Cap 24

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Tatiana Mejía

El día que había estado esperando por tanto tiempo finalmente había llegado. Era mi primer día en la universidad, y aunque la emoción me invadía, también sentía un cosquilleo de nerviosismo en el estómago. Me desperté temprano, antes de que el sol asomara por completo, y la luz suave de la mañana me invitó a comenzar este nuevo capítulo.

Me levanté de la cama, con la decisión de vestirme bien, pero sin exagerar. Elegí un outfit bien chimba: una sudadera oversize de color negro con letras blancas y unos joggers que me quedaban al tobillo. Completé el look con unas zapatillas blancas que ya habían visto mejores días, pero que aún me hacían sentir cómoda y lista para lo que viniera. Quería reflejar ese estilo de barrio que tanto me gusta, donde la comodidad y el estilo se combinan sin esfuerzo.

Bajé a la cocina, donde el aroma del café recién hecho llenaba el aire. Mi mamá ya estaba allí, sentada a la mesa con un tazón de arepas calentándose en la estufa.

—¡Buen día, Tati! —dijo, sonriendo al verme.

—¡Buenos días! —respondí con alegría.

Me preparé una arepa con un poco de queso y la acompañé con un vaso de jugo de naranja. No había nada como el desayuno de mi mamá para darme la energía que necesitaba.

Después de desayunar, subí a mi habitación y revisé mi mochila. Solo llevaba una libreta, un lapicero y un par de cosas más, suficiente para un primer día donde todo era nuevo y emocionante. Sabía que en la universidad habría mucho más por descubrir, pero en ese momento, quería disfrutar de la simpleza de empezar de nuevo.

Con todo listo, salí de casa, sintiendo la brisa fresca en mi rostro. Era un día perfecto para comenzar una nueva aventura. Tomé un taxi hasta la universidad, ansiosa por ver qué me esperaba.

Cuando llegué, el ambiente era vibrante. Un montón de estudiantes conversando, riendo y algunos nerviosos como yo, llenaban el campus. Caminé por los pasillos, mirando a mi alrededor, intentando absorber toda la energía que emanaba de ese lugar. En la entrada, había un cartel que decía “Bienvenidos Nuevos Estudiantes”. La sensación de pertenecer a algo tan grande me llenó de emoción.

Mi primera clase era de Introducción a la Administración. Entré al aula, donde un profesor de cabello canoso y una sonrisa amigable nos recibió. Comenzó a hablarnos sobre lo que aprenderíamos durante el semestre, y aunque algunas cosas eran un poco abrumadoras, me sentí emocionada por todo lo que venía.

Después de un par de clases, llegó la hora del receso. En ese momento, decidí buscar a Richard. Desde que supimos que estaríamos en universidades diferentes, me había prometido que haríamos un esfuerzo por vernos.

Caminé hacia la cafetería, donde la multitud se agolpaba en las mesas, y de repente, lo vi: Richard estaba sentado con un grupo de amigos, riéndose y disfrutando de un par de refrigerios. Cuando me vio, su rostro se iluminó.

—¡Tati! —gritó, levantándose para darme un abrazo. —¿Cómo te fue en tu primer día?

—Bacano, la verdad. Un poco nerviosa, pero emocionada por lo que viene. ¿Y tú? —le respondí, sintiendo ese cosquilleo familiar en mi estómago.

—También, la carrera está bien, pero creo que voy a tener que ponerme las pilas. Me esperan muchas materias —dijo, mientras se servía un poco de café.

Nos sentamos juntos, disfrutando de la compañía mutua. Hablamos de nuestras clases, de los profesores y de lo que esperábamos de este nuevo capítulo. La conexión entre nosotros era palpable, y aunque estábamos en diferentes caminos, ambos queríamos seguir en contacto y apoyarnos mutuamente.

Mientras disfrutábamos de nuestra conversación, me di cuenta de lo afortunada que era de tener a Richard en mi vida. Aunque no estábamos en la misma universidad, la relación que habíamos construido era sólida, y estaba decidida a hacer que funcionara.

Cuando el receso terminó, nos despedimos con la promesa de vernos pronto. Ambos teníamos nuestras responsabilidades, pero el cariño que compartíamos no se desvanecería fácilmente.

Después de un largo día, llegué a casa sintiéndome satisfecha y un poco cansada. La emoción de mi primer día en la universidad era un recuerdo imborrable. Al entrar, mi mamá me preguntó cómo me había ido, y le conté todo con entusiasmo. Era bonito compartir esos momentos con ella, sabiendo que siempre me apoyaría en lo que decidiera hacer.

—Me alegra que te haya ido bien, hija. Solo recuerda que lo más importante es disfrutar del proceso —me dijo, sonriendo.

Esa noche, antes de dormir, no pude evitar pensar en todo lo que había pasado. La universidad era un nuevo mundo, lleno de posibilidades. Con Richard a mi lado, sabía que todo sería más fácil. Ambos estábamos listos para enfrentar lo que viniera, juntos en este viaje.

Y así, con una sonrisa en el rostro, me dormí pensando en el futuro que nos esperaba, llena de sueños y ambiciones.

THE BAD BOY - Richard Rios Donde viven las historias. Descúbrelo ahora