Tatiana Mejía
La semana de la independencia de Medellín se sentía en el ambiente del colegio. Las paredes decoradas con banderas y los corredores llenos de carteles hacían que todos se emocionaran por el evento. Pero Richard y yo, entre tanto entusiasmo, solo pensábamos en una cosa: la presentación del proyecto.
Ese día, me levanté más temprano de lo usual. Me miré al espejo y me tomé unos minutos para asegurarme de que todo estuviera perfecto: el uniforme planchado, y el pelo bien recogido en una cola alta. "Hoy es el día", me dije, respirando profundo, tratando de calmar esos nervios que se me instalaban en la barriga.
Cuando llegué al salón, Richard ya estaba ahí, apoyado contra una de las paredes, esperando. Al verme, levantó la cabeza y me dedicó una de esas sonrisas suyas, medias arrogantes, medias cómplices.
—Por fin llegás, Mejía. Pensé que ibas a dejarme tirado —me soltó, con un tono medio sarcástico, medio serio.
—¿Qué te pasa? Si yo nunca fallo —le respondí, rodando los ojos, pero sonriéndole de vuelta.
Nos habíamos pasado varios días trabajando en el proyecto, y el esfuerzo nos había unido de una forma que ni siquiera yo me esperaba. Él me escuchaba y hasta me daba ideas, aunque a veces se hacía el que no le importaba. Pero había algo en su forma de mirarme últimamente… como si hubiera empezado a ver algo más en mí.
Cuando llegó la hora de presentarlo al profesor en privado, los nervios nos tenían a ambos inquietos, aunque Richard lo disimulaba mejor que yo. Con su típico aire de "me importa un carajo", entró primero al salón y se sentó en el escritorio que el profe nos asignó.
—A ver, sorpréndanme —dijo el profe, cruzándose de brazos.
Empezamos la presentación, y aunque al principio sentía que iba a tartamudear, la confianza que había logrado con Richard me daba seguridad. Él explicaba las partes más técnicas y yo completaba con el enfoque visual, como habíamos planeado.
—Bueno, pues… este proyecto no solo es visual, sino también busca representar… pues, lo que sentimos sobre Medellín —le expliqué al profe, viendo de reojo a Richard, que me daba una mirada aprobatoria.
Cuando terminamos, el profesor se quedó un momento en silencio, asintiendo lentamente.
—Excelente trabajo, muchachos. Muy creativo, y se nota que le metieron mucho esfuerzo —dijo, sonriendo—. Quiero que presenten esto el día del evento de independencia, va a ser una excelente contribución para la celebración.
Miré a Richard, y pude notar una leve sonrisa en su rostro. ¡Nos había ido bien! Sin darme cuenta, solté un pequeño suspiro de alivio.
—Bueno, parece que no lo hicimos tan mal —le dije cuando salimos del salón.
—"No tan mal" es poco —me respondió él, dándome un suave empujón en el hombro—. Sabía que lo haríamos bien, ¿no te dije?
Los días previos al evento de independencia, Richard y yo seguimos perfeccionando los detalles para la presentación. Cada día que pasaba, sentía que la conexión entre nosotros se iba haciendo más fuerte. Ya no solo era un trabajo de colegio, era algo nuestro, algo en lo que ambos habíamos dejado una parte de nosotros mismos.
Finalmente, llegó el día. El colegio estaba lleno de estudiantes, padres y profesores. Había un escenario montado en la cancha y todos los grupos estaban esperando su turno para presentar. Richard y yo estábamos tras bambalinas, repasando por última vez nuestras líneas.
—¿Estás nerviosa? —me preguntó de repente, notando mi cara de preocupación.
—Un poquito… —admití, mirando al suelo—. ¿Vos no?
—Nah, esto es pan comido —dijo, tratando de darme ánimo. Pero noté un ligero temblor en su mano, y eso me hizo sonreír. Sabía que, aunque lo negara, también estaba algo ansioso.
Finalmente, nos llamaron al escenario. Al pararnos frente a todos, sentí el corazón latiéndome en la garganta, pero al ver a Richard al lado mío, me llené de valor. Comenzamos a explicar nuestro proyecto, cada uno tomando su turno para hablar. El público nos miraba con atención, y el profesor, en primera fila, nos daba su aprobación con un ligero asentimiento.
Cuando terminamos, hubo un momento de silencio que me hizo pensar que algo había salido mal. Pero entonces, un aplauso rompió el silencio, seguido por otro, y otro más. En cuestión de segundos, todos estaban aplaudiendo y sonriendo.
Richard y yo nos miramos, y por primera vez, vi en sus ojos algo más allá de la arrogancia y la despreocupación habitual. Era orgullo, un orgullo compartido que hacía que, en ese momento, todo valiera la pena.
Al bajarnos del escenario, él me tomó del brazo y me susurró:
—Lo hiciste bien, Tati. Te lo digo en serio.
—Gracias… a vos también —respondí, sintiendo que mis mejillas se ponían rojas.
Nos quedamos ahí un momento, en medio del ruido y las celebraciones, compartiendo una mirada que parecía decir más de lo que cualquiera de los dos se atrevía a expresar en palabras.
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THE BAD BOY - Richard Rios
Fiksi PenggemarUn amor apasionado se enfrenta a la traición, donde cada decisión puede llevar a la reconciliación o a la ruptura.