Richard Rios
Los días habían sido complicados desde que el verano comenzó a desvanecerse. Las clases se acercaban a su fin, y con ello, las tensiones entre Tatiana y yo parecían multiplicarse. Todo había sido un torbellino de emociones desde aquel beso en el patio, pero ahora estábamos atrapados en una especie de limbo. Por un lado, había esa chispa entre nosotros, pero por otro, la presión de mantener las apariencias, de lidiar con lo que nuestros amigos y familiares pensarían. Me preocupaba el futuro, y aunque quería creer que estaba dispuesto a enfrentar cualquier cosa por Tatiana, había días en que la incertidumbre me pesaba más de lo que podía soportar.
Era un martes cualquiera, y el clima en Medellín era un reflejo de mi estado anímico: nublado, con amenaza de lluvia, como si el cielo supiera que algo no estaba bien. Decidí pasar por su casa después de la universidad, sintiendo que una charla franca podría aclarar las cosas. Al llegar, la vi sentada en su terraza, inmersa en sus pensamientos. Era un espectáculo que siempre me había fascinado: Tatiana perdida en su mundo, como una musa de un cuadro, ajena a lo que pasaba a su alrededor.
Me acerqué con un poco de cautela. No quería que me recibiera con esa actitud despectiva que a veces adoptaba. Pero al verme, sus ojos se iluminaron, aunque rápidamente intentó ocultarlo.
—¿Qué hacés aquí? —preguntó, aunque su tono no sonaba tan hostil como lo esperaba.
—Tenía que verte —le respondí, intentando mantener un tono relajado.— Necesitamos hablar de lo que está pasando entre nosotros.
Ella frunció el ceño y, con un suspiro, me invitó a sentarme. Sabía que había llegado el momento de afrontar lo que nos preocupaba.
—Richard, la verdad es que no sé qué pensar —dijo, mirando al frente. Su voz sonaba cargada de dudas.
—¿Por qué no lo hablamos? —le propuse.— Me parece que la última vez que hablamos fue más bien una declaración que un verdadero diálogo.
Tatiana me miró con esos ojos que parecían penetrar en lo más profundo de mi ser. Aquella intensidad siempre me había intrigado.
—Es que, no sé, todo ha cambiado muy rápido. Nos vemos, discutimos, nos besamos, y luego vuelvo a sentir que estamos en este tira y afloja. Quiero que seas claro conmigo. ¿Qué es lo que realmente quieres?
Su pregunta me golpeó. La verdad era que, en mi mente, quería ser sincero. Pero no había un camino claro. Tenía mis sentimientos por ella, sí, pero también el miedo a lo que eso significaba en un entorno tan complicado.
—Quiero estar contigo, Tatiana. Pero no sé cómo hacerlo. Hay tanto ruido a nuestro alrededor. Todos opinan, todos ven lo que hacemos, y eso nos afecta.
—Claro que afecta, Richard. Pero no podemos dejar que eso decida por nosotros —me dijo, levantando la voz, frustrada. Su sinceridad me hacía sentir vulnerable.
En ese momento, la tensión entre nosotros alcanzó un punto crítico. Me sentí abrumado por la idea de que estábamos a punto de perder algo que había crecido entre nosotros. Un amor que, aunque inesperado, era real.
—Tal vez no sea solo el ruido de los demás. Tal vez es miedo —le dije, reconociendo que mis propias inseguridades habían jugado un papel crucial en cómo manejábamos nuestra relación.
—¿Miedo a qué? —me interrogó, su mirada era penetrante, retadora. Sabía que tenía que abrirme, aunque eso significara poner en riesgo mi corazón.
—Miedo a que esto no funcione. A que todo lo que hemos construido se desmorone. A perderte.
Al pronunciar esas palabras, sentí cómo el aire entre nosotros se volvió más pesado. La realidad de lo que significaba estar juntos se hizo evidente, y no podía ignorarlo.
Tatiana se acercó un poco más, su expresión suavizándose. Era como si entendiera la profundidad de mis temores, aunque no supiéramos exactamente cómo manejarlos.
—Entiendo, Richard. Pero la vida está llena de riesgos. Y si no estamos dispuestos a asumirlos, entonces, ¿qué estamos haciendo aquí? —dijo, su voz era un susurro, casi como si temiera que los demás pudieran escucharla.
La verdad era que tenía razón. Había un riesgo inherente en cada relación, y la nuestra no era la excepción. Si realmente quería a Tatiana, necesitaba demostrarlo, no solo con palabras, sino con acciones.
—¿Y si comenzamos de nuevo? —le propuse, intentando cambiar el rumbo de la conversación. —No como amigos, sino como… algo más. Sin miedo.
Tatiana me miró, su expresión se volvió pensativa. Sus labios se curvaron en una sonrisa tímida.
—Me parece bien, pero tenemos que hacer las cosas de manera diferente. No podemos permitir que los demás nos influencien tanto. Debemos ser nosotros mismos.
Asentí, sintiendo una chispa de esperanza. Tal vez estábamos listos para dejar atrás la confusión y encontrar un camino hacia adelante.
El aire entre nosotros se sentía más ligero, como si hubiéramos sacado un peso de nuestras espaldas. Decidí que, sin importar lo que pasara, debía darle una oportunidad a lo que había entre nosotros. Así que, con una sonrisa nerviosa, le dije:
—Entonces, ¿cuál es el primer paso?
—Primero, hay que poner en claro que no habrá más peleas por tonterías. Si tenemos un problema, lo hablamos. Y segundo… —dijo, acercándose, su voz se volvió más suave—, tal vez deberíamos ir a un lugar donde podamos ser nosotros mismos, sin interrupciones.
Con esa propuesta, sentí que había una nueva dirección para nuestra relación. Algo más auténtico, más genuino. Algo que valía la pena explorar.
Mientras seguíamos hablando, las nubes que antes oscurecían el cielo parecían despejarse lentamente. Era como si el universo estuviera de nuestro lado, alentando esta nueva fase en nuestra historia.
Más tarde, decidimos salir a dar un paseo por el parque cercano. Era un lugar que nos había visto compartir momentos divertidos, discusiones y risas. Pero esa vez, todo se sentía diferente.
Mientras caminábamos, Tatiana tomó mi mano, y esa conexión física pareció solidificar lo que acabábamos de acordar. Era un gesto simple, pero lleno de significado. Cuando llegamos a una banca, nos sentamos, y el silencio se llenó de una comodidad que antes no habíamos experimentado.
—¿Sabías que, a veces, me gusta mirar las nubes y tratar de encontrar formas en ellas? —preguntó, rompiendo el silencio.
—No, no lo sabía —le respondí, divertido—. Pero ahora que lo mencionas, puedo ver un elefante en esa —dije señalando hacia arriba.
—¡Qué ridículo! —se rió, y su risa era música para mis oídos.
Y en ese instante, mientras intercambiábamos historias de nuestras travesuras infantiles y nos perdíamos en los recuerdos, sentí que todo lo que había pasado nos había llevado a ese momento. Habíamos superado la incertidumbre y el miedo, y habíamos decidido abrazar lo que teníamos.
La tarde continuó, y aunque no sabíamos lo que el futuro nos deparaba, teníamos algo claro: estábamos listos para enfrentarlo juntos. Todo el ruido externo se desvaneció, y solo quedábamos nosotros dos, conectados de una manera que prometía ser el comienzo de algo nuevo.
A medida que el sol se ocultaba en el horizonte, iluminando el cielo con tonos anaranjados y rosados, supe que estaba listo para enfrentar cualquier desafío, siempre y cuando Tatiana estuviera a mi lado. Era un riesgo, sí, pero el más emocionante de todos.

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THE BAD BOY - Richard Rios
Fiksi PenggemarUn amor apasionado se enfrenta a la traición, donde cada decisión puede llevar a la reconciliación o a la ruptura.