Tatiana Mejía
El día amaneció brillante y claro, como si el universo estuviera celebrando con nosotros. Mientras veía a Richard y a nuestro pequeño dormir juntos en la cama, una paz inmensa me envolvía. En ese momento, sentí que todos los caminos que había recorrido, cada tropiezo y decisión, me habían guiado hasta aquí.
No había sido un viaje fácil. Con Richard habíamos enfrentado miedos, secretos, y muchos momentos de incertidumbre. A veces parecía imposible, como si la vida nos pusiera pruebas una y otra vez para ver si de verdad estábamos hechos el uno para el otro. Pero aquí estábamos, juntos y más fuertes que nunca, compartiendo nuestro hogar y un futuro que habíamos soñado construir juntos.
Bajé con cuidado para no despertarlos y me dirigí a la cocina. Mientras preparaba el café, recordé la primera vez que sentí que mis sentimientos por Richard iban más allá de una simple atracción. En ese entonces, ni siquiera entendía por qué me afectaba tanto, pero ahora lo sabía bien: siempre estuvo destinado a ser una parte de mí, incluso cuando no quería aceptarlo.
Minutos después, escuché sus pasos acercándose. Richard apareció en la puerta con nuestro hijo en brazos, todavía con la sonrisa de quien acaba de despertar.
—¿Madrugando otra vez, Tati? —dijo, con esa expresión que siempre lograba que me sintiera segura y en casa.
—Alguien tiene que encargarse del desayuno —le respondí, sonriendo mientras lo veía acomodarse en una silla con nuestro pequeño.
Nos sentamos juntos, hablando sobre los planes para el futuro, sobre las cosas pequeñas que nos hacían felices. No había grandes promesas ni declaraciones solemnes; solo estábamos disfrutando el momento, algo tan simple y tan perfecto a la vez.
Mientras el día avanzaba, nos fuimos al parque para hacer un picnic en familia. Ver a Richard jugando con nuestro hijo, sus risas mezclándose con la brisa, me hacía sentir más agradecida de lo que jamás podría expresar con palabras. Él me miraba de vez en cuando y me guiñaba un ojo, como recordándome que estábamos juntos en esto, que no importaban los altibajos porque siempre íbamos a estar ahí para apoyarnos.
Regresamos a casa al atardecer, y cuando nuestro hijo finalmente se durmió, me senté junto a Richard en el sofá, en silencio, sintiendo el peso de la paz en mi pecho.
—¿Alguna vez pensaste que llegaríamos hasta aquí? —le pregunté en voz baja, sin esperar realmente una respuesta, solo queriendo expresar el sentimiento que me envolvía.
Él tomó mi mano y la apretó suavemente, mirándome con esa mezcla de ternura y amor que parecía intensificarse cada día.
—Siempre lo supe, Tati. Tal vez no al principio, pero en el fondo, siempre supe que íbamos a construir algo especial.
Apoyé mi cabeza en su hombro, sintiendo que esas palabras cerraban el ciclo de todos nuestros años juntos. No necesitábamos grandes promesas ni juramentos. Habíamos construido algo sólido, algo nuestro, algo que el tiempo solo había hecho más fuerte.
Esa noche, mientras caíamos dormidos uno junto al otro, entendí que nuestra historia no necesitaba un final. Habíamos encontrado lo que tanto habíamos buscado, y cada día que despertáramos juntos sería un nuevo capítulo. Porque, al final, lo que realmente importaba era que nos teníamos el uno al otro.
La mañana siguiente comenzó como cualquier otra, pero en el fondo, algo se sentía diferente. Había una calma en mi pecho que no había sentido antes, como si finalmente todas las piezas hubieran encajado en su lugar. A mi lado, Richard dormía profundamente, y nuestro hijo, Sebastián, se había colado en la cama en algún momento de la madrugada. Verlos juntos, tan tranquilos, me recordaba lo lejos que habíamos llegado.
Después de tantos obstáculos, de tantas dudas y miedos, ahora entendía que cada paso había valido la pena. Este amor, nuestra familia, era todo lo que necesitaba. Sin hacer ruido, me levanté y me dirigí a la cocina, sintiendo que cada rincón de nuestra casa reflejaba algo de nosotros. La luz que entraba por las ventanas, el olor a café, las risas que aún resonaban en las paredes… este era nuestro hogar.
Richard apareció un poco después, cargando a Sebastián en sus brazos. Su cabello estaba desordenado y su expresión adormilada, pero aún así, me sonrió de esa forma que me hacía sentir como la mujer más afortunada del mundo.
—Buenos días, amor —murmuró, dejándome un beso en la frente.
—Buenos días —respondí, sonriendo mientras le servía una taza de café.
Nos sentamos juntos en la mesa de la cocina, con Sebastián comiendo distraído mientras nosotros hablábamos en voz baja sobre nuestros planes. La vida con Richard había sido una mezcla de momentos caóticos y de otros más tranquilos, pero siempre, sin importar lo que pasara, teníamos estos instantes en los que solo éramos nosotros, disfrutando de la compañía del otro.
Más tarde, decidimos llevar a Sebastián al parque. Nos gustaba verlo correr, jugar, explorar… era una parte de nosotros, y cada día nos enseñaba algo nuevo. Mientras Richard y él jugaban a la pelota, los observaba con una sonrisa en los labios, sintiéndome orgullosa de lo que habíamos construido. Ver a Richard ser un padre tan dedicado y amoroso me hacía amarlo aún más, si eso era posible.
Después de unas horas, volvimos a casa, agotados pero felices. Esa noche, cuando Sebastián se quedó dormido, Richard y yo nos quedamos en la sala, en silencio, recordando todo lo que habíamos pasado para llegar hasta aquí.
—¿Recuerdas cuando todo esto parecía un sueño imposible? —le dije, recostándome en su hombro.
Él rió suavemente, acariciando mi mano con ternura.
—Sí, y ahora míranos… —respondió, mirándome con una mezcla de amor y admiración—. Tati, eres la razón por la que soy el hombre que soy hoy. Si no hubiera sido por ti, tal vez no hubiera encontrado el camino.
Mis ojos se llenaron de lágrimas al escuchar sus palabras, sintiendo cómo mi corazón se llenaba de gratitud. No todos tenían la suerte de encontrar a alguien que te empujara a ser la mejor versión de ti mismo, y yo había encontrado eso en Richard.
Nos quedamos en silencio por unos momentos, disfrutando de la presencia del otro. Al final del día, era en esos momentos tranquilos donde encontraba la verdadera felicidad. No necesitábamos grandes gestos ni promesas; solo el compromiso de estar juntos, de apoyarnos y de enfrentar lo que viniera.
Al final, nuestra historia había sido un viaje lleno de desafíos, pero cada uno de ellos nos había acercado más. Y aunque habíamos llegado lejos, en realidad, este era solo el comienzo. Porque mientras estuviera junto a Richard y a nuestro hijo, sabía que todo estaría bien.
Me recosté en su hombro, cerrando los ojos, y en ese instante supe que, sin importar lo que viniera, estábamos listos para enfrentarlo juntos.
Y con eso, supe que habíamos encontrado nuestra felicidad.
![](https://img.wattpad.com/cover/381154156-288-k379389.jpg)
ESTÁS LEYENDO
THE BAD BOY - Richard Rios
FanfictionUn amor apasionado se enfrenta a la traición, donde cada decisión puede llevar a la reconciliación o a la ruptura.