de lo que había pasado en la fiesta de bienvenida nos persiguiera, y aunque tratábamos de actuar como si todo estuviera bien, sabía que había un abismo entre nosotros.
Recuerdo claramente cómo surgió la idea de ir a la fiesta de bienvenida. Yo estaba emocionado por la oportunidad de socializar y conocer a otros estudiantes, así que le insistí a Tatiana que me acompañara.
—Vamos, será divertido. Necesitamos conocer gente nueva —le dije, tratando de animarla.
Ella frunció el ceño y se encogió de hombros.
—No sé, Richard. Me siento mal… ya sabes, esos días del mes. No tengo ganas de que nadie me mire. —Su voz era un susurro de incomodidad.
No quise presionarla más, pero no pude evitar sentirme decepcionado. Sin embargo, como siempre, me dejé llevar por el impulso y decidí ir solo. La fiesta prometía ser una buena oportunidad para despejarme, así que me armé de valor y me presenté.
Al llegar, el ambiente estaba cargado de energía. La música sonaba a todo volumen, y las luces de colores creaban un efecto hipnótico en la sala. A medida que la noche avanzaba, me perdí en la multitud, bailando y charlando con otros estudiantes. Pero, a pesar de la diversión, mi mente no podía dejar de pensar en Tatiana y en cómo me había gustado que estuviera allí.
Fue en medio de esa mezcla de risas y música que conocí a Valeria, una chica que captó rápidamente mi atención. Tenía un carisma contagioso y una risa que iluminaba la sala. Mientras hablábamos, olvidé por un momento la presencia de Tatiana en mi vida.
—¿Te gustaría bailar? —me preguntó Valeria, mientras su mirada se mantenía fija en la mía.
A pesar de que mi corazón latía por la culpa, la tentación fue demasiado fuerte. Nos movimos hacia la pista de baile, y en cuestión de minutos, me dejé llevar por la música y la energía de Valeria. Cada movimiento era electrizante, y antes de darme cuenta, me encontré disfrutando más de lo que debería.
Con cada trago, la culpa se desvanecía un poco más. La conexión con Valeria era innegable, y cuando sus labios se acercaron a los míos, no pude resistirme. Fue un beso fugaz, pero suficiente para sacudir mi mundo. El momento de la verdad llegó cuando nos separamos, y la realidad me golpeó con fuerza.
La visión de Tatiana se apareció en mi mente, y de repente, el peso de lo que había hecho cayó sobre mí. No podía creer que había cruzado esa línea. La noche terminó y me fui a casa con el corazón agitado, sabiendo que había fallado.
Después de la fiesta de bienvenida, la culpa me devoraba. Pasé el domingo en casa, atormentándome por lo que había hecho. Sabía que tenía que enfrentar a Tatiana, y aunque me dolía pensar en su reacción, no podía seguir evitando la verdad. Así que, después de pensarlo mucho, decidí ir a su casa como solía hacer los domingos.
Llegué a la casa de Tatiana con el corazón en la garganta, esperando, en el fondo, que ella aún no supiera nada. Pero la expresión en su rostro cuando abrió la puerta fue suficiente para entenderlo todo: estaba jodido.
—¿Qué, ya venís a hacerte el huevón? —me soltó en cuanto cruzamos miradas. Ni siquiera me dejó entrar del todo, y su mirada era un rayo de pura rabia. Ahí supe que no había escapatoria.
—Tatiana, mi amor… —intenté empezar, pero ella me cortó.
—¡No me salgas con huevonadas, Richard! —espetó, cruzándose de brazos y mirándome con un desprecio que me hizo un nudo en el estómago. —¿Vos creés que soy pendeja o qué?
Tragué en seco, intentando mantener la calma. No sabía si empezar a disculparme o si quedarme callado. No había palabras que pudieran arreglar el cagadero que había hecho.
—Mirá, yo… cometí un error —dije al fin, tratando de sonar sincero, aunque sabía que cualquier cosa que dijera se iba a ver como una excusa barata.
—¿Un error? ¡Es que sos una gonorrea, Richard! —respondió, casi escupiendo las palabras de pura furia. —¿Cómo putas te atreves a venir aquí como si nada? ¿Qué esperabas, que te recibiera con los brazos abiertos después de que te metiste con otra? ¡Vos sos un malparido!
Tatiana avanzó hacia mí, y por un segundo pensé que iba a pegarme, porque sus ojos ardían. No sabía si era la rabia o el dolor, pero tenía cada palabra afilada como cuchillo.
—¿Qué querés que haga? ¡Ya estoy aquí, intentando explicarte! —dije, subiendo un poco la voz, aunque sabía que estaba caminando en una cuerda floja.
—¡Explicarme qué, hijueputa! —gritó, sus manos temblaban de pura ira. —¡No hay nada que explicar! ¿O me vas a decir que fue un accidente? ¿Qué, te caíste y de la nada terminaste pegado a otra vieja? ¡Qué porquería de excusa es esa! Y lo peor, ¿me decís que fue un "error"? ¡Un error es perder las llaves, no engañar a la persona que decís querer!
Cada palabra me caía como una maldición. No tenía cómo defenderme, porque tenía toda la razón. Me callé, intentando no perder la calma, pero cada segundo en silencio parecía aumentar la tensión en el aire.
—Tatiana, yo… —traté de hablar, pero me cortó de nuevo.
—No, es que vos sos el colmo, Richard. ¿Te das cuenta de la mierda que acabas de hacer? Yo acá, dándote todo, creyendo en vos, defendiéndote con todo el mundo, y vos… vos resultaste siendo el peor de todos. ¡Qué decepción tan hijueputa!
—Yo sé que te fallé, y no sé cómo explicarlo, Tatiana. Solo sé que me arrepiento y…
—¡Ah, claro! Ahora sí te arrepentís. Cuando ya tenés la cagada encima, ¿no? —respondió, soltando una risa amarga que me hizo sentir aún más miserable.
Ella se alejó unos pasos, mirándome como si fuera un extraño.
—No sé qué esperabas, Richard. ¿Que yo te perdonara y ya? ¿Qué me aguantara tu traición y siguiera como si nada? Pues no, no me conocés para nada. —Tatiana me señaló con el dedo—. No soy la clase de mujer que se deja humillar, y menos por alguien como vos.
Ese comentario me dolió más de lo que podía soportar. Intenté acercarme, pero ella retrocedió.
—No quiero verte nunca más —dijo, y sus palabras fueron como un golpe final, uno del que sabía que no me iba a recuperar.
—¿De verdad me vas a sacar de tu vida así, sin más? —pregunté, sin saber bien qué hacer, mi voz temblando entre la culpa y la desesperación.
—Así como vos lo hiciste anoche, sin pensar en mí, en lo que teníamos. —Se rió con amargura, y sus ojos se llenaron de lágrimas. —Espero que cada maldito día recuerdes lo que perdiste.
Y con eso, se dio media vuelta y me dejó ahí, sin oportunidad de réplica. Me quedé mirando la puerta cerrarse, sintiendo el peso de mis decisiones aplastarme. Sabía que la había perdido, y no había nada que pudiera hacer para recuperarla.

ESTÁS LEYENDO
THE BAD BOY - Richard Rios
FanfictionUn amor apasionado se enfrenta a la traición, donde cada decisión puede llevar a la reconciliación o a la ruptura.