Cap 18

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Tatiana Mejía

Soy Tatiana, y hoy ha sido un día maravilloso, lleno de emociones y tradiciones. Ya era 7 de diciembre, el famoso día de las velitas, una celebración que no solo marca el inicio de la Navidad en Colombia, sino que también se siente como un reencuentro con la familia, los amigos y, en mi caso, con Richard.

Me desperté temprano en la mañana, con el bullicio de la familia preparando todo para la noche. El aroma de la natilla y los buñuelos llenaba la casa, y eso me hizo sonreír. Me vestí con un abrigo ligero y unos pantalones cómodos, lista para disfrutar de un día lleno de actividades. Mientras ayudaba en la cocina, mis hermanos y yo empezamos a hacer las velitas. Habíamos decidido comprar chispitas mariposa, esas varitas mágicas que sueltan chispitas cuando las enciendes, que son un clásico en estas festividades.

Con todo listo, llegó la tarde. Richard vino a buscarme a casa y, como siempre, su sonrisa iluminó mi día. Me abrazó y me dio un pequeño beso en la mejilla, y eso me hizo sentir mariposas en el estómago.

—¡Hola, Tati! —dijo, emocionado—. ¿Listos para la celebración?

—¡Sí! Estoy lista. ¡Vamos! —le respondí, sintiendo que la emoción aumentaba.

Al llegar a su casa, el ambiente estaba decorado con luces de colores y velitas en cada rincón. La familia de Richard ya había preparado todo, y el patio parecía sacado de un cuento. Cada detalle era perfecto: mesas cubiertas de dulces, comida deliciosa y un gran árbol de Navidad que brillaba con luces parpadeantes.

Mientras todos se reunían, comenzamos a encender las velitas. Richard me dio una en mano, y juntos la encendimos, diciendo en voz alta lo que deseábamos. La tradición dice que encender las velitas es un acto de fe y esperanza, y no podía estar más de acuerdo. La luz de la vela iluminó nuestras caras, y en ese momento, sentí que nuestros deseos estaban en sintonía.

—Vamos a encender las chispitas mariposa —propuso Richard, sacando una de las varitas que había traído.

Le sonreí con complicidad, y juntos las encendimos. Las chispitas volaron al aire, creando un espectáculo brillante en la noche oscura. Me encantaba ver cómo las luces bailaban en el cielo, llenando el ambiente de alegría.

—¡Mira eso! —exclamé, señalando las chispitas que iluminaban el patio—. ¡Se ven increíbles!

Richard se rió y asintió, disfrutando del momento. La risa de todos nos envolvía, y la atmósfera se sentía mágica. Después de un rato, decidimos encender un farol flotante, que habíamos preparado especialmente para la ocasión. Era un farol blanco, con una pequeña vela en su interior, y cuando lo encendimos, se llenó de luz, y Richard lo sostuvo con cuidado.

—¿Listo? —preguntó, mirando hacia el cielo.

—¡Listo! —respondí, sintiendo el corazón acelerado.

Juntos, soltamos el farol y lo vimos elevarse lentamente hacia el cielo estrellado. Era un momento perfecto, y mientras el farol se alejaba, sentí que nuestros sueños y deseos volaban con él.

—Espero que siempre podamos celebrar así —le dije, mirando a Richard.

—Lo haremos, Tati. Siempre —me respondió, y en su voz había una promesa que me llenó de felicidad.

La noche continuó con risas, historias y buena comida. Disfrutamos de la natilla, el buñuelo y un montón de dulces que habían preparado. La familia de Richard me hizo sentir como parte de ellos, y eso me llenó de calidez. Nos reímos y jugamos, y en un momento, cuando todos estaban distraídos, Richard se acercó y me tomó de la mano.

—Vamos a dar una vuelta —me dijo, guiándome hacia un rincón más tranquilo del patio.

—¿A dónde vamos? —pregunté, intrigada.

—Solo quiero que tengamos un momento para nosotros. —Y mientras caminábamos, me miró a los ojos y sonrió.

Al llegar a un lugar apartado, donde la luz de las velitas apenas llegaba, Richard se detuvo y me miró con ternura.

—Tati, esta noche ha sido increíble. Me encanta pasarla contigo —dijo, y sentí que el mundo a nuestro alrededor desaparecía.

—A mí también, Richard. Me encanta estar contigo —respondí, sintiendo cómo la calidez de su mirada me envolvía.

Él se acercó un poco más y, en un gesto espontáneo, me besó suavemente. Fue un beso que me hizo sentir mariposas en el estómago, lleno de dulzura y promesas.

Después de ese momento, regresamos a la fiesta, donde la gente seguía encendiendo velitas y chispitas mariposa. Todos estábamos listos para continuar la celebración, y mientras la noche avanzaba, el cielo se llenaba de luces y risas. Cada velita que encendíamos representaba una esperanza, y cada chispita mariposa que volaba era un recordatorio de que estábamos juntos en esto.

Finalmente, el día llegó a su fin, pero sabía que había sido una noche mágica. Richard y yo nos quedamos hablando hasta tarde, recordando los momentos divertidos y los sueños que compartíamos.

—Este ha sido el mejor día de las velitas de mi vida —le dije, sintiéndome agradecida por todo lo que habíamos vivido.

—Y será solo el primero de muchos más —me respondió con una sonrisa, y en su mirada había un brillo especial que prometía un futuro lleno de amor.

Así terminó nuestra celebración, con el corazón lleno de esperanza y un deseo compartido de seguir construyendo momentos inolvidables juntos.

THE BAD BOY - Richard Rios Donde viven las historias. Descúbrelo ahora