Cap 28

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Tatiana Mejía

Cuando la mamá de Richard me invitó a la cena familiar, dudé un rato antes de aceptar. Después de todo, lo último que quería era verlo después de lo que me había hecho. Pero no quería quedar como una grosera con su familia, así que respiré hondo y tomé una decisión: si tenía que ir, al menos iba a ir dejando claro que estaba mejor sin él. Y para eso, necesitaba un look con el que me sintiera invencible, algo que le dejara claro lo que había perdido.

Me puse un outfit que sabía que iba a voltear miradas. Un top negro ceñido, con un escote que resaltaba lo justo y necesario, y unos jeans ajustados que me hacían sentir poderosa, complementado con tacones altos. Maquillaje impecable, labios de un rojo intenso, y el cabello suelto, como sabía que a él le gustaba, aunque esta vez, más por mí que por él.

Cuando llegué a la casa de Richard, la mamá me recibió con un abrazo cálido.

—¡Tati! Te ves espectacular, mi niña —dijo con una sonrisa que no dejaba de reflejar cariño.

—Gracias, doña Sandra —respondí con una sonrisa genuina. Ella no tenía la culpa de nada.

Entré y ahí estaba él, al otro lado de la sala, hablando con su hermano menor. No podía evitarlo; sentí su mirada recorriéndome de pies a cabeza, y lo noté morderse un poco el labio. Sabía que mi presencia le movía el piso, y me di el gusto de fingir que ni lo había notado. Siguió mirándome, pero yo mantuve la cabeza en alto, concentrada en saludar al resto de la familia. A partir de ese momento, me dediqué a ignorarlo, disfrutando la incomodidad que eso le causaba.

Durante la cena, me senté en el extremo opuesto de la mesa, dejando claro que no quería nada que ver con él. Pero eso no impidió que las miradas se cruzaran de vez en cuando, aunque yo rápidamente las desviaba, como si no mereciera mi atención.

En un momento, su mamá, con esa calidez de siempre, me lanzó una bomba sin saberlo.

—¿Y vos qué, Tati? —preguntó sonriente—. ¿Cuándo nos vas a dar la noticia de que vos y Richard se nos casan?

Me atraganté, y me tomó un segundo recuperar la compostura. Sentí a Richard tensarse al otro lado de la mesa, y el silencio que cayó fue incómodo. Hice lo posible por disimular con una sonrisa que no ocultaba del todo el fastidio.

—Ay, doña Sandra, casarnos… ¡Quién sabe! —bromeé, esquivando la pregunta, aunque por dentro tenía ganas de salir corriendo.

Cada minuto que pasaba se hacía más pesado. Sabía que no me quedaba mucho tiempo antes de explotar, así que en cuanto pude, me excusé y salí al patio para tomar aire. Allí, lejos de todos, pude permitirme respirar. Cerré los ojos un momento, sintiendo la noche tranquila, y tratando de calmar la frustración que crecía dentro de mí.

Pero mi tranquilidad no duró mucho. Al poco rato, sentí la puerta deslizante del patio, y supe que era él.

—¿Estás bien? —preguntó en un tono bajo, acercándose un poco.

No lo miré; mantuve la vista fija en el jardín oscuro, intentando mantener la calma.

—Sí, estoy bien, Richard. ¿Qué más da? —respondí, fría.

Sentí que él se acercaba, intentando decir algo, pero antes de que pudiera continuar, lo interrumpí, sin ganas de escuchar sus excusas.

—¿Viniste a decirme que lo sentís? —pregunté, con tono sarcástico—. ¿A explicarme cómo fue que te enredaste con esa…?

Él bajó la mirada, como si estuviera buscando las palabras correctas. Pero yo ya no quería escucharlo.

—Tati… te juro que me arrepiento. Fui un idiota, no sabés cuánto.

Levanté la vista, y al fin lo miré directo a los ojos. Él parecía incómodo, arrepentido, pero yo estaba decidida. No iba a dejar que sus excusas me quebraran.

—¿Te arrepentís? ¿Ahora sí? ¿Después de que tuviste la cara para hacerme esto? Vos no me respetaste, Richard. No te importó cómo me sentiría. ¿Y ahora querés que todo esté bien solo porque decís que lo lamentás?

Él trató de acercarse un poco más, pero levanté una mano para detenerlo.

—No te acerqués. Es más, hacéme un favor: no vuelvas a buscarme.

THE BAD BOY - Richard Rios Donde viven las historias. Descúbrelo ahora