Capítulo - Negro luto
Desde que Willy falleció, la casa había estado sumida en una quietud extraña, como si el aire mismo hubiese dejado de moverse. Aunque Sarah intentaba mantener las apariencias, no podía evitar sentir que algo se rompía entre nosotras. En los últimos dos días, apenas había cruzado una palabra con ella, y ni siquiera me había dado tiempo para abrazarla o consolarla de alguna manera. Se había sumido en el trabajo, como si esa fuera su única vía de escape del dolor. Y aunque comprendía la necesidad de distraerse, no dejaba de preocuparme.
El día transcurrió en una especie de letargo. Los padres de Sarah llegaron, como había prometido, y me encargué de darles la bienvenida en el aeropuerto. Los conduje a la casa, asegurándome de que se sintieran cómodos mientras esperábamos el regreso de Sarah. Ellos estaban tan visiblemente conmovidos como yo, pero me trataban con una cortesía natural, sin presionar demasiado sobre la situación. Todos sabíamos que el dolor de Sarah era profundo, pero también sabíamos que necesitábamos estar allí para ella, aunque no pareciera que lo necesitara.
Nos sentamos en la sala, hablando de cosas triviales, del clima, de la política, de cualquier cosa que pudiera aligerar un poco el ambiente. Yo estaba consciente de que mi mente no estaba completamente allí, mi atención volvía constantemente a la puerta, esperando escuchar el sonido de los pasos de Sarah, esperándola con el corazón en la garganta.
Cuando finalmente llegó esa noche, su presencia no se sintió cálida, como de costumbre. Era como si algo se hubiera perdido en ella, una chispa que había dejado de brillar. Apenas nos miró, y en un susurro, saludo a sus padres. Sus palabras fueron mecánicas, casi automáticas. Lo que más me dolió fue que no me miró. Ni una palabra, ni una sonrisa. Solo pasó por mi lado, sin detenerse, y se dirigió a su estudio con la misma determinación con la que solía ir a la oficina. Era como si estuviera huyendo de todo lo que le rodeaba, incluso de mí.
Me quedé allí, parada en la sala, observando cómo desaparecía por el pasillo. Mi corazón se apretó con la impotencia de no saber cómo acercarme a ella, de no saber cómo hacerle entender que la estaba esperando, que la necesitaba, que la amaba. Pero no podía forzarla a abrirse. No cuando aún estaba tan sumida en su dolor.
Los padres de Sarah parecían entenderlo, aunque no lo mencionaron. Hicieron su mejor esfuerzo por no hacer preguntas, por no presionar. Pero en sus ojos veía una preocupación mutua, la misma que yo sentía, aunque sabía que el tiempo de Sarah era algo que solo ella podría manejar.
Me quedé hablando con ellos un poco más, compartiendo historias de Willy, intentando mantener el ambiente lo más ligero posible. Pero en mi interior, sentía una tormenta. La ausencia de Sarah en ese momento me pesaba tanto como si ella misma se hubiera ido. A veces, el dolor de estar tan cerca y tan lejos a la vez puede ser más desgarrador que cualquier otra cosa.
Cuando la noche avanzó, y las horas parecían alargarse sin cesar, me retiré al estudio. Me encontré con Sarah trabajando, completamente absorbida en su computadora. No había una pizca de descanso en su rostro. No me atreví a interrumpirla, pero no pude evitar quedarme allí, observándola en silencio, deseando poder hacer algo, cualquier cosa, para que dejara de huir.
Finalmente, me acerqué con cautela y, después de un largo suspiro, le pregunté en voz baja:
—¿Necesitas algo, amor?
Ella levantó la vista por un segundo, y me miró con esa misma expresión vacía, como si mi presencia no tuviera peso. Sus ojos se volvieron rápidamente hacia la pantalla, y, tras un leve movimiento de cabeza, respondió casi sin emoción.
—Estoy bien, Karla. Solo... necesito trabajar.
Sentí una punzada en el pecho, pero entendí. No podía forzarla a hablar, no podía empujarla a salir de esa burbuja que se había formado alrededor de ella. Solo podía estar allí, silenciosamente, esperando el momento en el que ella estuviera lista para volver a conectarse, para sentir la calidez de nuestra relación.
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El baile de las almas perdidas
RomanceEn un mundo donde el éxito profesional parece ocuparlo todo, Sarah y Karla, dos mujeres apasionadas y brillantes, se reencuentran por casualidad tras años de distancia. Sarah, una microbióloga de porte elegante, y Karla, una profesora que ahora tamb...