Cap 33

94 6 0
                                    

Tatiana Mejía

La semana voló, como un suspiro entre risas y miradas furtivas que encendían chispas entre Richard y yo. La conexión que había crecido entre nosotros se sentía más intensa que nunca, como si el universo conspirara para juntarnos de nuevo. Max, nuestro pequeño golden retriever, se había convertido en el símbolo de nuestra reconciliación, pero había otro fuego que ardía, uno que nos estaba llamando a ambos.

Era un viernes por la noche, y Richard me había invitado a su casa. La expectativa era palpable. Me había puesto un vestido que dejaba poco a la imaginación, un modelo ajustado que abrazaba mis curvas y destacaba mis piernas. Sabía que eso le encantaría. Cuando llegué, el aire estaba cargado de tensión, esa química explosiva que me hacía sentir viva.

Richard me recibió con una sonrisa que encendía todo mi ser. Me envolvió en un abrazo, y ese contacto me hizo sentir segura y deseada al mismo tiempo. La sala estaba iluminada con luces suaves, creando una atmósfera íntima que invitaba a dejarse llevar.

—Hola, hermosa —dijo, con ese tono de voz que siempre me dejaba sin aliento.

—Hola, Richard —respondí, sonriendo mientras un cosquilleo recorría mi cuerpo. La atracción era innegable.

Nos sentamos en el sofá, el espacio entre nosotros se llenó de risas, pero yo podía sentir cómo su mirada se deslizaba por mi figura, devorando cada detalle. La tensión era como un hilo tenso, a punto de romperse. Decidí que era hora de dar el primer paso.

—Oye, ¿te acuerdas de la primera vez que estuvimos juntos? —pregunté, acercándome un poco más, sintiendo cómo la temperatura aumentaba.

Su sonrisa se amplió, recordando ese momento. —No lo olvidaré jamás.

Sin pensarlo, lo atraje hacia mí y lo besé. Al principio, fue un roce suave, pero rápidamente se transformó en un beso intenso que encendió mis sentidos. Sus manos comenzaron a explorar mi espalda, y yo me aferré a su cabello, deseando más de él.

Richard me empujó suavemente hacia atrás, y caímos en el sofá, riendo y besándonos con una pasión desenfrenada. Las manos de él bajaron por mis caderas, y sentí cómo el deseo se desbordaba. La intensidad del momento se volvió abrumadora, y perdí el control de mis sentidos.

—Tatiana… —susurró, sus labios recorriendo mi cuello. Un escalofrío recorrió mi cuerpo al escuchar su nombre.

—Sí, Richard… —respondí, sintiendo cómo el calor se acumulaba en mis venas.

La tensión en el aire se volvió eléctrica. Con un movimiento, me hizo girar, quedando yo encima de él. La respiración de ambos se aceleraba, y eso solo intensificaba el deseo. Nuestras miradas se encontraron, y supe que ambos queríamos lo mismo.

Lo besé nuevamente, pero esta vez con más urgencia. Mis manos exploraban su pecho, mientras él acariciaba mis muslos con un toque que me dejaba sin aliento. Cada roce, cada movimiento, me hacía gritar su nombre.

—¡Richard! —exclamé, incapaz de contenerme.

Fue entonces cuando todo se encendió. Él me tomó de la cintura, guiándome en un ritmo que hacía que mi cuerpo ardiera. Cada roce, cada empuje, me hacía perder la cabeza. La habitación estaba llena de susurros y gemidos suaves que resonaban en el aire, creando una sinfonía de placer.

—Tatiana… —gimió él, su voz vibrante con deseo.

Las horas se desvanecieron mientras nos entregábamos el uno al otro. La conexión entre nosotros era más que física; era una danza de cuerpos y almas. No había pasado ni futuro, solo el ahora.

Sentí cómo el clímax se acercaba, una ola de placer que nos envolvía a ambos. Sus gritos de placer se mezclaron con los míos mientras el mundo se desvanecía a nuestro alrededor. El éxtasis nos tomó por completo, llevándonos a un lugar donde no había nada más que nosotros dos.

Cuando finalmente caímos en el sofá, exhaustos, las risas se convirtieron en susurros. Nuestros cuerpos aún temblaban, y la sensación de lo que acabábamos de compartir me dejaba sin aliento.

—No puedo creer que hayamos esperado tanto para esto —dije, con una sonrisa traviesa en el rostro.

—No sé cómo aguanté tanto —respondió Richard, acariciando mi rostro con ternura.

En ese momento, supe que habíamos cruzado una frontera importante en nuestra relación. Las dudas y los miedos se desvanecieron, y todo lo que quedaba era la promesa de un nuevo comienzo juntos. Max se acercó, como si supiera que algo había cambiado entre nosotros.

Miramos hacia el futuro, y una cosa era clara: estábamos listos para enfrentar todo lo que viniera, juntos.

THE BAD BOY - Richard Rios Donde viven las historias. Descúbrelo ahora