Capítulo - De regreso
El regreso a casa fue un torbellino de emociones. Aún sentían el eco de la boda en sus corazones, como una melodía suave que las acompañaba en cada paso que daban. El vuelo de vuelta fue tranquilo, pero el silencio entre Sarah y Karla no era incómodo; era un silencio lleno de pensamientos y proyectos, de sueños compartidos y de un futuro que se estaba construyendo frente a ellas. Las dos sabían que su vida iba a cambiar en todos los sentidos, y ese cambio comenzaba en ese preciso instante.
El penthouse estaba bañado por la luz de la mañana, que entraba tímidamente por los ventanales. El desayuno estaba dispuesto con la precisión que caracterizaba a Karla: una bandeja con croissants dorados, un plato de frutas frescas y dos tazas de café negro humeante. Sarah, sentada en una de las sillas altas de la cocina, llevaba una camisa blanca ligeramente desabotonada y pantalones oscuros. Su cabello caía en ondas suaves sobre sus hombros, aún desordenado de la noche anterior. Karla, en cambio, estaba impecable: llevaba una camiseta ajustada y pantalones de lino, su cabello negro recogido en un moño sencillo.
La mesa, aunque sencilla, tenía un aire de intimidad. El penthouse, con su diseño moderno y minimalista, ofrecía un contraste interesante con la calidez de la conversación que estaba por surgir. Sarah estaba concentrada cortando una rebanada de papaya, mientras Karla la observaba en silencio desde el otro lado de la mesa, sosteniendo su taza de café.
"¿Cómo dormiste?" preguntó Karla finalmente, rompiendo el silencio con su voz suave.
"Bien, aunque extraño un poco Italia," respondió Sarah, sonriendo con un dejo de nostalgia. "Es raro volver a la rutina después de... bueno, de todo lo que pasó."
Karla asintió, dejando su taza en la mesa y cruzando las manos frente a ella. Había algo en su expresión, una mezcla de serenidad y determinación que Sarah reconoció de inmediato. Su esposa estaba pensando en algo importante.
"Estuve reflexionando sobre algo," comenzó Karla, mirando a Sarah directamente a los ojos. "Ahora que estamos casadas, tenemos que tomar decisiones prácticas. Como... en qué casa vamos a vivir."
Sarah detuvo su movimiento por un momento, su tenedor en el aire. Sabía que esta conversación llegaría eventualmente, pero no esperaba que fuera tan pronto. Karla amaba su penthouse, eso era evidente. El lugar tenía su esencia: moderno, organizado, un refugio para una vida que había construido con tanto esfuerzo. Por otro lado, la casa de Sarah era cálida, familiar, perfecta para una familia que estaba por comenzar.
"Es cierto," dijo Sarah, tratando de sonar casual mientras volvía a cortar su papaya. "Tendremos que decidir eso pronto."
Karla sonrió, un gesto que delataba que ya había estado pensando en ello mucho más tiempo del que admitía. "Siempre he amado este lugar," dijo, mirando alrededor del penthouse con cariño. "Es mi refugio, mi espacio... pero ahora somos un equipo. Y creo que la mejor opción es tu casa."
Sarah levantó la mirada, sorprendida por lo directa que había sido Karla. "¿De verdad lo crees?" preguntó, intentando no parecer demasiado ansiosa.
Karla asintió, dejando su taza en la mesa. "Sí. Tu casa es grande, tiene un patio enorme donde nuestro hijo puede correr y jugar cuando crezca. Tiene muchas habitaciones, espacio para que podamos recibir a nuestras familias y amigos. Es... bueno, es un hogar."
Sarah se quedó en silencio por un momento, sintiendo cómo una ola de alivio la invadía. Había estado temiendo esta conversación, preocupada por lo que significaría para Karla dejar su amado penthouse. Pero ahora, al ver la expresión tranquila de su esposa, supo que estaban en la misma página.
"Tu penthouse es hermoso," dijo finalmente, alcanzando la mano de Karla sobre la mesa. "Pero tienes razón. Mi casa... nuestra casa... será perfecta para esta nueva etapa."
ESTÁS LEYENDO
El baile de las almas perdidas
RomanceEn un mundo donde el éxito profesional parece ocuparlo todo, Sarah y Karla, dos mujeres apasionadas y brillantes, se reencuentran por casualidad tras años de distancia. Sarah, una microbióloga de porte elegante, y Karla, una profesora que ahora tamb...