Cap 29

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Richard Rios

Habían pasado un par de días desde aquella cena en mi casa, y todavía no me sacaba de la cabeza la manera en que Tatiana me había mirado. Había algo en su mirada, una mezcla de dolor y decepción que me dejó claro que esta vez sí la había cagado. En serio. Ya ni siquiera era rabia… era como si ya no le importara.

A pesar de todo, no me podía sacar su imagen de la cabeza. La forma en que se presentó en la cena, con esa actitud desafiante, segura, haciéndome sentir que ni siquiera le hacía falta. Y lo peor era que tenía razón; yo no me merecía estar con ella, no después de haberle fallado de esa manera. Pero entre más intentaba alejarme de esos pensamientos, más me daba cuenta de lo vacío que me sentía sin ella.

Esa tarde decidí escribirle. Me sentía como un cobarde por no decirle las cosas de frente, pero al menos quería hacerle saber que estaba dispuesto a hacer lo que fuera para arreglar las cosas.

"Tatiana, sé que la embarré, y ni te imaginas cuánto me arrepiento. Sé que no tengo derecho a pedir nada, pero quería que supieras que estoy dispuesto a lo que sea por demostrarte que puedo cambiar. Necesito hablar con vos, verte y escucharte, aunque sea por última vez."

Esperé un rato, viendo cómo el mensaje seguía sin respuesta. Intenté calmarme, diciéndome que era lógico que no me contestara. Después de todo, yo la había destrozado.

Casi una hora después, cuando ya había perdido la esperanza de recibir una respuesta, mi teléfono vibró. Tatiana había respondido.

"Richard, no es cuestión de cambiar, porque la confianza ya está rota. No sé si te darás cuenta, pero eso que hiciste no tiene arreglo. Quiero seguir adelante, sin resentimientos, pero también sin mirar atrás. No necesito promesas vacías."

Ese mensaje me dolió más de lo que esperaba. Era como una sentencia, el final de algo que ni siquiera había tenido tiempo de valorar como debía. Estuve un rato sin saber qué responderle, sin querer aceptar que, quizás, ya no había vuelta atrás.

Después de varios minutos, respondí con lo único que me quedaba por decir.

"Lo entiendo, Tati. Lo último que quiero es hacerte más daño. Te deseo lo mejor, de verdad."

Y así, dejé el teléfono a un lado, sintiendo como el peso de mis errores finalmente caía sobre mí.

Después de ese último mensaje, todo se sintió surreal. Era como si el mundo a mi alrededor continuara mientras yo me quedaba atrapado en una pausa, solo, enfrentándome a la realidad de que Tatiana no iba a estar más en mi vida. Lo había perdido todo por una decisión estúpida, por una noche en la que no pensé en nada más que en mí mismo. La culpa me quemaba, y ni siquiera podía decirle a nadie. Esto era solo mío. Mi error.

Los días que siguieron fueron un completo caos. No podía concentrarme en nada, y mucho menos en los estudios. Las clases de ingeniería, que ya de por sí no me apasionaban, me parecían imposibles de seguir sin que cada minuto mi mente regresara a ella. Los amigos intentaban sacarme, distraerme, pero nada lograba sacarme de ese hueco.

Una noche, después de salir de clase, decidí dar una vuelta en la universidad. Caminé por el campus sin un rumbo fijo, pasando por cada esquina que me recordaba a ella. Cada lugar tenía un momento, una risa, una conversación compartida. Recordé cómo, en su primer día, ella había llegado con ese outfit de barrio que la hacía destacar entre todos, segura de sí misma, y cómo me había sentido atraído por ella desde ese mismo instante.

Sin darme cuenta, llegué a un jardín que solíamos visitar juntos. Era un lugar escondido, tranquilo, donde a veces nos sentábamos a hablar de cualquier cosa o simplemente a disfrutar del silencio. Me dejé caer en el mismo banco en el que habíamos compartido tantos momentos, y cerré los ojos, intentando imaginar que ella todavía estaba ahí conmigo.

—Te extraño, Tati —susurré, aunque sabía que no había nadie para escuchar.

El viento soplaba suave, moviendo las hojas a mi alrededor, como si el universo me estuviera respondiendo con ese mismo silencio que ahora me acompañaba. Al final, me levanté, resignado, y me dirigí a casa.

Los días pasaron, y poco a poco la vida comenzó a seguir su curso. Me obligué a concentrarme en mis estudios, a intentar recuperar algo de la disciplina que había perdido. Sin embargo, en el fondo, sabía que nada iba a ser igual. Tatiana me había dado una lección que no iba a olvidar.

Una tarde, cuando pensaba que las cosas finalmente estaban empezando a estabilizarse, recibí una llamada inesperada. Era una amiga en común de Tatiana y mía, Valeria, quien me decía que iba a organizar una reunión con algunos amigos. Al principio dudé, no quería enfrentarme a la idea de verla a ella, sabiendo que probablemente estaría acompañada de alguien más. Pero, al final, acepté. Quizás, pensé, era una oportunidad de enmendar un poco las cosas, aunque solo fuera para darle el cierre que no tuvimos.

La noche de la reunión llegó y, mientras me alistaba, el nudo en el estómago no hacía más que crecer. Me vestí con algo simple, intentando mantener la calma, aunque mis pensamientos no paraban de girar en torno a cómo sería verla nuevamente.

Cuando llegué, el lugar ya estaba lleno de gente, y el ruido y las risas me golpearon apenas crucé la puerta. Mis ojos buscaron a Tatiana entre la multitud casi de manera instintiva. La vi al final de la sala, sonriendo y hablando con un grupo de amigos, y aunque mi corazón se aceleró, me forcé a mantener la compostura. No quería parecer desesperado, aunque por dentro me estuviera consumiendo.

Me acerqué a saludar a algunos conocidos, manteniendo una distancia prudente, y fingí estar cómodo, aunque cada segundo en ese lugar me recordaba lo que había perdido.

Al rato, mientras estaba en la cocina buscando algo de beber, sentí una presencia a mi lado. Giré y ahí estaba ella, Tatiana, mirándome con esa expresión neutral que me dejaba sin saber qué estaba pensando.

—Hola, Richard —dijo, su voz tranquila.

—Hola, Tati —respondí, intentando controlar la ansiedad que me inundaba.

Nos quedamos en silencio un momento, y fue ella quien rompió la tensión.

—He escuchado que te va bien en la universidad —comentó, como si estuviera intentando mantener la conversación en terreno seguro.

—Sí… bueno, hago lo que puedo. Me alegra verte. —La sinceridad se me escapó antes de que pudiera contenerme.

Ella asintió, como si estuviera procesando mis palabras, y luego me miró directamente a los ojos.

—Richard, yo… —pareció dudar por un momento, como si estuviera eligiendo cuidadosamente sus palabras—. Lo que pasó entre nosotros… duele. Pero también me ayudó a entender lo que quiero, y a darme cuenta de que merezco a alguien que esté completamente conmigo. Sin dudas, sin engaños.

Sus palabras me golpearon como un balde de agua fría. Asentí, sin poder decir nada, porque sabía que tenía razón. Ella merecía todo eso y más, y yo había fallado.

—Lo sé, Tati. Y de verdad, lamento todo el daño que te hice. No quería que terminara así.

Ella sonrió suavemente, pero había una tristeza en sus ojos que me partió el alma.

—Es tarde para disculpas, Richard, pero agradezco que me lo digas. Me ayudaste a darme cuenta de muchas cosas sobre mí misma, y aunque no fue fácil, estoy lista para seguir adelante.

Con esas palabras, supe que era el final, que no habría más oportunidades, ni segundas chances. Ella se despidió con un leve gesto de cabeza y regresó con sus amigos, dejándome solo, enfrentando el vacío que había creado con mis propias decisiones.

Salí de la fiesta, dejando atrás no solo esa noche, sino también todos los recuerdos y promesas rotas que alguna vez compartimos.

THE BAD BOY - Richard Rios Donde viven las historias. Descúbrelo ahora